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La SGAE se propone reparar a los autores depurados en la posguerra

► Inicia una investigación del periodo 1931-1945 para restaurar el honor de sus asociados

JAIME G. MORA MADRID

A todos los autores, una nota importante. Publicada en el diario ‘Informaciones’ en junio de 1939: «Se pone en conocimiento de todos los autores dramáticos, líricos, cinematográficos, de Ejecución y Variedades, que en el plazo de ocho días, [...] deben pasarse por las oficinas de la Sociedad General de Autores de España, plaza de Cánovas 4, para recoger la declaración jurada que, debidamente cumplimentada, habrán de presentar [...] en la secretaría general de dicha entidad». A esta llamada también estaban convocados todos los profesionales de la música, periodistas, humoristas... Todos aquellos que hubieran desempeñado alguna actividad de carácter creativo debían formalizar una oportuna declaración jurada de depuración, requisito indispensable para poder ejercer sus actividades tras concluir la Guerra Civil.

La SGAE, testigo de excepción de este proceso, pues gran parte de estos autores eran socios de la entidad, quiere poner «negro sobre blanco» en estos «años convulsos» de la historia de España, los que comprenden el periodo 1931-1945, desde la proclamación de la Segunda República hasta los primeros años del franquismo. «Nosotros somos un elemento de conservación y de preservación no solo de la obra, sino de la historia de los propios autores», afirmó ayer Antonio Onetti, presidente de la SGAE, que dio a conocer el nuevo proyecto de investigación que la entidad ha puesto en marcha para documentar lo que les ocurrió a sus asociados durante esa década larga. «Moralmente es necesario hacer una reparación a esos autores que sufrieron represalias injustas durante el franquismo».

El proyecto comenzó hace poco más de un mes con la consulta de las actas que conservan de la época y ya han localizado medio centenar de casos. «Nos estamos encontrando que muchos de los autores que aparecen como depurados son desconocidos y carecemos de información porque sus repertorios y obras no han sido relevantes. Pero a medida que vamos abriendo carpetas vamos viendo que el espectro a investigar es cada vez mayor», explicó Onetti.

Un ejemplo es el del maestro Pablo Sorozábal, a quien el tribunal falangista «acusaba de cosas tan absurdas como haber ido en representación de la República con una banda de música a París», dijo el presidente de la SGAE. La entidad tiene en su poder un documento por el que le comunicaban al compositor la censura de la zarzuela ‘Katiuska’: «Cualquier compañía que pretenda su reposición [...] será debidamente sancionada por la autoridad gubernativa correspondiente». ¿El motivo de la censura? Que la protagonista era rusa.

«Investigación seria»

La SGAE ha encontrado en el archivo Manuel de Falla la certificación por la que se depuró favorablemente al compositor. Onetti se refirió también al caso del guionista de las primeras películas de Joselito y Manolo Escobar: «Fue depurado, estuvo seis meses en la cárcel y en el 41 escribió una película sobre el crucero Baleares. No se conserva ninguna copia de la película porque las autoridades ordenaron destruirlas al ver que el guionista había metido una trama amorosa». El franquismo, explicó Onetti, se dio cuenta de que le convenía aprovecharse de este tipo de autores, que «siguieron trabajando bajo las nuevas leyes de censura».

La propia SGAE sufrió estos vaivenes. Con la República la sociedad se convirtió en una federación y, durante la guerra, se partió en dos. El nuevo régimen unificó todas estos brazos e instauró una comisión depuradora. «Los autores que estaban al frente de los órganos de dirección defendieron a los asociados. A algunos les salvaron la vida». Tras finalizar este primer proceso de estudio, la SGAE trabajará con fuentes externas, como son los familiares de estos artistas. «Se ha puesto en marcha un mecanismo muy grande, que no sabemos cuánto tiempo nos llevará. Queremos que esto conduzca a una investigación seria», dijo Onetti.

En un país de desmemoriados en lo artístico, el mundo de la danza española es una excepción. El recuerdo a los maestros es una constante y el culto al pasado es tanto que se convierte en ocasiones incluso en un pesado lastre. El Ballet Nacional de España ha querido recordar a una de las figuras más significativas y trascendentes de nuestro baile, Antonio Ruiz Soler, cuyo centenario se celebrará el próximo 4 de noviembre; y lo ha hecho de la mejor manera posible, poniendo en pie algunas de sus coreografías.

Antonio Ruiz Soler fue el gran protagonista de la danza española en las dos o tres décadas posteriores a la Guerra Civil. Primero como intérprete, después como creador, iluminó una época oscura, renovó el baile y lo elevó a unos niveles de calidad insólitos en su época. Su personalidad excesiva hizo que en sus últimos años (murió el 6 de febrero de 1996) se ensombreciera su recuerdo. Por eso el homenaje que le rinde ahora el Ballet Nacional de España (que dirigió entre 1980 y 1983) resulta justísimo.

El programa elegido por Rubén Olmo, actual director del BNE, es una muestra de la versatilidad de Antonio como coreógrafo; tocó todos los palos de la danza española: escuela bolera, danza estilizada, flamenco y folclore, y esos cuatro puntos cardinales se ven sobre el escenario, aunque con resultados dispares: mientras que en ‘Sonatas’ y en ‘Vito de gracia’ se nota, y mucho, el paso del tiempo, la ‘Fantasía galaica’ o el ‘Zapateado de Sarasate’ siguen manteniendo su frescura y son una muestra bien clara de la genialidad de Antonio Ruiz Soler. El Ballet Nacional muestra en el Teatro Real su buena forma, con excelentes individualidades como Miriam Mendoza, José Manuel Benítez, Francisco Velasco, Esther Jurado o el propio director de la compañía, Rubén Olmo.

«Los autores que estaban al frente de los órganos de dirección defendieron a los asociados. A algunos les salvaron la vida», dijo Onetti

CULTURA

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2021-10-16T07:00:00.0000000Z

2021-10-16T07:00:00.0000000Z

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