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El presidente sordo

La ley del ‘sí es sí’ demuestra que Pedro Sánchez no escuchó ni a los suyos porque no lo necesitaba, él es infalible

ALBERTO GARCÍA REYES

CUANDO Máximo Huerta dimitió de ministro al sexto día acusado de un fraude fiscal, fue a ver a Pedro Sánchez a La Moncloa para comunicarle su decisión. Pero no pudo hablar. El presidente le soltó un soliloquio sobre sí mismo en el que le terminó preguntando: «¿Cómo crees que pasaré a la Historia?». Esto lo ha contado Huerta en ‘El Hormiguero’. Habrá que escuchar la versión de Sánchez. O las versiones. Pero el breve ministro de Cultura ha pintado en dos trazos a nuestro salvador. Él consigo mismo en su más profunda yoidad es el centro del universo. Qué digo el centro: el incentro, el ortocentro, el baricentro y el circuncentro. Él es todos los centros. De hecho, de aquí a las municipales veremos cómo se erige en el prohombre del centro político, el epítome de la moderación. Al presidente no le interesan los problemas de sus propios ministros, imagínense los de los españoles, porque él va a pasar a la Historia como el epicentro, el hipocentro y el metacentro de todo nuestro progreso. Y cuando abandone el poder habrá gastado a besos el azogue del espejo de La Moncloa. El acoso a las instituciones será una exigua anécdota reflejada si acaso en las notas al pie de la Wikipedia. Porque los errores de Pedro Sánchez son en realidad aberraciones de sus adversarios. La ley del ‘sólo sí es sí’ pasará a la Historia por el machismo insoportable de la derecha, que repudia todo avance en los derechos de la mujer, no por el beneficio que han obtenido de ella 300 agresores sexuales. Sánchez es el tirano de su propia dictadura de la infalibilidad.

Todos nos equivocamos. A partir de ahí, la diferencia entre los buenos y los ineptos se mide con tres baremos: la gravedad del error, el tiempo de rectificación y la capacidad para equivocarse menos que la media. Las rebajas de penas y excarcelaciones a violadores son un error muy grave, especialmente si todos los consejos consultivos y organismos implicados te han avisado del disparate antes de la aprobación de esa ley. La demora en la corrección es aún peor porque cada minuto ha corrido en beneficio de los condenados. Y la media de equivocaciones del Ministerio de Igualdad es la más alta de la política española de todos los tiempos: una ley, un bodrio. Cien por cien de efectividad. Pero Pedro Sánchez ha sumado a estas tres unidades de medida otra más: la elusión de su responsabilidad. Ha culpado a la oposición de todos sus desaguisados, es decir, ha tratado de corregir sus errores con nuevos errores. Y para colmo ha aplicado la doctrina de los actos propios, que consiste en actuar en contra de una actuación previa, lo que supone la asunción implícita del fallo. Desde el Derecho Romano está activo este principio. Julio Cornelio Paulo dejó escrito esto hace casi dos mil años: «Factum cuique suum non adversario nocere debit», que quiere decir «a cada cual le debe perjudicar su propio acto, no a su adversario». Pero es difícil que Pedro Sánchez lo entienda porque, como ha desvelado Máximo Huerta, va a pasar a la Historia por no haber escuchado a nadie. Ni a los suyos. Sordo como una tapia.

OPINIÓN

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2023-02-01T08:00:00.0000000Z

2023-02-01T08:00:00.0000000Z

https://lectura.kioskoymas.com/article/281578064805426

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