Dicen los expertos que desarrollan los programas de colonización y ‘terraformación’ de Marte que cualquier factor de riesgo puede preverse, salvo la reacción de un ser humano cuyos trastornos mentales escapan a todo control, hasta condicionar y poner en jaque un proyecto de estas dimensiones. El caso de Noelia de Mingo, que ayer apuñaló a dos mujeres en El Molar, revela las limitaciones de una psiquiatría que en dos ocasiones –en la primera murieron tres personas, también acuchilladas– no supo prever los episodios que llevan a De Mingo a matar. Una recaída tras otra. El informe forense que en 2017 aseguraba que su esquizofrenia paranoide estaba «estabilizada» y «en remisión total» es el acta notarial de un fracaso y el certificado del desconocimiento que aún rodea la mente de un enfermo. No es ella la culpable. Quienes evaluaron a De Mingo en 2017 y firmaron el informe que con la venia de un juez la puso en libertad son especialistas de una ciencia que no es exacta y que genera tanta indefensión –sobre todo en los propios pacientes– como una justicia penitenciaria que suele soñar con marcianos.