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Carreras y derrapes en la recta más endiablada de El Cañaveral

►Los vecinos advierten del aumento de piques en los últimos meses, dentro de una zona huérfana de bases policiales

AITOR SANTOS MOYA MADRID

Una recta, tres rotondas, 800 metros de adrenalina pura. ¿Peligros? Demasiados... y también cortes de inyección, rechinar de ruedas o aceleraciones infinitas. De un tiempo a esta parte, la vía que conecta el nuevo desarrollo de El Cañaveral con su futuro polígono se ha convertido en un improvisado circuito de carreras. Las ‘KDDs’ (quedadas, en el argot) se suceden en la avenida de Miguel Delibes, un lugar al que acuden decenas de vehículos tuneados para deleite del resto de concentrados. Sobre el papel, las normas están claras: prohibidos cortes, lanzadas y derrapes. Y la música a un volumen limitado. El problema llega cuando pequeños grupos organizan por su cuenta las carreras o esperan al final de los ‘eventos’ para dar rienda suelta a su controvertida afición.

El Cañaveral, uno de los barrios con mayor proyección del área metropolitana, acoge ya a 14.000 vecinos (más de 11.000 empadronados), lo que supone un crecimiento espectacular desde que hace seis años fueran entregadas sus primeras promociones. Una vez finalizado se estima que la población alcance los 40.000 habitantes; pero, hasta entonces, los residentes deben convivir con una maraña de obras y el consecuente trasiego de camiones. La vida en este enclave, desprovisto a día de hoy de dotaciones básicas como colegios, centros de salud o bases policiales, transita entre lo que es y lo que podría llegar a ser. Una grieta que los amantes de la velocidad aprovechan para hacer de las suyas sin ser sorprendidos.

Pese a todo, el trazado está bien estudiado. La rotonda central, a la que se puede acceder por la salida 22 de la M45, representa su particular atalaya. Dada la elevación de la misma, los infractores pueden controlar desde allí la llegada de la policía y contar con el margen suficiente para poner fin a las maniobras ilegales. La bajada, además, es aprovechada por los participantes para triplicar la velocidad permitida (50 km/h, al ser una vía urbana de dos o más carriles por sentido de circulación). Precisamente, la anchura de la calzada, con hasta cuatro carriles si se incluye el de estacionamiento, es otro de los elementos clave para la selección de la zona.

«Es un problema que venimos sufriendo desde hace años», comenta Fran, uno de los portavoces de la asociación vecinal de El Cañaveral, que advierte también de que pueden llegar a juntarse hasta medio centenar de coches. «Normalmente están los jueves y los domingos; a partir de las diez de la noche, ya se empiezan a oír los ruidos y a lo mejor se alargan hasta las dos de la mañana», añade, consciente de la dificultad actual para poner coto a los implicados. Este verano, los moradores han dado la voz de alerta de forma recurrente, pero la distancia física entre la comisaría de Policía Nacional que atiende en El Cañaveral (la de San Blas, ubicada a diez kilómetros) y la unidad integral del distrito Vicálvaro de la Policía Municipal (a cinco kilómetros) retrasa sobremanera las intervenciones.

La plataforma vecinal ha manteni

do diversas reuniones con ambos cuerpos en las que han trasladado el temor a que se produzcan atropellos u otros accidentes relacionados con esta práctica. «Ellos son conscientes, pero tampoco pueden mantener un puesto fijo de vigilancia», asegura el portavoz. Sin ir más lejos, el pasado jueves, un Volkswagen Golf R32 estuvo a punto de colisionar con otro coche ajeno a la arriesgada circunstancia. Además de la avenida Miguel Delibes y el incipiente polígono, donde algunos conductores aprovechan para quemar rueda, los residentes asentados en la otra cara de El Cañaveral denuncian que en el entorno de las calles de Victoria Kent, Pilar Bellosillo, Luis Ocaña y Ferenc Puskas no es extraño escuchar los trompos de vehículos en una zona, esta sí, íntegramente residencial.

Muy jóvenes

Fuentes policiales explican a ABC que los pilotos suelen ser personas muy jóvenes, en su casi totalidad varones, y que rara vez conducen en estas quedadas bajo los efectos del alcohol y las drogas. «Es un mundillo bastante cerrado porque todos se conocen. Fuera de la capital utilizan los polígonos industriales», sostienen las mismas fuentes, que distinguen entre dos tipos de seguidores. Por un lado, están los aficionados, que «tunean un poco el coche» y les gusta correr; y por otro, los que llevan el vehículo más preparado, «le bajan la amortiguación para reducir la resistencia aerodinámica y que este no haga barca al tomar las curvas más rápidas». Los expertos coinciden: cuanto más pegado vaya el turismo al suelo, más adherencia y más posibilidades de ganar.

Lejos de los clichés del cine, hay ocasiones en que los conductores pueden apostar cantidades de hasta mil euros, pero nada de poner en juego las máquinas con las que compiten. Las ‘KDDs’ se llevan a cabo por mensajería instantánea y redes sociales. Algunas de ellas se publicitan en TikTok de forma oficial (con cartelería y aviso previo de facilitar la matrícula a las autoridades en caso de infracciones), aunque también están las más clandestinas. Y para muestra, un botón: «Si quieres revancha, ‘primo’, solo hay que ir al Cañaveral. Y allí, en El Cañaveral, pues nada, ya se verán allí las cosas, ¿vale, ‘primo’?».

MADRID

es-es

2022-09-29T07:00:00.0000000Z

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