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El marco incomparable

La majadería de Maroto refleja el concepto posmoderno del espectáculo infinito para una sociedad de mirones frívolos

IGNACIO CAMACHO

ESA majadería de la ministra Maroto, la de utilizar como reclamo turístico «el maravilloso espectáculo» del volcán canario, es mucho más reveladora de lo que parece en primera instancia. A simple vista se trata de la mentecatez irreflexiva, a bote pronto, de una alto cargo con pocas luces –alta carga, cabría decir polisémicamente en este caso–, incapaz de entender el valor del silencio o de la prudencia en la tesitura de pronunciarse sobre un asunto que desconoce. El ‘horror vacui’ de los políticos ante un micrófono o una cámara, la necesidad de decir algo sin tener nada sustantivo que comunicar, la pulsión de la cháchara hueca elevada al cubo de la torpeza. No aprendió nada del patinazo de la fotografía de aumento de la navaja. Y tampoco debe de conocer esa sentencia, atribuida a Groucho, sobre lo preferible de parecer tonto callado en vez de hablar y despejar las dudas. Bien está; se columpió, la obligaron a rectificar y en el ridículo lleva la penitencia. Pero…

Pero lo interesante es el contenido subconsciente de la expresión «maravilloso espectáculo». Una frase hecha, sí, una vulgaridad como la del adjetivo «sobrecogedor» o «pavoroso» aplicado a los dramas donde la potencia visual del fuego ejerce sobre la mirada humana un efecto magnético. Y algo más: el concepto trivial de la tragedia en la mentalidad posmoderna. El instinto caprichoso de una sociedad acostumbrada a convertir en objeto de entretenimiento lo mismo una catástrofe natural que una hecatombe aérea, el incendio de un rascacielos y hasta una escena de guerra. El resorte superficial que conduce a la siniestra ‘selfie’ en Auschwitz como parte de eso que ahora llaman turismo de experiencias.

«Espectáculo» y «espectador» comparten la raíz. Viene del latín y tiene que ver con el hábito pasivo de mirar. El espectador no participa ni se implica, contempla. Una obra, un acontecimiento, un paisaje, una escena. Eso es lo que propone Maroto para Cumbre Vieja: el atractivo de la erupción en directo, telón de fondo para una pose en Instagram encuadrada por la belleza truculenta de la colada de lava y la tierra ardiendo, sin huellas de la evacuación, sin rastro de la zozobra y el miedo de los palmeros. En un célebre ensayo de 1991, anterior a la irrupción de internet en la vida cotidiana, el sociólogo canadiense Neil Postman advirtió la escalada de la espectacularización de las noticias como correlato de la competencia televisiva. ‘Divertirse hasta morir’, se llama el libro, que anunciaba también la extensión del fenómeno al hecho político. Ahí está, en la teatralización del debate, en la ausencia de ideas, en la absoluta hegemonía de la imagen, la escenografía y los símbolos. Y ahora, rizando el rizo, en la llamada ministerial a hacer de una explosión telúrica el tópico marco incomparable de un viaje recreativo. Nos hemos convertido en una comunidad de mirones frívolos.

OPINIÓN

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2021-09-21T07:00:00.0000000Z

2021-09-21T07:00:00.0000000Z

https://lectura.kioskoymas.com/article/281599538638622

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