Kiosko y Más

Letizia vende

Lunes

aLlista de morosos de la Agencia Tributaria tiene siempre su alineación de famosos. Algunos son reincidentes,

como Paz Vega,o Patricia

Conde. Pero de pronto sale algún nombre nuevo, y es un entretenimiento. Por ejemplo, Makoke. Makoke fue mujer de Kiko Matamoros, pero es una sueca de Málaga, una valquiria del Guadalquivir. A contracorriente del tópico, estamos ante una rubia no tonta, y de rubia gasta una melena de relámpago, y de no tonta cuida como puede una vida de plató. A veces se mete en jardines, como tantas otras, aunque no milita en la tontuna de hacerle ascos a la prensa, que es lo que también hacen tantas otras. La conozco de antañazo, antes, incluso, de que la conociera Kiko Matamoros, que es un duro al que el corazón de púgil le brincó de emoción al vislumbrar a esta criatura dorada, bella y alegre que en una época parecía recién llegada desde una playa de portada de ‘Sports Illustrated’. Se comprende el deslumbramiento, que es como escribir que se comprende el enamoramiento. Pero aquello se acabó, y yo ahora no les sigo la trifulca posconyugal. Fue Makoke maniquí, y estuvo de modelo en el ‘Telecupón’, y otros sitios, pero recordar estas cosas ya da un poco igual, porque

Makoke es noticia en sí misma, a nada que te pares a sopesar su lámina. Lo que quiero decir es que resulta una española de rareza, porque parece una holandesa que fuera australiana, o algo así. Parece una vikinga del sur. En Makoke se ve la mujer que gasta el optimismo de la belleza, y también la belleza del optimismo. Ya digo que la frecuenté en sus principios, cuando coincidía en sus viajes ilusionados con Naomi

Campbell, rato arriba, rato abajo, y siempre resultó una guapa de poco o ningún enfado, una criatura de trato estival, y fácil, como si en su vida siempre fuera agosto, como si en su vida el verano siempre le fuera por dentro. Y así hasta hoy, más o menos. Era hermosa, positiva, vitamínica. Era. Ha pasado el tiempo, y es musa de Hacienda.

Martes L

as hijas de las madres que amamos tanto (o no tanto), tienen lujuria en la cirugía estética, y ya empiezan a ser todas la misma guapaza: siguen en la belleza la rutina de la semejanza.

Miércoles D

e pronto, Paquirrín no sale en las revistas. Y obviamente no lo echamos de menos.

Jueves P

alabra de premio Nobel: «Desmiento categóricamente que Isabel y yo vivamos separados».

Viernes H

a triunfado Letizia en la cumbre, pero en la zona amenidades. Cumple entre bien y muy bien, pero se le reconoce poco la hoja de servicios, o muy poco. Una reina no tiene ningún día libre, pero sí entiendo que tiene algún rato libre, y en ese rato libre se concede a veces Letizia un recreo de particular, lejos de los horarios de protocolo. No hablo de estos días, sino en general. Quiero decir que hay una Letizia previa a la Reina, y antes a la Princesa, una Letizia que ya es una Letizia interior, y que procede cultivar, porque nuestra protagonista no nació en palacio, como su marido, o sus hijas. De modo que sus recreos miran para adentro. Al menos, un rato. Uno ve, en la Reina, que está ya bien instalada en lo suyo, que es el cargo o título con total dedicación, y aceptación en la muchedumbre. A Letizia le han criticado mucho el temperamento vivo y los tacones altos. A Letizia le han criticado mucho los modelazos de hombro al aire y también la delgadez de rubia desvelada. Incluso que se habla poco o nada con las cuñadas. A Letizia es que la critican siempre, haga lo que haga. Siempre se equivoca de zapatos, aunque ese día no lleve zapatos. A algunos les ha parecido regular que un día de la Cumbre llevara alpargatas, esas mismas que Jill Biden corrió a comprarse. A menudo la titulan como la más elegante de las reinas en vigor, pero suele dar igual, porque hay un costado de la calle que la mira regular. Yo me topé con ella en un Corte Inglés, en Madrid, a última hora de la mañana de uno de esos viernes en los que, en efecto, ella hace un poco o un mucho su vida de particular. Nos saludamos de golpe como si fuéramos dos vecinos del barrio, entre el asombro y el susto, y esto lo digo para los dos. Hicimos tertulia de menudencia, en un principio, y enseguida comprobé que cargaba mucha preocupación por la imagen de la Familia Real, y que ya se había librado mucho de la obsesión de lo que la prensa dice o no dice de ella: «Mira, yo ya sé que lo mío vende. Sea verdad, o sea mentira, que generalmente es mentira». Letizia es un tema infalible para las tertulias de peluquería, y para las otras. Vende. Por eso aún la discuten algunos. Pero resulta siempre mejor que sus detractores.

GENTE

es-es

2022-07-02T07:00:00.0000000Z

2022-07-02T07:00:00.0000000Z

https://lectura.kioskoymas.com/article/282664691083586

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