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Díaz y las consentidas

Belarra y Montero siguen como ministras, para restar y sumar

JESÚS LILLO

L Ode ayer a las nueve de la mañana, las ocho en Canarias y en el horario de invierno, no pasó de ser un cambio de cromos y de carteles electorales, nada que ver con la limpia que en julio de 2021 hizo Pedro Sánchez para sacar de la Moncloa y ponerles un estanco a Carmen Calvo y José Luis Ábalos, afectados por la aplicación práctica de lo que en las librerías de viejo se vende y conoce como manual de resistencia. Cuando a Yolanda Díaz –seguimos en el verano de hace dos años– le preguntaron por el blindaje y la integridad tribal de los ministros de Unidas Podemos ante la sacudida de alfombras y la polvareda de Sánchez, la vicepresidenta segunda señaló que su partido ya había hecho su propia crisis sectorial de gobierno: fue dos meses antes, cuando a Pablo Iglesias le dio por regresar a Vallecas como candidato autonómico, cunero de Galapagar, y azuzar a sus matones contra el fascismo. Quedó claro entonces, por las palabras de Díaz, que el artículo 100 de la Constitución Española –el que establece la facultad del jefe del Ejecutivo para formar y reformar gobiernos a través de los mecanismos del nombramiento y la destitución– se puede desdoblar en función de las necesidades y estrategias de las partes contratantes de una coalición en la que cada ‘sensibilidad’ mueve y quita sus fichas a conveniencia de parte. La figura del presidente demediado irrumpía así, a través de la política de hechos consumados, marca de la casa, en el ‘corpus’ legislativo de la crisis constituyente que anunció el magistrado Campos, ahora garante de la misma Carta Magna cuya relectura proclamó como empleado de Sánchez.

Los recambios ministeriales del presidente del Gobierno no responden –nunca lo han hecho, desde los tiempos de Illa, epidemiólogo y candidato– al interés general, sino a la planificación electoral de su partido. De la misma manera, la permanencia en el Ejecutivo de las dos ministras que más han contribuido en los últimos meses al desinterés general, Belarra y Montero, es responsabilidad exclusiva de Yolanda Díaz, que no ha querido ejercer la potestad constituyente e inconstitucional de darles boleto y mandarlas a Vallecas, en plan Airbnb. Nunca claras, sus razones tendrá la líder de Sumar, cuyo dontancredismo de postal y sondeo –no sabe, no contesta– se manifiesta en plenitud con la prórroga otorgada al dúo dinámico, que interpreta ‘Resistiré’ en los bises de la legislatura de los repertorios de resistencia. El consentimiento no se toca, repite Montero por las esquinas y las farolas, y Yolanda Díaz consiente, dispuesta a prorrogar una cohabitación de rellano con aquellas a las que quiere poner a buscar apartamento turístico en el barrio de Iglesias.

Si desde su ‘rentrée’ en Ferraz Pedro Sánchez no ha hecho sino laminar el partido cuyas siglas y señas utilizó para empoderarse, Yolanda Díaz ha hecho bueno el eslogan de «que nadie se quede atrás» para hacer lo propio con Unidas Podemos. Que la promotora de Sumar haya dejado pasar la oportunidad de ejercer su poder destituyente y librarse de Belarra y Montero no hace sino confirmar que las testaferros de Iglesias tienen aún capacidad para autodegradarse como ministras, sin utilizar el comodín de un victimismo al que ya recurrirán cuando dimitan.

OPINIÓN

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2023-03-28T07:00:00.0000000Z

2023-03-28T07:00:00.0000000Z

https://lectura.kioskoymas.com/article/281595244786865

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