No deja de ser paradójico que el Gobierno presumiese ayer de los datos del paro, jactándose de que el empleo ya está en niveles previos a la pandemia y que hoy hay menos desempleados que cuando se formó el Ejecutivo de coalición. Es paradójico que sea la facción podemita del Gobierno la que más alarde haga de estas cifras, precisamente por pretender derogar de facto la reforma laboral que heredó del PP y que está permitiendo estos resultados. Es cierto que noviembre, mes poco proclive a la creación de empleo, cerró con casi 70.000 trabajadores más. Pero también lo es que unos 125.000 continúan inmersos en ERTE, y que si la tasa media de paro en la eurozona es del 7,3 por ciento, en España continúa superando el 14. La euforia es tan innecesaria como la negación de una reforma laboral que dio y sigue dando resultados. Anularla, más aún por exigencias ideológicas, no tiene sentido. Además de celebrar estos datos, se echa de menos la decencia política de reconocer lo que funciona.