Kiosko y Más

El tricornio

POR ÁNGEL EXPÓSITO Ángel Expósito es periodista

«¿Cuántos guardias habrá patrullando, informando, vigilando y escoltando, ahora mismo, mientras se lee este artículo, en cualquier lugar de España y del mundo a la vez que desde la política y la corrupción emponzoñan su uniforme? No hay derecho al desprecio que sufren ese guardia y su grupo, que me cuenta que llevan meses sin impresora en el despacho porque no hay presupuesto y que escanean con su propio móvil los documentos que envían al juzgado a diario»

NI el general del caso Tito Berni, ni la ex directora general dimitida por corrupción, o los cuatro generales que la escoltaban para la foto, han pensado en el honor de los miles de guardias civiles que, ahora mismo, se están jugando la vida. En tan solo un par de semanas hemos asistido a una sucesión de hechos, situaciones y declaraciones que deberían obligarnos a cierta reflexión. Y a la vergüenza. A saber y por orden de aparición: la detención e imputación del general Francisco Espinosa (más que implicado en la repugnante trama del diputado socialista conocido como Tito Berni); la indisimulada campaña del caso Cuarteles en boca de un insoportable Patxi López; la dimisión de la directora general de la Guardia Civil, María Gámez, y, la guinda, la estampa de los cuatro generales escoltando a la dimitida directora general mientras escondía la verdad en plena sobreactuación.

Y es que María Gámez dimitió (o ‘le dimitieron’) por corrupción. Ni más ni menos. Y los cuatro haciendo guardia detrás. Primera reflexión pues: ¿Ninguno de los aludidos anteriormente, (desde el imputado hasta los ‘escoltas’ de la foto, pasando por la experta inmobiliaria de los pisos en Málaga o el exlendakari gracias al PP), nadie ha reparado en el daño, la humillación y el desprecio a los miles de guardias civiles que, en este instante, se están jugando la vida por ti, por usted y por mí?

¿Nadie ha pensado en esos hombres y mujeres que se hicieron, de corazón, miembros de la Guardia Civil? ¿Y los alumnos que se están formando y entrenando en Aranjuez, Úbeda, Valdemoro, Logroño o Mérida... qué estarán pensando cuando miran hacia arriba? Recuerdo aquel viaje en Líbano desde Marjayoun, casi frontera con Israel, hasta Beirut. Al este... Siria y los imponentes Altos del Golán y al oeste... nuestro Mediterráneo. Y no se me olvidará jamás el ‘briefing’ sobre Oriente Medio que nos regaló el sargento de la Guardia Civil Castillo, al mando de la escolta de nuestro viaje. Años después pude visitarle en su puesto de San Esteban de Gormaz (Soria) con la misma vocación de servicio pero patrullando entre huertas y granjas.

Como aquellos guardias civiles en el control de entrada de la base de Qala e Now en Afganistán. Poco después un talibán suicida infiltrado reventó con una bomba al capitán José María Galera y al alférez Abraham Leoncio Bravo. Y aquella noche en Erbil, capital del Kurdistán iraquí, a nuestro regreso del bombardeo de Mosul, a punto de que cayera Daesh, tras cruzar el Tigris, atravesar Karakosh y el valle del Nínive, cuando dos hombres se identificaron como una pareja de la Guardia Civil.

¿Cuántos guardias habrá patrullando, informando, vigilando y escoltando, ahora mismo, mientras se lee este artículo, en cualquier lugar de España y del mundo, a la vez que desde la política y la corrupción emponzoñan su uniforme? No hay derecho al desprecio que sufren ese guardia y su grupo, ese que me cuenta que llevan meses sin impresora en el despacho porque no hay presupuesto y que escanea con su propio móvil los documentos que envía al juzgado a diario.

Yme viene a la cabeza la imagen de esa patrulla de la Guardia Civil, en pleno confinamiento por el coronavirus, repartiendo en bolsas los cuadernos con los deberes del colegio a los niños de la España vaciada que no tenían internet en casa. O a los que protegían al personal del juzgado que escapó por los tejados de Barcelona, mientras los hoy ya indultados Oriol Junqueras y los Jordis destrozaban sus vehículos en pleno bochorno del ‘procés’ independentista catalán. ¿Se imaginan a los miembros del Seprona esta mañana en sus motos monte arriba y abajo? ¿O el servicio de este fin de semana contra el narcotráfico en el Estrecho de Gibraltar desde la lancha o el helicóptero? Se me pone la carne de gal lina al recuperar la entrevista con ese buzo del GEAS que, agotado hasta la extenuación, llevaba horas y horas sacando del agua y salvando la vida a decenas de niños marroquíes en la playa del Tarajal, mientras miles de chavales invadían Ceuta enviados, literalmente, por su Rey. Pienso en esa jovencísima teniente, a la que conocí hace poco, mientras buscaba pederastas y monstruos navegando por la red desde su unidad contra la ciberdelincuencia de la UCO. Y pienso también en los que hoy estarán infiltrados en cualquier infierno o en los que te alejan del arcén y socorren al accidente de tráfico. Y en los que trabajan contra la trata de personas y en la lucha contra el terrorismo yihadista. Y, cómo no, me acuerdo por supuesto de los doscientos y pico guardias civiles asesinados por ETA, cuyos hijos, padres, viudas o novios ven que el mismo ministro que aplaude a la directora general dimitida por un caso de corrupción... premia con esos acercamientos penitenciarios a las bestias que les dejaron sin padre, marido o hija. Y, quizás, ni siquiera eso porque siguen sin que se les haga justicia al desconocer quiénes fueron los matarifes.

Insisto: no hay derecho. Y tengo la sensación de que les da igual. ¿Será consciente el general del caso Tito Berni de la vergüenza que genera entre sus camaradas? ¿Quién ordenó a los cuatro generales que se plantaran detrás de María Gámez mientras anunciaba su dimisión? ¿Ninguno de esos uniformados con tres estrellas de cuatro puntas pensó que esa imagen es un auténtico disparate?

Y aún aparece el ministro Grande-Marlaska elogiando a María Gámez, sin vergüenza alguna y hasta la exageración más ridícula. Los primeros interesados en limpiar su uniforme son los miles y miles de agentes vestidos de verde. Por su honor, por el riesgo, por sus familias y por nosotros. En definitiva, sobre esos guardias civiles de verdad con el auténtico honor como divisa... ¿De ellos quién se acuerda?

PD: Un guardia de los que llevan el lema grabado en el pecho me recordó un detalle mucho más que si mbólico: « Algo que ha caracterizado a l a Guardia Civil a lo largo de su historia es la comunión entre los uniformados, a través del tricornio, como única prenda de cabeza –de entre todas las uniformidades de FAS y FCSE– que es idéntica para un guardia raso o para un teniente general. Sin divisas, ni ribetes, sin galoncillos de ningún tipo» . En efecto, mucho más que un símbolo. Una especie de recordatorio que, en ocasiones, se olvida desde lo más alto cuando no se desprecia.

LA TERCERA

es-es

2023-03-28T07:00:00.0000000Z

2023-03-28T07:00:00.0000000Z

https://lectura.kioskoymas.com/article/281552295113905

Vocento