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¿Y si el secreto para aumentar la productividad fuera NO HACER NADA?

Cuando la sociedad que rentabiliza la atención es incapaz de concentrarse, se evidencia que la clave para recuperar la productividad es, precisamente, parar y descansar.

Por Marita ALONSO

El castigo a la inactividad nos empuja a perseguir una eficiencia que la pandemia entorpece hasta provocar el hastío y desatar una peligrosa crisis de voluntad. Y el pavor ante una falta de productividad que la sociedad equipara al fracaso ha incrementado el interés por cursos destinados a aprender a recuperar el tiempo perdido.

Es el caso de la plataforma online Goodhabitz, que cuenta con ocho cursos a los que han recurrido decenas de miles de trabajadores para gestionar sus horarios, abandonar la procrastinación y aprender a organizar el trabajo. “Al lograr los mismos resultados trabajando más horas, somos menos productivos. Son dos las razones que explican el porqué. Para comenzar, no dedicamos suficiente tiempo a analizar cómo nos organizamos de una manera estructurada buscando mejoras progresivas. Tampoco disponemos de suficiente conocimiento ni de técnicas de organización personal. Hemos estudiado de todo en esta vida, pero muy poco sobre organización”, indica Agustín Peralt, autor de Lidérate (Plataforma Editorial) y profesor de ESADE.

“La productividad/efectividad personal es hacer lo verdaderamente importante en el momento correcto con los menos recursos posibles. Para ello se necesitan tres cosas: niveles de estrés controlados, mini-momentos de reflexión y proteger nuestro mayor tesoro, la concentración. La pandemia genera incertidumbre y pone el foco en la continua adaptación. Genera un estrés prolongado y una energía más disipada y más difícil de volver a enfocar”, explica José

María Villarmea, experto en productividad personal y desarrollo de equipos. “Es clave reflexionar y generar esos pequeños momentos para enfocar nuestras tareas hacia las que más valor aportan y hacerlo conscientemente para frenar la impulsividad. Pero también, pensar en una mejora continua, por ejemplo de un 0,5% cada semana”, asegura.

“Si la energía falla, las horas son de poca calidad y nos toca trabajar más tiempo del debido. Aquí es donde tenemos que aprender a cuidarnos. No hay quien pueda soportar ocho horas al día delante de una pantalla sin recargas ni técnicas que le permitan recuperarse o sin tener en cuenta lo que emocioalmente nos está afectando esta situación que se está haciendo tan larga”, añade Agustín Peralt.

Sin embargo, en un mundo en el que nuestro valor está determinado por la productividad y el rendimiento, Jenny Odell sugiere en Cómo no hacer nada (Ariel) que la inacción puede ser la mejor forma de protesta. La autora cuestiona la capitalización de nuestro tiempo y el estado de ansiedad en el que vivimos en un manifiesto contra la eficiencia y el tecnodeterminismo. “Es esencial tener momentos y espacios en los que no hacer nada, porque es en ellos en los que pensamos, nos curamos y nos sostenemos. Es un tipo de nada que es necesaria para poder hacer algo al terminar el día. En momentos de sobreestimulación como el actual, sugiero que imaginemos el FOMO (el miedo a perdernos algo) como el NOMO (la necesidad de perdernos algo)”, explicó en una charla celebrada en el festival Eyeo, en Minneapolis.

No hacer nada no solo es complicado, también despierta la culpa. La estudiante de diseño Kirsten Spruit creó Un espacio para permanecer, una instalación audiovisual que invitaba a los visitantes a no hacer nada. La obra puso de manifiesto el sentimiento de actividad permanente y la necesidad de ser siempre productivos y eficientes. Por su parte Claudia Hammond, autora de The art of rest

(Canongate Books), explica que descansar es “el tipo de cosa que hacemos al estar despiertos, no dormidos; es cualquier actividad en la que sientes que puedes parar”. La británica llevó a cabo El test del descanso, en el que participaron más de 18.000 personas de todo el mundo. “Cuando miras lo que tienen en común las cosas que ayudan a descansar, descubres que la esencia del descanso es que te permite no hacer nada. Detenemos los pensamientos y nos damos un tiempo para ir más despacio”, explica Hammond en el podcast El arte de dormir, de Rituals Cosmetics.

¿Y si tenía razón Sócrates al alertarnos sobre la esterilidad de la vida ocupada? ¿Y si, como explica Gilles Deleuze en Conversaciones (Pre-textos), hemos de plantearnos nuestro derecho a no tener nada que decir para que se configure algo que merezca la pena ser dicho? Sumergidos en la economía de la atención, tal vez haya llegado el momento de aprender a disfrutar del silencio, de la calma y del placer de no hacer absolutamente nada para poder, eso sí, hacerlo absolutamente todo después.

“Es ESENCIAL tener momentos en los que no hacer NADA. Así es como pensamos, NOS CURAMOS y nos sostenemos.”

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2021-07-24T07:00:00.0000000Z

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