PARTO de la base de que cada uno hace lo que puede y lo mejor posible para sus hijos. Con el paso del tiempo, las circunstancias, ellos mismos, la suerte, los aciertos y los errores hacen el resto.

Lo último: el nuevo desarrollo de la ‘ley Celaá’ que permitirá pasar de curso en Primaria y Secundaria en función de la «madurez» y hasta con dos suspensos. Y digo yo: ¿Alguien se ha puesto en el lugar del maestro? ¿Cómo va a contagiar la exigencia a sus alumnos cuando estos saben que no «passsa» nada con dos cates?

¿Y si esa alumna decide tirar a la basura Lengua y Matemáticas desde el minuto uno del curso? ¿Para qué va a luchar? ¿Ese es el ejemplo, desde la escuela hasta su madurez, ante el mercado de trabajo? Es más: ¿lo progresista era esto?, ¿igualar por lo más bajo es de izquierdas?

Y ya puestos, ¿por qué no hacemos lo mismo en la Universidad? Porque a este paso un médico podrá obtener el título con Anatomía Patológica suspensa; un abogado podrá ejercer sin haber aprobado Derecho

Penal o un arquitecto podrá ser tal aún suspendiendo Cálculo de Estructuras.

Por no hablar del papelón de los padres. ¿Con qué fuerza van a exigir a su hijo que estudie lo que más le cuesta o peor se le da, si este chaval o esa chica saben que da lo mismo aprobar o suspender?

¿Y si al final del curso los padres del niño se presentan en el cole y, con la ley en la mano, exigen que su hijo promocione «porque ya es maduro, si lo sabré yo que le he parido».

¿Esta medida es justa pensando en esa alumna que obtiene un 5 con todo su esfuerzo, frente a quien no da un palo al agua pero promociona igualmente?

Nadie ha pensado en la competencia del mercado laboral y en el futuro global de esos alumnos. Los maestros y los padres quedan vendidos pero los más perjudicados van a ser esos jóvenes.

PD: Esos alumnos de 16 o 17 años irán a las urnas dentro de dos años. Para entonces ¿a quién cree usted que votará la mayoría de esa ‘votancia’, a quien le exige estudiar para aprobar o al que le pasa de curso por su ‘madurez’?