En su comentario del pasado sábado, 18 de septiembre, Ignacio Camacho pone las cosas en su punto sobre quién es el criminal, corrigiendo las tonterías de mi pariente Joseba Azkarraga, que tampoco sabe cómo se escribe su apellido. Hubieran bastado unas palabras de Parot, no digamos una visita, a los familiares de alguna de sus numerosas víctimas para que las cosas se vieran de otra manera. Por cierto, eso fue lo que hizo el entonces lendakari Ardanza el día del asesinato de mi padre, y tío de Joseba, presentándose en nuestra casa de Salvatierra de Álava para presentar sus condolencias y pedir perdón en lo que hubiera errado su Gobierno por el crimen cometido. Ello no excusa el delito, pero sí dio algo de honorabilidad al presidente del Gobierno vasco.

ÁLVARO AZCÁRRAGA MADRID