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Aragonès aplaza destituye a su vicepresidente de Junts e intenta salvar el Govern independentista

►El ‘president’ descarta presentarse a una cuestión de confianza como le piden sus socios, Junts, y la CUP ►Los de Borràs exigen que ERC se coordine con ellos en Madrid y cree una dirección estratégica independentista

DANIEL TERCERO / ÀLEX GUBERN BARCELONA

Aragonès advierte de que «las desconfianzas no ayudan» a que el Govern pueda afrontar los objetivos

Primera crisis cierta y fáctica en el Govern catalán desde que Pere Aragonès es presidente de la Generalitat. Anoche, pasadas las 23:10 horas, Aragonès destituyó a Jordi Puigneró, vicepresidente autonómico y hombre fuerte de Junts en el ejecutivo, por «falta de confianza» después de que este tuviera conocimiento de la propuesta de su partido, en el debate de política general del martes, que exigió al presidente catalán que presentara una cuestión de confianza, y no le informó de ello. Este miércoles, Aragonès dio un golpe encima de la mesa, después del órdago lanzado por una formación que sigue teledirigida desde Bruselas. Se desconocen las consencias políticas. Hoy, a las ocho de la mañana se reúne telemáticamente la cúpula de Junts para responder al cese.

El de ayer fue un día maratoniano lleno de reuniones del ‘president’ con su equipo de confianza, de una reunión extraordinaria del Govern y de un encuentro de Aragonès con Jordi Turull, secretario general de Junts. A lo largo de la jornada estuvo sobre la mesa la posibilidad, incluso, de una ruptura total del gobierno, con la salida del partido de Borràs del ejecutivo. Al final, Aragonès optó por un cese, que deja vacante el cargo de vicepresidente, que le corresponde a Junts por el pacto de investidura firmado con ERC.

De esta manera, Aragonès trata de cerrar la última crisis entre los socios del Govern y cuya respuesta corresponderá, ahora, a Junts. Estos tienen que decidir el nombre de la persona que sustituye a Puigneró o si apuestan por salir del ejecutivo autonómico, tal y como defiende un sector del partido encabezado por la presidenta de la formación.

«Las desconfianzas no ayudan», indicó el presidente de la Generalitat durante su comparecencia ante la prensa desde la Galería Gótica del Palau, rozando la medianoche, para indicar que, ahora mismo, los ciudadanos necesitan «gobiernos estables» y «cohesionados», por lo que no piensa presentar una cuestión de confianza, como le pide Junts. «Sería del todo irresponsable», añadió, porque si el presidente la pierde sitúa el gobierno en una posición de «interinidad».

Poco antes de la declaración de Aragonès, Borràs y Turull, junto a otros consejeros y altos cargos de Junts, salieron del Palau acompañando a Puigneró. Todos con caras largas y sin hacer declaraciones a la prensa. Momentos antes, otros consejeros fueron saliendo del Palau. Se daba así por concluida una jornada que arrancó a primera hora de la mañana con la suspensión de la agenda de Aragonès, para iniciar las reuniones con su equipo; poco después, convocar una reunión extraordinaria del Govern; y, finalmente, verse con Turull.

Relación insostenible

Todo para constatar que la relación de ERC y Junts en el Govern es insostenible, aunque Aragonès aseguró que «desea» mantener la coalición. Pero ninguno de los dos protagonistas que gestionan la administración autonómica quiere dar el paso de romper la coalición. Eso supondría asumir un coste personal, político y social.

Aragonès trata de pilotar un barco con múltiples fugas de agua y la dirección de Junts, en lugar de achicar, se emplea a fondo para que la nave no llegue a buen puerto. Caos político en la Generalitat, entre órdagos y ultimátums. Faroles y ceses, pero sin rupturas. Al menos, de momento. En el fondo de la enésima y –esta, sí– crisis está el control de la Generalitat.

El presidente autonómico dijo basta ayer por la mañana, solo unas horas después de que el martes por la noche Albert Batet, presidente de Junts en el Parlamento catalán, le pusiera sobre la mesa la necesidad de que presentara una cuestión de confianza, a no ser que diera respuesta positiva a las tres exigencias planteadas desde hace semanas por su grupo. A saber, reformular la mesa de diálogo con el Gobierno, establecer una dirección estratégica del independentismo y que ERC y Junts se coordinen en el Congreso, para llevar a cabo una política común. Toda una humillación, para Aragonès, que había planteado la ‘vía canadiense’ como su gran apuesta.

Así, a primera hora de este miércoles dio un golpe sobre la mesa, suspendió su agenda oficial y se encerró en el Palau con su equipo más cercano, incluyendo la consejera de Presidencia, Laura Vilagrà, para establecer una estrategia que, finalmente, desembocó en el cese de Puigneró. Antes, a las cinco, reunión extraordinaria del Govern.

Aragonès se mostró duro y contundente, según señalaron fuentes del Govern, y les pidió respeto, confianza y lealtad. Los siete consejeros de Junts escenificaron unidad al entrar al Palau todos juntos, defendieron la posición oficial, es decir, ERC debe cumplir con las tres exigencias, recogidas en el acuerdo de investidura, aunque alguno de los consejeros no están a favor de mantener este órdago.

Al acabar la reunión extraordinaria del Govern, Aragonès se encerró en el Palau con Turull, e intercambiaron puntos de vista durante más de tres horas, hasta casi llegar a las once de la noche. Según apuntaron fuentes del Govern, el ‘president’ dio varios días a la dirección de Junts para que decida si mantiene su confianza y lealtad a la máxima autoridad catalana; y avanzó que no presentará una cuestión de confianza.

El paso dado por Aragonès abre una nueva etapa en lo que queda de legislatura, que apenas ha arrancado. Cataluña sigue instalada en la inestabilidad.

Los consejeros de Junts en el Govern respaldan que el presidente se presente a una cuestión de confianza, lo que crea más inestabilidad

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