No corren buenos tiempos para el gigante del Piamonte. La Juve, tras cuatro jornadas de Serie A, alguna derrota bochornosa como la sufrida en casa ante el recién ascendido Empoli y ninguna victoria, observa cómo sus opciones de Scudetto comienzan a evaporarse en septiembre. De momento, es penúltima y el pesimismo invade a la familia ‘bianconera’, que ya contempla cómo el predominio de la Serie A es cosa del pasado.

Después del experimento fallido con Pirlo, que pese a clasificar al equipo para Champions su temporada fue tachada como calamitosa por la parafernalia italiana, Andrea Agnelli tocó este verano en la puerta de Max Allegri, un viejo y laureado conocido del banquillo del Allianz. Pero el de Livorno se encontró con una plantilla envejecida, poco equilibrada y con su líder montando una escena para abandonar el barco en los días clave del mercado. Y claro, finalmente, Cristiano Ronaldo se marchó de los Alpes y dejó huérfano a un ataque en apuros.

Con este Maelstrom emocional arrancó la campaña para el equipo de la Fiat, que mientras veía cómo rivales directos como el Nápoles, la Roma o los clubes lombardos implementaban su nivel ofensivo, Dybala comenzaba ausente el curso, Chiesa era relegado a la suplencia y solo Álvaro Morata estaba a tono para marcar algún tanto. Pero el gol no es su único problema: en la portería Sczesny no para de cantar; en la línea defensiva, De Ligt no explota y Chiellini y Bonucci sufren para sostener al equipo; y en el centro del campo, ni Bentancur ni el recientemente fichado Locatelli son capaces de distribuir el balón con ritmo.

La última vez que la Juventus arrancó tan mal la temporada fue en 1962, y finalizaron duodécimos en el campeonato. Aunque aún es demasiado pronto para hacer cábalas, la temporada de los alpinos no se augura halagüeña. Sin ir más lejos, el sábado no pasaron del empate a uno en casa ante el Milan sin dar ninguna evidencia de reacción.