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NOELIA DE MINGO, LOS ERRORES QUE ACTIVARON OTRO ACUCHILLAMIENTO

CASI 20 AÑOS DESPUÉS DE APUÑALAR A OCHO PERSONAS, MATANDO A TRES DE ELLAS, ATACÓ CON UN CUCHILLO A DOS MUJERES EN EL MOLAR

CARLOS HIDALGO/AITOR SANTOS MOYA MADRID

La vieron entrar como poseída. No era precisamente una clienta habitual del supermercado Unide Market, en la avenida de España, 41, de El Molar, su pueblo de toda la vida. Y eso que el propietario es un familiar suyo por parte de madre. El cuchillo jamonero que llevaba en la mano y su semblante agresivo pronto revelaron que se avecinaba una tragedia. Noelia de Mingo, la que fuera doctora residente en la Fundación Jiménez Díaz que el 3 de abril de 2003 acuchilló a ocho personas, entre pacientes, sus familiares y sanitarios (tres murieron), volvió a sufrir ayer un brote psicótico que la llevó a apuñalar a dos mujeres. Una de ellas, la copropietaria del establecimiento, de 53 años, es la esposa de su primo hermano.

Noelia de Mingo, de 49 años, estaba en su casa ayer por la mañana. Su madre, bajo cuya custodia está desde que saliera del psiquiátrico penitenciario de Foncalent (Alicante) en 2017, tiene 81 años. Es quien debe estar al tanto de que siga el tratamiento ambulatorio, algo que los expertos consultados y los propios familiares de las víctimas de los crímenes de hace 18 años no entienden. Ya avisaron entonces que algo así podía ocurrir. Y no les faltaba la razón.

Recientemente, la anciana sufrió una caída, por lo que una sobrina suya la acompañó al centro de salud para unas curas. Sobre las 12 del mediodía, al quedarse sola y tras tiempo sin tomar su medicación, Noelia cogió un cuchillo de la cocina y se echó a la calle, en pleno brote psicótico por la esquizofrenia paranoide que sufre.

De la plaza del pueblo, que es donde vive, se dirigió directa al supermercado Unide Market. Entró y se fue flechada hacia Virginia, de 46 años, una mujer menuda que trabaja como cajera. En ese momento, estaba ayudando a un cliente a guardar su compra. Sin decir ni media palabra, la acuchilló en el pecho, a la altura del corazón. Pili, la mujer del dueño (y prima política de Noelia), de 53 años, se interpuso para ayudar a su empleada. Y recibió una primera puñalada en un brazo. El cliente que acababa de comprar fue el primero que intentó parar a la agresora, golpeándola con el carro de la compra.

Salvada por un conductor

En eso, Pilar salió corriendo a la calle. Pero Noelia la persiguió con el cuchillo hasta darle alcance ya en la calle y clavárselo dos veces en la espalda. En ese momento, un conductor que paró en el paso de cebra vio lo que estaba ocurriendo y comenzó a tocar el claxon para asustar a la enferma mental. Lo consiguió, se quedó paralizada. Fue cuando Pilar aprovechó para refugiarse en la farmacia de enfrente, que echó el cierre inmediatamente para salvaguardar la integridad de su víctima y de los propios boticarios.

Noelia, desconcertada, se fue a una esquina del otro lado de la calle, con el cuchillo en mano. Permaneció unos minutos allí parada, como desorientada y vigilante. Totalmente enajenada, nunca depuso su actitud desafiante. «Le gritaron varias veces que tirase el cuchillo, pero no hizo caso», aseguraba ayer un testigo. Tal fue el temor, que algunos comercios cercanos se vieron obligados a echar el cierre.

Pronto, la Policía Local apareció. Pero se abalanzó sobre ellos para agredirlos. Los agentes, tras correr unos metros detrás de ella, la redujeron sin que nadie más resultara herido. Fue conducida al puesto de la Guardia Civil de San Agustín del Guadalix, donde permaneció unas horas, antes de ser trasladada al Hospital Infanta Sofía para su ingreso forzoso en la unidad de Psiquiatría. Estará allí hasta su puesta a disposición judicial.

«Mi mujer, viva de milagro»

Pilar está grave en el Hospital de La Paz, pero puede contarlo. «Si no llega a aparecer el coche, le mete veinte puñaladas más, por eso está mi mujer viva de milagro. Cada 20 de septiembre será su nuevo cumpleaños», explica a ABC su marido. El estado de Virginia es más delicado. Por la herida en el pecho, por su constitución física más débil y porque, además, sufrió un ictus hace apenas dos meses. Fue intervenida quirúrgicamente, después de ser trasladada por el Summa al Doce de Octubre.

Noelia de Mingo se hizo tristemente famosa el 3 de abril de 2003, cuando acuchilló a ocho personas, entre pacientes, familiares y sanitarios, en la Fundación Jiménez Díaz, donde trabajaba como médico residente pese a su esquizofrenia. Mató a tres personas.

En el juicio, celebrado en 2006, quedó absuelta penalmente por su cuadro médico. Pero fue condenada a pasar un máximo de 25 años en un centro psiquiátrico, del que salió finalmente en 2017, tras cumplir solo 14 años de internamiento. El juez de Vigilancia Penitenciaria de Alicante

la dejó regresar a casa, con tratamiento ambulatorio y bajo la supervisión de su anciana madre. Lo hizo tras los informes positivos de su evolución por parte de los psiquiatras y peritos y en contra de sus víctimas y de los familiares de los fallecidos.

De vuelta a El Molar, la vida de la antigua doctora era especialmente tranquila. A las 7 de la mañana solía pasear junto a su madre; de forma mucho más intermitente acudía sola con el carrito de la compra al mismo supermercado del ataque; e, incluso, fue vista alguna vez comulgando en misa. «Su madre iba a la iglesia todos los días, pero a ella la vimos sola en el banco», apuntaba un matrimonio de avanzada edad.

Pese a la triste repercusión mediática que arrastraba De Mingo, lo cierto es que buena parte de los vecinos de la localidad de más de 9.000 apenas hubieran podido reconocerla. «Apenas salía y si lo hacía, tampoco es que la gente estuviera pendiente», incidía un grupo de moradores, a las puertas de un bar. Salvo contadas excepciones, la imagen de Noelia en el pueblo era más fantasmal que real. «La vi una vez salir de casa, cuando subieron a la Virgen, corrió para darle un beso y se metió de nuevo en el portal», confesaba un antiguo compañero de colegio.

A media tarde de ayer, el abogado y primo de la detenida accedía al portal donde residen Noelia y su madre sin hacer declaraciones. La supervisión de su progenitora y los controles médicos cada dos semanas (bajo el pretexto de dar aviso si esta empeoraba) eran las únicas herramientas para evitar cualquier anomalía. Ahora, con el nuevo estallido de violencia a las puertas de sus casas, los vecinos de El Molar se preguntan si alguien pagará por el peligro «al que nos han expuesto».

ABC 2

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2021-09-21T07:00:00.0000000Z

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https://lectura.kioskoymas.com/article/282458532097822

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