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La hucha de Kichi

Tenía razón Pemán cuando se quejaba de nuestro diploma de africanismo

ALBERTO GARCÍA REYES

LA ideología de Kichi tiene dos principios inamovibles: la ignorancia y la vagancia. Si al alcalde de Cádiz lo cogiera la Policía en un piquete de Astilleros, podría alegar en su defensa el argumento de su célebre paisano Ignacio Espeleta, amigo íntimo de Sánchez Mejías y de Federico García Lorca, cantaor de supervivencia, velocista de la gracia y creador fortuito del ‘tirititrán’ del cante por alegrías porque se le olvidó la letra en el escenario por culpa de una borrachera. Resulta que estaba el gitano echando la siesta en un banco de la Alameda cuando se formó allí la zaragata de los huelguistas y, antes de recuperar la conciencia, ya lo habían metido en el furgón. El comisario, que lo conocía bien, le preguntó extrañado: «¿Usted en una huelga laboral, don Ignacio?». A lo que él respondió con una prueba irrefutable de su inocencia. Extendió las palmas de sus manos boca arriba y exclamó: «¡Dios me libre! ¡Aquí las tiene usted, vírgenes de currelo!». Esas manos sólo trabajaban para el gañafón, el arte del mangazo, que exige una inteligencia superior.

Kichi tiene las manos más vírgenes que Espeleta, pero sin ingenio, y está en un permanente ‘tirititrán’ no por mala memoria, sino por desconocimiento. Por eso ha tenido que dedicarse a la política. Es el epítome de la Andalucía que denunciaba Pemán, la sedentaria, la que basa su universalismo en recibir turistas, no en hacer turismo. El poeta acuñó un suspiro que era una ventolera de levante: «Nos hemos ganado a pulso el diploma de africanismo». Era un adelantado. El alcalde de la ciudad a la que Pemán puso mote, la Tacita de Plata, ha conseguido que en la cuna de Columela, Cadalso, Castelar, Falla, De Ory, Quiñones o Formica sólo se rindan honores a los chirigoteros del carnaval. El legado de Kichi cabe en su famosa hucha, esa grieta trasera que asoma por sus bermudas, donde dicen que guarda aquellos duros antiguos que tanto en Cádiz dieron que hablar. Pemán se quejaba de que Europa ha venido siempre a Andalucía a descansar de sí misma, pero con Kichi el descanso es molicie. Por eso el mayor agravio al poeta no es quitarle su placa, es convertir su Tacita de Plata en jarrillo de quincalla. Con las manos vírgenes.

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2021-06-20T07:00:00.0000000Z

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