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«La voz y las ganas están ahí... Todo sigue en su sitio»

MADRID JULIO BRAVO

Sesenta años. Es el tiempo que lleva Raphael sobre los escenarios. ¡Y lo que queda!, dice él, que no piensa ni por un segundo en el día de su retirada. Seguramente, además, le sorprenderá trabajando porque su agenda –¡a sus 78 años!– continúa llena de citas y su cabeza preñada de proyectos futuros

Raphael no sale nunca de casa sin la PH. Sin ella se siente desnudo, sería otra persona. Y con el aura que le confieren esas dos letras llega, puntualísimo, a la cita en el hotel Urso. Sonríe. Sonríe mucho. Se somete a la sesión fotográfica y repite obediente los gestos –también con PH– que le pide el fotógrafo. Lleva una florida camisa veraniega debajo de la chaqueta azul, y se la quita un momento también a instancias de aquel. Sigue sonriendo. Lo dice su mirada. «Estoy bien, muy bien... Ya liado en gira, que tenía muchas ganas... Hice el concierto en diciembre en el WiZink Center...»

—¡Cómo para no enterarse!

—No entiendo la que se montó, porque no pasó nada; al revés, todo fue bueno. Pero hay ciertas páginas, que yo las llamo: «De qué se habla que me opongo», que bueno... Pero ya sabe que en esas cosas no entro ni salgo. Ahora hemos empezado en Barcelona, y voy a recorrer toda España [Benicasim (Castellón), Calella de Palafrugell (Girona), Calviá (Mallorca), Santiago de Compostela, Marbella, Sancti Petri (Chiclana), Mérida, Valencia, Córdoba, Linares, Murcia, Málaga, Granada, Zaragoza y Barcelona] y en diciembre vuelvo al WiZink. ‘Once again’.

—Estará deseando poder saltar a América.

—No solo es que lo esté deseando, es que les debo dos giras enteras. Ni los empresarios ni el público quieren devoluciones. No quieren que suspenda. Me llaman y me dicen que esté tranquilo, que cuando se pueda viaje a América, que ellos me esperan.

—Estamos viviendo ahora una situación muy rara...

—Rarísima.

—Usted ha visto de todo.

—Pero como esto no.

—¿Es el arte más necesario que nunca?

—Yo creo que sí. Y que la gente se pueda liberar... Pero nos lo están poniendo muy difícil.

—¿Subirse a un escenario en estos momentos es más gratificante si cabe?

—Claro. La gente hace un verdadero esfuerzo, aunque cada vez se les nota menos preocupados. Los primeros días se veía una gran preocupación. Pero ahora ya te gritan los ¡Bravo! donde son y se vuelven a comportar como antes. Pero siguen con sus mascarillas... Es bonito ver cómo pueden disfrutar de un concierto siguiendo las medidas de seguridad...

—¿Están más ansiosos de encontrarse con los artistas?

—Sobre todo lo están deseando los muy fanáticos... Y yo también de encontrarme con ellos.

—Usted no puede pasar sin cantar.

—No, ni quiero.

—Se habrá sentido entonces como un león enjaulado.

—No concibo mi vida de otra manera, hemos llegado demasiado lejos –ríe– como para volverme para atrás.

—¿Es usted de los que se plantean objetivos o más de los que van caminando y haciendo?

—A veces sí me los planteo. A veces es bueno trazarse un plan. Pero la mayoría de las veces me levanto por la mañana y empiezo a hacer hasta que consigo lo que me había propuesto.

—¿Hasta qué punto le alimenta la relación con el público?

—Lo es todo. Yo me siento muy querido; no ahora, desde hace muchos años, y sería difícil que pudiera prescindir de ello. Es otra clase de familia. Están mi mujer y mis hijos, y después está esa otra clase de familia que sigue mis pasos, que se alegra de mis éxitos... Yo siento una protección enorme a la hora de estrenar un espectáculo; sé que miles de personas van a ir a verlo y a apoyarlo.

—¿Y conforme pasa el tiempo siente más responsabilidad?

—Siempre he sido así. Desde muy crío.

—Cuando se es joven siempre hay un punto de inconsciencia... Pero no hay que perderlo, ¿verdad?

—Puede ser divertido. Si no, sería todo demasiado formal y serio.

—Está usted ahora metido en un proyecto que ha llamado ‘Raphael 6.0’, en el que juega con los sesenta años que lleva en escena. Pero suena a reinvención, a evolución.

—Yo estoy evolucionando constantemente, día a día. Desde que se me ocurre una idea hasta que la llevo a cabo la revoluciono varias veces. Me

Retirada «NO QUIERO SUFRIR NI HACER GIRAS DE DESPEDIDA. SOLO DIRÉ: HASTA AQUÍ HEMOS LLEGADO, Y YA»

encanta inventarme a mí mismo, me gusta mucho.

—¿No da un poco de vértigo lo de los sesenta años de carrera?

—No, ¿por qué? ¿Usted cómo me ve?

—Estupendo.

—Pues ya está... La voz está ahí, las ganas también, todo sigue en su sitio.

—Lo de jubilarse ni se le pasa por la cabeza...

—No...

