A falta de que el Gobierno hubiese tenido la cortesía política (y hasta la obligación) de mandar a alguna de sus cuatro vicepresidentas o a cualquiera de la veintena de ministros del gabinete, la toma de posesión de Isabel Díaz Ayuso, la figura política del momento, supuso una exhibición del músculo territorial del PP, además de servir como bálsamo donde calmar los rumores de disputa entre las distintas almas del partido. Casado aprovechó la ocasión para reivindicar esa fortaleza frente a un sanchismo a la baja en las encuestas, merma que el líder socialista quiere atajar presentándose la semana que viene como el ‘liberador de las mascarillas’, dos días después de que lo que haga sea liberar de la cárcel a los golpistas. De la foto de Sol, con los barones y la baronesa todos a una, debiera salir una conjura para que, tras las próximas urnas, no haya que echar en falta a ninguno de los 22 ministros ni al que los manda.