Los avances tecnológicos y la inteligencia artificial, toda la abundancia que mueve la ciencia en nuestros días, nunca son suficientes para someter a la única fuerza de la naturaleza que resiste ingobernable: el tiempo, el clima, la temperatura ambiente... Programan los sabios del Tour, directores, preparadores y técnicos, una larga cambiada en el estreno de la carrera en función de los pronósticos. Llueve en Copenhague y se espera más agua hacia las seis o las siete de la tarde según las predicciones, cuando se cierra la contrarreloj de 13 kilómetros por las calles del centro de la capital de Dinamarca. La crono se disputa a la inversa: las figuras salen al principio para evitar el aguacero. Pero el tiempo es caprichoso, incontrolable. No llueve en el tramo final. Las estrellas se han merendado el agua, y los que salen al final, con la pista seca, aprovechan la ventaja en las 22 curvas del trazado. Wout van Aert, el prodigio belga, un 4x4 de alta gama capaz de ganar etapas del Tour 2021 en la montaña, la contrarreloj y el esprint, saborea el primer maillot amarillo con una secuencia imponente de apellidos a su espalda: Pogacar, Ganna, Van der Poel, Vingegaard, Roglic. Todos en once segundos, nada. Pero la victoria es para uno de los gregarios que sale al final, Yves Lampaert. Sorpresa total. Enric Mas, el español para la general, pierde mucho, 48 segundos con Pogacar.

Van Aert es un tipo feliz en el sillón eléctrico que acredita al vencedor de las contrarrelojes. Reposa colorado por el esfuerzo después de quitarse el casco de Red Bull, el único en el pelotón, que se ve más que el espónsor de su equipo Jumbo. Está pletórico en el asiento, ninguna de las estrellas del Tour mejora su tiempo.

Aunque brille con fulgor como la estrella que es, Van Aert luce en el Jumbo como tercer apellido en la lista de prioridades. Roglic y Vingegaard, que casi empatan en la crono, aspiran a ganar el Tour a Pogacar usando la inteligencia táctica. Van Aert arriesga como un cosaco en cada curva, en cada pintura blanca de los pasos de cebra que desliza como una pista de patinaje.

Ya no hay un dominador clásico, referencia única, como lo fue Fabian Cancellara, vencedor de cinco prólogos contrarreloj en el periodo de 2004 a 2012. ‘Espartaco’ era el compendio de los grandes especialistas de hoy: Van der Poel, que no parece en la forma de siempre; Pogacar, que da el nivel en la crono; Roglic, siempre fiable...

La contrarreloj es una pasarela de tecnología. Specialized presenta un casco de apariencia revolucionaria. Una braga-calcetín de color negro sujeta el yelmo por la barbilla del ciclista, tapando orejas, cuello y mentón. Una novedad que se incluye en la lista de ganancias marginales indispensables para ganar, tan celebrada por el Ineos (antiguo Sky), gobernador del Tour desde 2012 a 2019. «Se pueden ganar 26 segundos en 40 kilómetros», dice uno de sus responsables en el micrófono de Eurosport.

Sin embargo, el propietario del mejor tiempo es un ciclista que lleva un casco antiguo de la misma marca norteamericana, Ives Lampaert. Corredor belga camino de la veteranía, 31 años, cuya lucidez en la contrarreloj se refleja en un par de campeonatos de su país y en el Tour de Suiza. Especialista en adoquines, con buenas clasificaciones en la París-Roubaix y el Tour de Flandes, pero sin la aparente hegemonía como para imponerse a la nómina estelar con la que compite.

Enric Mas procede con cautela, tal es su carácter y el de su equipo. Por ningún motivo hubieran echado a perder el Tour en un giro empapado. No arriesga y cede 48 segundos en 13 kilómetros con Pogacar. Demasiado. «No podía más que asegurar, al contrario que otros corredores que se jugaban la etapa. Se me ha ido un par de veces la bici de atrás, pero no he caído. Con los pasos de peatones, las líneas, el desgaste del asfalto… era normal que fuese una contrarreloj peligrosa».