Raphael pide un poco de agua y su asistente le advierte de un cabello rebelde que puede afear su aspecto en el vídeo que se graba para abc.es. «Es bueno ser rebelde. Y divertido», dice mientras doma su pelo.

—¿Y hay algo de provocación en usted, de creación de un personaje?

—No. Porque cuando yo creo un personaje para cantarlo no estoy pensando en conseguir una cosa u otra. No, me nace solo.

—Echando la vista atrás, supongo que usted no imaginaría hace sesenta años llegar a donde ha llegado.

—Para nada. Cuando empecé, aunque cantaba desde los cuatro años, yo quería ser actor. Se me metió entre ceja y ceja desde que vi ‘La vida es sueño’, pero todo el mundo me llamaba para que cantara. Hasta que entendí que mis pasos como cantante ya eran conocidos y tenía que seguir haciéndolo.

—Un cantante tiene un poco de actor.

—Si es como yo, tiene mucho de actor, no un poco.

—Cada canción es una historia.

—Hay que contarlas además de cantarlas.

—Para estar sesenta años en primera fila, no debe de haber otro secreto que el trabajo...

—Hay que tener muchas ganas. Muchas ganas de privarse de muchas cosas, porque no puedes hacer una vida normal. No puedes fumar –puedes, pero es malo–, no puedes beber –puedes, pero es malo–, ni trasnochar. Puedes hacerlo pero te fastidias la garganta. Es un maravilloso sacrificio, porque con él consigues que las cosas salgan bien.

—¿En estos sesenta años no ha sentido ningún momento de debilidad, de decir: hasta aquí hemos llegado?

—No. Sé que es raro. Antes me hablaba de la jubilación... Evidentemente, algún día me tendré que ir. Está lejos, pero llegará el día en que me levantaré y diré: hasta aquí he llegado. Por muchas razones. Pero lo veo muy lejano. Voy a ser prudente, no quiero sufrir; no quiero hacer giras de despedida ni pasarme el día llorando... No, no, no. Diré: hasta aquí hemos llegado, y ya está. Y me dedicaré a ir a ver a los demás... A los nuevos y a los que queden.

—Antonio Gades decía siempre que se iría como había llegado, sin avisar.

—Yo tendré que avisar, porque si no sería un desmadre. Tendré que hablar con mi oficina y explicarles que no estoy enfermo, que estoy bien pero que ha llegado el momento... Pero insisto. Está lejos.

—¿Esas ‘ganas’ de las que habla siguen siendo las del chaval de Linares?

—Sí, sí, solo que aumentadas.

—¿Ese es el secreto, levantarse como si fuera el primer día?

—No sé si será el secreto, pero a mí me va muy bien así. Y el día que me levanto de mala gana, que alguno hay, por cansancio, más vale cortar con el pretexto que sea. Que sea creíble, eso sí. Y decir que necesito un mes de descanso. Y tomártelo, no pasa nada. Pero mientras estés en el ejercicio de cantar todos los días tienes que levantarte con hambre de escena.

—Hablaba antes de que quería ser actor. ¿Ha podido satisfacer ese ansia?

—Bueno, podemos dar mucho más... Estoy contento, porque he hecho cosas con grandes directores... Pero creo que se puede hacer mucho más con mejores guiones. Y no tengo prisa porque sé que algún día terminaré por hacerlo.

—El mundo de la música no tiene nada que ver con el de hace sesenta años. ¿Le ha costado adaptarse a los cambios?

—No, yo soy una variación constante en mí mismo. Si se lleva un estilo determinado y a mí me late, me subo a ese carro porque lo sé defender también. Bien es verdad que cuando algo no me gusta, no hay manera. No entro siquiera ni a intentarlo.

—Usted ha trabajado siempre con muchos de sus colegas. ¿La generosidad es fundamental para un artista?

—Sí, has de tratar a los demás como te gusta que te traten a ti. Hay que ser compañero y luchar por la misma causa.

—¿Hay demasiados egos en el mundo de la música, en el del arte en general?

—No tantos... Pero los que hay dan mucho la lata. La tontería de ‘si va éste, yo no voy’, o ‘tengo que ir delante de fulano’, sigue existiendo. Y estropea muchas cosas que se podrían hacer, muchos grandes proyectos.

—¿Qué Raphael quiere mostrar con este 60º aniversario?

—Siempre me estoy probando a ver hasta dónde puedo llegar; constantemente lo estoy haciendo. No soy alguien que se conforme con lo que he hecho, siempre estoy buscando cosas nuevas, dentro de mí mismo y de lo que sé hacer.

—¿Y hay algo que no sepa hacer?

—Hay cosas que sé hacer mejor que otras, al menos eso creo. O yo me creo más esas cosas, y cuando termino me digo a mí mismo: ‘Sí, señor’. Y al contrario, en otras me digo: ‘Anda y que te den’.

—La autoexigencia es fundamental.

—Es buena. Y curativa y saludable. Yo soy mi peor crítico.

—¿Se ha arrepentido de muchas cosas en su carrera?

—De muchas no... No. Alguna vez he metido la pata, pero no tantas veces como aciertos he tenido.

«PARA CANTAR TODOS LOS DÍAS TIENES QUE LEVANTARTE CON HAMBRE DE ESCENA»

ABC 2

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