Los primeros en cerrar serán los últimos en abrir. El anuncio de Isabel Díaz Ayuso, el pasado lunes, de relajar las restricciones del ocio nocturno sentó bien y, sin embargo, en la práctica, pocas discotecas aprovecharán esta ‘libertad horaria’, que arranca la madrugada del próximo 20 de septiembre. Mientras las pistas de baile continúen vetadas, los buques insignia de la noche madrileña, como Fabrik, Joy y el Teatro Barceló, mantendrán sus puertas cerradas hasta nuevo aviso.

Las grandes salas de los noctámbulos prefieren reservarse para una «‘rentrée’ en condiciones», en palabras de Vicente Pizcueta, portavoz de Noche Madrid, una de las dos asociaciones del sector en la Comunidad. «Es pronto, aún estamos en la desescalada, no podemos descorchar la botella de champán. En una discoteca lo que la gente quiere es bailar», resume Pizcueta. Aunque la presidenta regional haya abierto la mano, sin barras ni pistas de baile, con mesas y mascarillas, los establecimientos aguardan a esa nueva normalidad que, si el ritmo de vacunación y los contagios afianzan su buen rumbo, llegará en las próximas semanas.

Mientras los templos de la noche esperan para poner en marcha su pesada maquinaria, apenas media docena de salas reabrirán el próximo fin de semana, según estiman desde Noche Madrid, entre el 10 y el 15 por ciento de los locales que cancelaron su actividad hace más de quinientas noches. Alrededor de medio millar de negocios, de los casi 3.000 de la región –entre bares de copas, salas de conciertos, tablaos flamencos, cafés-teatros, etcétera– siguen cerrados. Todavía es pronto para saber cuántos lo han hecho para siempre. El hachazo del Covid-19 no ha dado tregua. «Somos el sector más afectado económicamente por la pandemia», zanja el presidente del Círculo de Empresarios de Ocio Nocturno y Espectáculos de Madrid (CEONM), Tito Pajares.

Sin cambios

Moby Dick ha sorteado todas y cada una de las restricciones: fue uno de los primeros locales en regresar, a finales de mayo de 2020. En esta suerte de galeón, ubicado en la avenida de Brasil y decorado con remos y sirenas, organizan conciertos al menos tres veces a la semana. Antes reunían a 300 personas; hoy venden unas ochenta entradas por sesión y la facturación todavía roza el 40 por ciento respecto a los niveles pre-Covid. «Lo que más necesitamos ahora mismo es que se recupere el baile, es el valor añadido de un club», asevera el responsable de comunicación del grupo, Hugo García.

Como el Moby Dick, muchos locales que ya han levantado la persiana prevén que la apertura hasta las 6 de la mañana no repercutirá en la caja. «Todas las medidas para recuperar la normalidad anterior son buenas, pero la situación no cambia sustancialmente», afirma por teléfono el propietario de Velvet y Moondance, Álex Zamarro. Sendos locales, a espaldas de la Gran Vía, se reincorporaron el pasado junio, cuando el Gobierno madrileño amplió el horario del ocio nocturno hasta las 3 de la mañana, y su aspecto recuerda a un restaurante sin ventanas. ¿Qué cambiará hasta las seis de la mañana? «Creo que la gente vendrá más tarde y se irá más tarde», se resigna Zamarro.

Los camareros hacen las veces de vigilantes. Los clientes no pueden danzar ni levantarse de sus mesas, separadas por la reglamentaria distancia de seguridad, ni quitarse las mascarillas, salvo para comer y beber. Los locales ni siquiera completan el 75 por ciento del aforo permitido con grupos de seis personas acomodados sobre la pista de baile y alejados entre sí. «Gran parte de las salas no van a poder abrir, porque no hay espacio suficiente para poner más mesas y no generas ingresos suficientes para pagar el alquiler y los gastos fijos», explica Pajares, también propietario de Gabana, la mítica sala que se despidió en 2018 de los bajos del lujoso hotel Wellington.

Con todo, esta es la mejor imagen de un sector, que supone el 1,7 por ciento del PIB (Producto Interior Bruto) madrileño, subyugado durante 18 meses por el virus. Las pérdidas de un pequeño bar de copas ascienden a 150.000 euros; las de una discoteca en la capital, donde los alquileres alcanzan cifras desorbitadas, rondan el medio millón de euros. En total, la crisis sanitaria ha arrebatado al ocio nocturno 2.000 millones de euros de facturación, según calcula Noche Madrid, y la inactividad de los casi 3.000 negocios ha abocado a la pérdida de 8.000 puestos de trabajo (bailarines,

músicos, técnicos de iluminación y de sonido...), estiman desde CEONM.

A dos días de recuperar algo del terreno perdido, las asociaciones vivieron ayer una jornada de enviar circulares, responder dudas, tomar decisiones. El Ejecutivo de Díaz Ayuso ha mantenido reuniones periódicas con el sector y, después del último anuncio, en dos semanas volverán a poner sobre la mesa una mayor flexibilización. «Hemos pedido una autorización para poner mesas altas y estar de pie, posiblemente más adelante lo autorizarán», confía Pajares. La tónica general es mirar al mes de octubre. «Es un momento complejo», apunta Pizcueta, «estas medidas son un balón de oxígeno con el que esperamos salir de los números rojos».

Ayudas directas

Mientras tanto, los empresarios de la noche madrileña envidian a sus vecinos del Viejo Continente. En Francia, Reino Unido, Dinamarca... la fiesta ya se disfruta como en 2019. Hasta que llegue ese momento (incluso después), otra de las demandas más repetidas por el sector es disponer de una partida específica de ayudas directas procedente de los fondos europeos. «Los pequeños y medianos empresarios tardarán de media 3,5 años para poder pagar pagar poco a poco estos 18 meses cerrados», señala Pajares. Por ahora, es cuestión de tiempo que la fiesta recobre su esencia prepandémica, pues, como dice Pizcueta, «los gatos quieren noche, bailar y divertirse».