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El BCE anuncia una recesión para 2023 si Putin corta el gas

►Avisa de que la inflación continuará por encima del 2% hasta 2024 y de que sus compras de deuda de países acarrearán políticas de estabilidad presupuestaria

BRUNO PÉREZ MADRID

Advierte de que la inflación continuará por encima del 2% hasta 2024 y de que la compra de deuda de países les obligará a políticas de estabilidad

La Europa del euro encara al menos tres años más de fuertes subidas en los precios de los bienes y los servicios y a poco que las cosas se tuerzan, un año de recesión económica: el próximo 2023. El escenario «casi apocalíptico», según la definición del director de Economía del Banco Central Europeo (BCE), el español Óscar Arce, que hace unas semanas se antojaba como remoto en las proyecciones de la institución con sede en Fráncfort, aparece ahora si no como probable sí como no descartable a la vista de la persistencia de la espiral inflacionista y la amenaza cada vez más firme de un corte total del suministro de gas desde Rusia el próximo otoño.

La maniobra de Putin de bloquear la llegada de gas a Europa a través del gasoducto Yamal, que discurre por Polonia, y el incremento automático del 11% en los precios futuros del gas que eso provocó, junto a los nuevos problemas con las cadenas de suministros y el encarecimiento de los alimentos, han zarandeado el cuadro de proyecciones elaborado por el BCE, y según reconoció ayer Óscar Arce, en el marco de una conferencia en los cursos de verano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander, más que probablemente llevarán a una revisión a la baja de sus actuales previsiones de crecimiento para los ejercicios de 2022 y 2023 y una revisión al alza de las de inflación.

La magnitud de la revisión dependerá del curso que tomen los acontecimentos, pero desde el BCE ya descuentan que si Rusia decide cerrar el grifo del gas a la Europa Central y Occidental el próximo otoño las potenciales consecuencias para las economías del euro serán más que significativas.

El cuadro de estrés perfilado por la institución presidida por Christine Lagarde plantea un precio del barril de petróleo entre los 170 y los 180 dólares, casi el doble que el actual; un precio del gas tres veces más caro en los mercados energéticos; y un encarecimiento aún mayor del precio de los alimentos, uno de los factores que según Arce más preocupa en Fráncfort a día de hoy.

El impacto sobre las economías del euro de un entorno de esa naturaleza sería «muy significativo». La inflación se mantendría cerca de los históricos niveles en que se mueve estos últimos meses casi hasta 2024 y las economías del euro no solo experimentarían un severo recorte de su crecimiento este año sino que en conjunto entrarían en recesión en 2023, con una caída estimada del 1,7% (ver gráfico), que afectaría de manera muy especial a Alemania.

La parte tranquilizadora del asunto es que ese no constituye todavía el escenario más probable que a día de hoy baraja el BCE, que continúa previendo un crecimiento del 2,8% en el conjunto de la región para 2022 y un dato de inflación media del 6,8%. La inquietante es, según advirtió ayer en Santander el analista jefe del banco central, que todos los indicadores adelantados que manejan a estas alturas apuntan a un empeoramiento del crecimiento económico y a unas mayores tensiones inflacionistas. Hasta el punto de que Óscar Arce vaticinó ayer como más que probable una revisión a peor de ese escenario central.

Tres años de inflación alta

A la espera de esa revisión de sus previsiones de IPC y crecimiento que se producirá más pronto que tarde, el BCE ya ha modificado su discurso en referencia la inflación.

El relato que apuntaba a un fenómeno transitorio, que empezaría a corregirse después del presente verano y avanzaría hacia el nivel de referencia del 2% ya en 2023, ha saltado por los aires en las últimas semanas y ha dejado paso a un horizonte bastante más tenebroso.

El mensaje actualizado de Fráncfort apunta a una persistencia de los actuales niveles de inflación hasta finales de este año, con una moderación mucho más gradual de lo inicialmente esperado a lo largo de 2023 y un punto de llegada en 2024, cuando la tasa de inflación se aproximaría ya a ese 2% que constituye el objetivo central de la política monetaria del BCE. «Eso siempre que no se den nuevos ‘shocks’», matizó Arce.

Lo que le preocupa al BCE es que esa moderación del ni

vel de precios va a venir básicamente de los precios energéticos, que en algún momento encontrarán su techo, mientras que los componentes más estables de la cesta de precios van a presentar durante los próximos dos o tres años un nivel de encarecimiento sin precedentes. En otras palabras, que la inflación energética va a derivar en una inflación integral, más persistente, dañina para la economía y difícil de frenar. Ahí está para acreditarlo el IPC subyacente español, que según el dato de avance del INE se situó en junio en el 5,5%, una tasa no vista desde el año 1993. El papel de los países

Toda la Europa del euro mira al BCE. El Gobierno de España también, preocupado por la eventualidad de que una subida de tipos de interés demasiado agresiva dé al traste con una recuperación económica aún incompleta y que tiene a la economía española lejos aún de los niveles de PIB anteriores a la pandemia. En este contexto, el directivo del banco central reconoció ayer que la tarea del BCE con la política monetaria es «entre difícil y muy difícil».

El BCE puso punto final este viernes al histórico programa de compras de activos (títulos de deuda privada y soberana) que ha mantenido a raya las primas de riesgo de los países periféricos, entre los que se encuentra España, desde el año 2014 y el próximo hito en el camino es la primera subida de los tipos de interés del euro desde julio de 2011.

Se abre una nueva era en la que el BCE aspira a mantener el principio asentado por Mario Draghi de «hacer todo lo necesario para garantizar la estabilidad del euro», pero con un nuevo kit de herramientas cuyo instrumento más emblemático será en principio el mecanismo antifragmentación anunciado semanas atrás por Christine Lagarde para apaciguar las primeras turbulencias en los mercados tras el giro en la política monetaria.

Desde ese anuncio el debate gira en torno a si el BCE va a acompañar la eventual activación de ese mecanismo con algún tipo de condicionalidad hacia los países beneficiados o no. Óscar Arce dio ayer pistas al respecto al deslizar que la nueva herramienta «preservará los incentivos a los países miembro para que lleven a cabo políticas favorecedores de la estabilidad presupuestaria», lo que parece confirmar el intercambio de financiación a cambio de medidas que auguraba e incluso esperaba el mercado.

Este advirtió de que la política monetaria no puede ser el único instrumento para luchar contra la crisis y que los países deberán hacer uso de sus políticas fiscales para resolver sus problemas. «Hay políticas que están mejor equipadas que la monetaria para dar respuesta a las vulnerabilidades específicas de cada país o región», remachó ayer.

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2022-07-02T07:00:00.0000000Z

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