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ETERNA GRAN NOCHE RAPHAEL

El artista celebra seis décadas de pasión sobre los escenarios con una gira y el mejor premio: el cariño del público.

Por Manu PIÑÓN

La pandemia y el confinamiento descubrieron a Raphael (Linares, 1943) una insospechada pasión por los cactus. “Los tengo por todas partes en casa, de interior y de exterior. Me encantan porque necesitan poca agua y porque me recuerdan mucho a México, que es un país cuya cultura y gastronomía adoro; me encanta la comida picosa. Eso sí, procuro que no tengan pinchos”. aclara. Aún siendo una colección notable, todavía no pueden competir en número con los reconocimientos que atesora: 326 discos de Oro, 49 de Platino y el único de Uranio que se ha entregado a un artista. El más reciente ha sido el Premio José Manuel Martínez Martínez, de la Fundación Mapfre, que premiaba su trayectoria profesional y la faceta más solidaria del artista. “Pero siempre se puede meter alguno más si me lo quieren dar”, remata con sentido del humor. “Representan el cariño que me ha tenido y sigue teniendo la gente y para eso tengo todo el sitio del mundo”.

Seguramente, ha sido eso lo que más ha extrañado en un año que estaba señalado de forma muy especial en su agenda. Este regreso a la normalidad coincide con el 60 aniversario de Raphael sobre los escenarios. Una cifra que celebra retomando la gira que culminará en Madrid (WiZink, 16 y 17 de diciembre) y que continuará en 2022 por Latinoamérica. “Cuando tengo conciertos son mi momento cumbre del día, la oportunidad de encontrarme con el público y compartir la música”, cuenta con entusiasmo, aunque consciente de que todavía se debe imponer la prudencia. “Este año ha sido bastante chungo para todos y debemos ser responsables, procurar las condiciones para volver a la actividad y complacer a la gente que tiene ganas de música en directo pero siempre cumpliendo las normativas”.

SIGUE SIENDO AQUEL

Concentrado en los preparativos del próximo disco que tiene planeado grabar, apenas ha tenido tiempo estos últimos meses para algún que otro largo paseo –“el último me lo he pegado por mi tierra, Linares”– y evadirse con la lectura: “El poder de algunas historias consigue sacarme de la monotonía”. A diferencia de lo que le ha sucedido a tantos, no se ha enganchado a series y películas, aunque sí que en las últimas semanas ha tenido un recuerdo cinematográfico y personal triste: la muerte del cineasta Mario Camus, que le dirigió en la gran pantalla. “Mario fue en realidad mi descubridor, el que mandó que me hicieran la primera prueba con el gran José Bódalo... Seguramente, de lo más bonito que me ha pasado en mi carrera. Recuerdo que insitió en verme cantando en blanco y negro. Al finalizar la prueba, Mario me dijo: “Chaval, tú y yo vamos a hacer tres películas”. Aunque alguna vez pasa por el madrileño barrio donde se crió –“Calle Carolinas, 1; el balcón sigue idéntico”–, a diferencia de lo que sucede con el cariño, no tiene hueco para la nostalgia. Tampoco para las espinas: Raphael abraza. ●

La frase se atribuye a la actriz Mae West, a quien doy por hecho que los más jóvenes no han oído ni siquiera mencionar. La señora West dejó dicho: “Cuando soy buena, soy muy buena. Cuando soy mala, soy mejor”. Claro que a la actriz no le tocó lidiar en esta sociedad tan infantiloide en la que vivimos, donde se vienen imponiendo cierto tipo de creencias que o militas en ellas o te ves expulsada a los infiernos. Si esa frase la hubiera dicho hoy, le habría caído la del pulpo.

Una de esas verdades oficiales es que las mujeres somos seres angelicales que siempre tenemos la razón y que, aún en caso de duda, la razón es nuestra. Yo siempre había creído que la igualdad consistía en eso, en ser iguales; pero no, la igualdad empieza a ser un concepto al que se le puede dar distintas formas si se trata de la credibilidad y bondad de las mujeres.

Siento decirlo, pero algunas de las peores personas con las que me he topado en la vida han sido mujeres. Pónganles los adjetivos que quieran: mentirosas, arteras, envidiosas, sin escrúpulos, malvadas en definitiva. Calificativos con los que puedo describir igualmente a unos cuantos hombres con los que también me he cruzado. Y es que mujeres y hombres padecemos los mismos defectos y ostentamos las mismas virtudes.

La bondad y la generosidad son cualidades tan femeninas como masculinas. Igual que la maldad es tan femenina como masculina. De estas materias, bondad y maldad, está hecha la condición humana. El amor a los hijos no es exclusivo de las mujeres, como tampoco lo es la sensibilidad. Sí, somos iguales, en lo bueno y en lo malo; lo que no quita que, efectivamente, las mujeres hayamos soportado durante siglos una situación de subordinación y desigualdad respecto a los hombres.

Pero haber sufrido esa situación de abuso y desigualdad no nos convierte en mejores personas. Sin duda, resultaba y resulta insoportable esa preponderancia de los hombres sobre las mujeres, esas leyes que nos han venido considerando poco menos que apéndices de ellos. En mi opinión, la igualdad plena pasa por no tener ni un derecho menos que los hombres y es evidente que aún nos queda terreno por conquistar, no solo en lugares lejanos sino en los mismísimos países occidentales.

De manera que, aunque sea políticamente incorrecto, me reafirmo en que algunas de las personas más peligrosas y malvadas que he conocido son mujeres. Y es que la maldad no tiene género, como tampoco lo tiene la bondad. ●

Sí, somos iguales, en lo bueno y en lo malo; lo que no quita que hayamos soportado durante siglos una situación de subordinación y desigualdad.

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2021-10-23T07:00:00.0000000Z

2021-10-23T07:00:00.0000000Z

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