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Patxo

El periodista bilbaíno Patxo Unzueta fue uno de los principales forjadores de la conciencia cívica en la España de la Transición

JON JUARISTI

ME temo que la semblanza que ahora emprendo no va a ser bien entendida, y ni siquiera entendida, a secas, porque debo arrancar de un tiempo vidrioso y difícil de valorar desde el presente. Todos los que lo vivimos con más o menos convicción y con parecidas dosis de obcecación, en uno u otro bando, tratamos de justificar lo que entonces hicimos o dejamos de hacer. José Luis Unzueta Ortiz de Zárate, Patxo Unzueta (1945-2022), fue una excepción: nunca dejó de juzgar con un implacable rigor moral su propia ejecutoria.

Patxo, que falleció en la madrugada del pasado lunes, fue el único miembro de la dirección de ETA que consiguió eludir las detenciones del prolongado estado de excepción que siguió al asesinato del comisario Melitón Manzanas, en agosto de 1968. Cumplió un papel fundamental en la preparación de la VI Asamblea de ETA que, en el verano de 1970 y en vísperas del Proceso de Burgos, rompió con el nacionalismo revolucionario y con el activismo armado, desde posiciones que se autodefinían como marxistas leninistas. Años después, Unzueta afirmaría que el marxismo leninismo es un tunel siniestro, pero que, paradójicamente, sirvió a gran parte de nuestra generación vasca para salir de ya entonces incipiente terrorismo etarra. Es verdad que otra parte se esforzó en reconstruir la banda, y lo logró. Pero lo cierto es que, entre 1970 y 1972, ETA fue un grupúsculo residual, insignificante e incapaz de realizar atentados.

Patxo Unzueta, que, como otros dirigentes de la antigua ETA, había abandonado sus estudios de Económicas para pasar a la clandestinidad, se tituló en Periodismo tras volver del exilio. Dirigió la delegación de ‘El País’ en Bilbao y marchó después a Madrid, a trabajar en la redacción de dicho diario. Además de producir innumerables columnas y tribunas de opinión, se encargó de escribir los editoriales del periódico, junto a Javier Pradera. Mantuvo, a su modo, una clandestinidad democrática. Sin hacerse notar, Patxo fue uno de los más influyentes formadores de opinión en España durante casi tres décadas, entre el siglo pasado y el actual.

Le dediqué mi biografía de Unamuno (nuestra común pasión bilbaína) porque nadie como Patxo supo entender su obra y amar su memoria. Cuando, alguna vez, me lamenté de la inutilidad de lo que habíamos hecho o tratado de hacer en el terrible tiempo que nos tocó vivir en el país vasco, me rebatió tajante: «No fue así del todo –dijo–. Sin saberlo, estábamos construyendo la libertad». En su caso, nadie puede ponerlo en duda.

OPINIÓN

es-es

2022-07-02T07:00:00.0000000Z

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https://lectura.kioskoymas.com/article/281698323441986

Vocento