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Ese trapo

Ningún diciembre me encontró tan melancólico viendo la vuelta del cainismo, la formación de hecho de un Frente Popular en España

LUIS DEL VAL

NO recuerdo la fecha, pero era a principios de 1976. Sí tengo claro que se trataba del Hotel Lotti, en la rue Castiglione, muy cerca de la Place Vendôme. Me había llevado Mario Rodríguez Aragón, que había sido mi director en ‘Sábado Gráfico’, y que había tenido que huir de España por pertenecer al Partido del Trabajo, que se situaba algo más a la izquierda del comunismo tradicional. A pesar de ser cuña de la misma madera, se llevaba bastante bien con Santiago Carrillo, a quien me presentó. Casi, enseguida, llegó José Luis de Vilallonga, marqués de Castellví, y charlamos durante unos minutos, hasta que me dejaron solo y, los tres, se marcharon a la reunión de la Junta Democrática, a la que pertenecían.

La razón de mi presencia en la capital francesa era llevarle algo de dinero a Mario, que me había dado su esposa, Ana, en Madrid. Yo sabía de dónde procedía ese dinero: de la venta de una colección de monedas, que se iba achicando, poco a poco, porque los exilios, entonces, no los subvencionaba nadie. Que estuvieran juntos el secretario general del PCE, un rival, como Mario, casi prochino, y un noble, amigo personal de Juan Carlos I, resultaba algo mareante para un tipo que acababa de entrar en el decenio de la treintena, y acababa de ser padre. A la salida del hotel, vi descender de un taxi a uno de los lideres de la Democracia Cristiana.

Luego, sucedieron muchas, muchísimas cosas, y bastantes continúan vívidas en mi memoria, pero cuando se acercan estos días recuerdo con claridad aquél viaje de vuelta a Zaragoza, desde París, en mi R-8, acompañado solo de las impresiones de un par de días, donde había asistido, en fila preferente, al bullir de un cambio político, tan necesario como difícil; y mi mezcla de esperanzas y miedos, de ilusiones y angustia, esa mayonesa de emociones en las que está siempre la incertidumbre de que, en cualquier momento, se pueda cortar. Y se pudo cortar, pero en aquellos españoles, herederos sin duda del garrotazo goyesco y del cainismo, el aceite de la generosidad pudo mucho más que el sectarismo, y con sustos, con parones, con congojas, incluso con muertos (diciesiete personas fueron asesinadas por ETA, en su intento de provocar otro golpe militar) pudo salir adelante la Transición, y la Constitución que mañana se vuelve a conmemorar.

Y, en este casi medio siglo, ningún diciembre me encontró tan melancólico viendo la vuelta del cainismo, la formación de hecho de un Frente Popular, y la anécdota, que es ya categoría, donde una profesora llama, a la bandera que aceptó Carrillo, «ese trapo» . Y, desde luego, mientras me queden fuerzas, seré fiel a quienes trabajaron y fueron perdiendo patrimonio, y, los que tuvieron la peor suerte, murieron asesinados, y complicaron la vida de sus familias para que los demás pudiéramos vivir en paz.

OPINIÓN

es-es

2022-12-05T08:00:00.0000000Z

2022-12-05T08:00:00.0000000Z

https://lectura.kioskoymas.com/article/281642489200537

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