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Vigilancia extrema en las calles y en las universidades

▶ La Policía de la Moral fue creada tras la revolución de Jomeini en 1979

FRANCISCO DE ANDRÉS MADRID

Pocas realidades son más elocuentes del carácter teocrático y machista del islam político iraní que la existencia de la ‘ policía religiosa’, la Ghast- eErshad. Su función va mucho más allá de la vigilancia de que las mujeres porten el velo islámico en los espacios públicos. La Policía de la Moral vela por el cumplimiento de un abanico de normas, en particular la vestimenta general de las mujeres, el exceso de maquillaje, la separación de sexos en la vía pública, e incluso que los varones no lleven cortes de pelo considerados «poco islámicos».

La Ghast-e-Ershad iraní tiene miles de miembros y está bajo la supervisión del Ministerio de Interior y en última instancia del Líder Supremo, el ayatolá Alí Jamenei. Se cree que están apoyados por los Basij, una fuerza paramilitar muy adoctrinada que se creó tras la revolución de Jomeini en 1979 y cuenta con muchos voluntarios, entre ellos mujeres.

La Policía de la Moral opera en los lugares donde se da más concentración humana en las ciudades, y de

La Policía de la Moral tiene miles de miembros y está bajo la supervisión del Ministerio de Interior y del Líder Supremo

modo más discreto en los campus universitarios. Aquí, donde es más fácil la interrelación entre chicos y chicas y estas pertenecen a un nivel social y cultural alto, la labor de los vigilantes es más difícil. En la ciudad, en cambio, su presencia es fácil de distinguir. Suelen actuar en patrullas de seis policías, junto a un furgón aparcado en centros comerciales, plazas y estaciones de metro; cuatro son varones y dos mujeres, cubiertas por lo general con el chador (el velo islámico integral), que permanecen dentro del furgón.

Identificar transgresiones

Los varones identifican a los transgresores de las normas de la ‘sharía’ y los fuerzan a entrar en las camionetas, donde son interrogados y con frecuencia golpeados si oponen resistencia. Este habría sido el caso de

Mahsa Amini, como el de muchas otras jóvenes en las últimas décadas. Los detenidos son con frecuencia trasladados a comisaría, en el argot ‘centro correccional’, donde se les alecciona sobre cómo deben actuar o vestirse ‘con moralidad’. Algunos salen a continuación, acompañados por un pariente que es convocado, con una advertencia formal o con una multa. Otros van a prisión. Y algunos como Mahsa van al hospital y a la morgue. La causa oficial de su muerte: un ‘ataque repentino al corazón’.

Los agente del Ghast-e-Ershad tienen poder para determinar si las mujeres llevan correctamente el velo –o ‘ hiyab’–, si tienen exceso de maquillaje, o si el resto de la vestimenta es adecuado. Están prohibidos los pantalones demasiado ajustados, o los ‘jeans’ rotos, y en general el atuendo que consideren llamativo. El clero chií iraní que controla el país desde 1979 tiene una especial obsesión con el atuendo de la mujer porque considera que, sin control, es una fuente de t entación l asciva para el hombre, quien, a su vez, podría abusar de ellas. El resultado práctico es la segregación de la mujer de la vida pública, aunque el régimen jomeinista no haya podido impedir su acceso a la educación, donde sí incide el islam de los talibanes, hoy en Afganistán.

En el régimen islamista de Arabia Saudí –controlado por una secta suní radical, la wahabí– existe también una policía religiosa no menos disuasoria que la iraní, aunque no haga por lo general ruido en los medios de comunicación occidentales. En gran medida porque la sociedad saudí es más dócil que la iraní; y en parte porque un amplio sector de la población está formado por inmigrantes, que se juegan el trabajo y la residencia en el rico reino petrolero.

Vela por el cumplimiento de normas como la ropa de las mujeres, el exceso de maquillaje o la separación de sexos en la vía pública

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2022-12-05T08:00:00.0000000Z

2022-12-05T08:00:00.0000000Z

https://lectura.kioskoymas.com/article/281925957042073

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