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«EL DOLOR Y LA ALEGRÍA HAN LIMPIADO DE RENCOR LA BANDERA DE ESPAÑA»

Ángel Paniagua es dueño del comercio que vende más enseñas y el más antiguo

BEATRIZ L. ECHAZARRETA

También se puede hacer sociología detrás de un mostrador. Y mucho más si tu producto estrella es la bandera de España. El escaparate de Fieltros Olleros, abarrotado de enseñas, lleva desde 1864 registrando miradas de reojo y comentarios anónimos por lo bajini en pleno centro de Madrid.

«La gente no se da cuenta, pero escuchamos lo que dicen. Tenemos clientes que vienen a comprar la bandera por fastidiar al vecino. Otros pagan el producto y lo queman nada más salir de la tienda. Está el que llega para reafirmarse en su nostalgia republicana o en su españolidad. Hay de todo. María José Cantudo vino hace poco porque en el balcón de enfrente le habían plantado la tricolor», explica Ángel Paniagua, dueño del comercio que más banderas vende en la capital y también el más antiguo.

Este autónomo que lleva toda la vida en el negocio –su familia trabajó en el taller del primer propietario– explica que la relación de los españoles con su bandera ha mejorado con el paso de los años. «En los primeros gobiernos de la democracia triunfaban las enseñas de los partidos. Se veían carteles de líderes políticos, pero poco rojo y amarillo».

Su memoria se detiene en dos momentos de la historia reciente: los atentados del 11-M y los triunfos deportivos de la Selección Española. «Al contrario de lo que se tiende a pensar, no es el revanchismo lo que nos hace vender más. Los momentos de mayor dolor y alegría son los que han limpiado de rencor y simbología la rojigualda».

Fieltros Olleros casi nunca ha agotado existencias. En el taller siempre disponen de 800 metros de tela y unas 100 unidades de banderas españolas –como mínimo–, pero tras aquel jueves negro en el que Madrid vivió la mayor catástrofe de su historia, la gente acudió en masa a llevarse la bandera de su país. «Aquel viernes hubo colas en el exterior durante todo el día. Nunca hemos visto nada igual y tan de golpe. Aquel momento es muy triste de recordar, pero es lo que ocurrió».

La alegría del gol –que ahora dicen que nos falta– también explica cómo las generaciones más jóvenes han reinterpretado los colores nacionales. «Con el Mundial se dan cuenta de que pueden llevar la bandera por la calle porque nadie se va a meter con nadie. Empezaron a entrar pandillas de adolescentes por primera vez». Paniagua relata que antes de que España lo ganara todo, los menores pedían la Union Jack, asociada a los grupos de pop-rock británico. Pero las razones no eran otras que las estéticas.

Superventas tras el 1-O

La recuperación la bandera de España por parte de los jóvenes, que se inicia con la euforia por las victorias de la selección, se completó el 1 de octubre de 2017 (referéndum ilegal en Cataluña), otro hito para Fieltros Olleros. «Hicimos el pedido más grande de nuestra historia. La gente vino masivamente, aunque de forma escalonada, no como había pasado con los atentados de Atocha. Pudimos llegar a vender dos mil metros y nuestras ventas se han disparado desde entonces».

Paradójicamente, Cataluña –junto con Madrid y Andalucía– es uno de los puntos de la península donde se concentra la producción de banderas. «Los catalanes fabrican importantes remesas de banderas de España, pero allí apenas se comercializan. Tenemos un perfil habitual de cliente catalán que aprovecha el viaje a Madrid para llevarse la bandera nacional, difícil de encontrar en su tierra».

Paniagua presume de regentar un negocio apolítico: «Nunca hemos comercializado insignias de partidos. Lo único que hemos encargado –de forma puntual– fue un par de banderas de Tabarnia. Pero nuestro público es heterogéneo: el Ministerio de Igualdad también forma parte de nuestra clientela y hace unos días nos encargaron varias banderas arcoíris». Reconoce que en el concepto del envío equivocó el orden de las letras LGTBI y le pegaron un telefonazo desde el ministerio que dirige Irene Montero para recriminarle la errata. «Yo es que al pronunciarlo cambio el orden», dice restándole importancia.

El último pico de ventas de la tienda se produjo hace una semana, porla manifestación contra los indultos. «Hemos vendido muchas más banderas por la concentración en Colón que por la Eurocopa. Este año la gente no conoce a los jugadores y lo estamos notando».

Pero la supervivencia del negocio de Paniagua no depende de la política ni del fútbol. «Por aquí se pasea mucho coleccionista. Además del ‘menudeo’ diario, vendemos habitualmente a embajadas, ministerios, universidades, colegios... pero también recurren a nosotros productores de películas y series de ficción; la útima que nos pidieron fue para la serie ‘Antidisturbios’. Nuestra tela es de las buenas. Es la misma que ondea en Colón».

Más de 150 años dejan un anecdotario extenso: «Nos ha pasado de todo. En la Guerra Civil un par de albañiles quemaron unas litografías que había en el taller para calentarse: eran de Julio Romero de Torres». Mientras recoge la tricolor y la roja y amarilla que ha extendido en el mostrador, se despide diciendo: «Pensaba que se iban a repeler, pero al final no ha pasado nada».

«ME LLAMARON DE IGUALDAD, QUE SON CLIENTES, PORQUE ME EQUIVOQUÉ CON LAS SIGLAS LGTBI»

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2021-06-20T07:00:00.0000000Z

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https://lectura.kioskoymas.com/article/281878711331838

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