En el año 2002 el presidente Aznar prometía la línea de alta velocidad a Cáceres y Badajoz. Desde entonces y a paso de tortuga se llevan a cabo las obras desde Madrid, atravesando Toledo y acercándose ahora a Plasencia. Poco importa que hayan pasado casi veinte años desde aquella visión gratuita y electoralista; que la demanda de pasajeros vaya a ser ridícula y lo sepamos; que para Lisboa no sea prioritaria la conexión con Madrid y se desvinculara del asunto en 2008; que ya exista una vía que podría mejorarse, en lugar de tener que hacer una nueva; que haya una autopista paralela, por no hablar del impacto visual y medioambiental; que sea una barrera más para la expansión del lince y el lobo, joyas de nuestra fauna, tratando de recolonizar ese espacio, junto a la migración de la grulla, la tala de encinas y alcornoques centenarios; que se arrincone el parque nacional de Monfragüe, y lo más grave, que aún metidos hasta el cuello en la crisis sanitaria, económica y social del Covid19 siga adelante el proyecto orquestado por el Gobierno y el Banco Europeo de Inversiones, cuando los fondos podrían dirigirse a cubrir nuevas necesidades como comprar vacunas. GONZALO ALCALDE GORDILLO

MADRID