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Diamantes de laboratorio: la joyería se aleja de la mina

Son gemas calcadas químicamente a las naturales, indistinguibles a simple vista y empiezan a ser usadas por grandes marcas. Amenazan con cambiar el mercado con sus bajos precios y la etiqueta de ser sostenibles

ISABEL MIRANDA

Al único laboratorio que fabrica diamantes sintéticos en España llegan cada vez más llamadas. Son las de joyeros de todo el país que buscan estas piedras artificiales. «Es tal cual el diamante de la naturaleza, solo que hecho por el hombre», resume Pablo Reyes, geólogo y comercial de la empresa Irisgem. Ningún joyero podría notar a simple vista la diferencia con un diamante natural. Los fabricados tienen sus mismas características ópticas, químicas, térmicas y físicas que los originales. También se clasifican según los mismos estándares de corte, color, claridad y quilates. Pero en vez de tener miles de millones de años de antigüedad, estos solo necesitan entre siete y diez días para formarse. Y han encontrado en el auge de la conciencia ambiental el reclamo perfecto: son piedras sin minería.

Aunque inicialmente rechazadas por la joyería, poco a poco estas gemas nacidas en laboratorio se están haciendo un hueco en el mercado. Pese a que la primera se fabricó en 1952, el terremoto llegó hace apenas unas semanas, cuando la firma Pandora anunció que ya solo utilizará diamantes de laboratorio en sus creaciones. El fabricante danés no era un gran vendedor de diamantes (unas 50.000 piezas al año), pero sí está entre los diez mayores grupos joyeros del mundo por tamaño y volumen de beneficios. En 2020 vendió más de 85 millones de joyas. Ahora busca, en palabras de la compañía, «transformar el mercado de la joyería de diamantes con productos asequibles y creados de manera sostenible».

El público a captar está claro: el de los jóvenes, menores de 35 años, aunque también se ha visto a figuras como Meghan Markle o la actriz Penélope

Cruz con ellos. Hay dos grandes reclamos. Por una parte, estos cristales pueden llegar a ser entre un 40 y 50 por ciento más baratos. Por otra, al prescindir de la minería, esta industria emergente decidió calificar su producto como ‘ecológico’. Evitan mover las 250 toneladas de tierra que habitualmente requiere cada quilate de diamante, así como el drenaje ácido asociado a la extracción, que puede suponer una importante fuente de contaminación de las aguas superficiales y subterráneas.

Dudas

Sin embargo, no está tan claro que se puedan calificar como piedras ‘sostenibles’, opina Marta Esteban, directora del laboratorio de análisis y certificación del Instituto Gemológico Español (IGE). «Evidentemente, el diamante natural a nivel ecológico es duro, por todo el movimiento de tierra que conlleva y la mano de obra. Pero el diamante sintético requiere una cantidad de energía muy grande para poder formarse», aclara. Y eso conlleva emisiones de dióxido de carbono, responsables del cambio climático.

Porque para crear diamantes sintéticos hay dos métodos, y ambos simulan el proceso por el que se crea un diamante en la naturaleza. El primero genera unas condiciones de alta presión y alta temperatura (conocido como HPHT): 1.500 grados Celsius y una presión de 70 bares, lo que equivale a la Torre Eiffel puesta del revés en la punta de un dedo. El segundo método se basa en la deposición química de vapor (CVD), que se logra en una cámara de gas rica en carbono a unos 800 grados.

«Las técnicas mejoran, y se pueden hacer cada vez cristales más grandes y de manera más rápida», asegura Esteban, aunque también puntualiza que la forma de conseguir mejor color y pureza se logró hace ya años, con muy buenos resultados.

Como consecuencia, el negocio está creciendo. Un informe de la consultora Bain&Company apunta a que la producción de diamantes cultivados en laboratorio subió a entre seis y siete millones de quilates en 2020, como resultado de «avances continuos en tecnología» y «precios minoristas más bajos». Sigue siendo una porción minoritaria en comparación con la industria tradicional, aunque esta registra la tendencia opuesta: descendente. La producción de diamantes en bruto en 2020 cayó a 111 millones de quilates, por debajo del pico logrado en 2017 con 152 millones.

Efecto dominó

«Se pueden usar siempre que se ponga el apellido: sintético», opina Ángeles Farga, presidenta del gremio de joyeros de Madrid. En su local de la calle Ortega y Gasset de la capital, ningún cliente le ha preguntado por este tipo de gemas. Por ello, tampoco cree que vaya a tener una gran repercusión en el sector. «Son modas, y lo mismo que hay tantas otras piedras sintéticas en el mercado (como esmeraldas o rubíes), pues... una más, el diamante», argumenta.

En Irisgem lo ven de otra forma. «El anuncio de Pandora va a acarrear un efecto dominó», vaticina Reyes, que veía cómo las grandes marcas actuaban como un tapón para el mercado al no absorberlo. «A Pandora la conoce todo el mundo, pero al diamante sintético no. Ahora lo va a conocer más público y habrá más demanda», asegura.

También Elvira Vilanova, profesora en la Escuela de Gemología, cree que el diamante sintético ha venido para quedarse, y podrá convivir con el mercado tradicional, como ya ocurre en Estados Unidos, con dos tipos de joyería muy diferenciados. Aun

que, en España, «está la picaresca», apunta. No siempre se indica bien lo que se vende.

Falsificaciones

A ello se suma el riesgo de las falsificaciones. De hecho, en el laboratorio del IGE han aumentado en la última década las consultas para verificar si son sintéticos o naturales, para lo que se requiere de técnicas muy específicas. «Donde entran más diamantes sintéticos es en piezas muy pequeñas, las que van de acompañamiento. Un diamante grande (desde 0,30-0,40 quilates para arriba) antes o después va a pasar por un laboratorio para certificarse. Pero para las pequeñas, nadie se va a gastar el dinero en asegurarse. Y ahí es donde están entrando bastantes», asegura Esteban. En algunos casos se puede averiguar en cinco minutos, gracias a unas microscópicas inclusiones metálicas que quedan con el método HPHT. Pero en otros son necesarios más trabajos, ya que las inclusiones que quedan con el método CVD son mucho más similares a las naturales.

«El problema es que te lo vendan como auténtico», corrobora Farga. Pese a todo, hoy los mercados del diamante natural y del nacido en el laboratorio están diferenciados. «Para mí, la alta joyería no puede ser con diamante sintético», opina la presidenta del gremio en Madrid. Pierde el valor de su historia y el aura de lujo. Para Vilanova la elección del natural quedará como una cuestión emocional. «Saber que llevas una piedra que tiene millones de años y la ha hecho la naturaleza no tiene precio», sostiene. En contraposición está la visión del CEO de Pandora, Alexander Lacik: «Los diamantes no son solo para siempre, sino para todos».

SOCIEDAD

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2021-06-20T07:00:00.0000000Z

2021-06-20T07:00:00.0000000Z

https://lectura.kioskoymas.com/article/282394107407358

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