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LAS CARTAS DE ZAMORA PARA QUE LA DICTADURA LE LEVANTASE LA SANCIÓN

ABC accede en exclusiva al recurso presentado por el portero ante la FEF, en 1940, para que le retiraran la sanción que le impuso la dictadura, a pesar de haber estado preso en una cárcel republicana y casi morir en Paracuellos

Por ISRAEL VIANA

«Comencé mi vida profesional en el F. C. Barcelona, en un tiempo en el que el ambiente político aprisionaba y regía todas las actividades. En Cataluña estaba duramente influido por la ambición separatista. Mis sentimientos profundamente españoles, de unidad y grandeza de la patria, me hicieron salir de ese ambiente que me asfixiaba y pasar al Club Deportivo Español, donde mi afinidad con sus sentimientos patrios era evidente», escribía Ricardo Zamora en agosto de 1940.

Fue uno de los argumentos esgrimidos por el guardameta catalán en el recurso presentado ante la Federación Española de Fútbol (FEF), para intentar que la dictadura le levantara una sanción de tres años por no viajar, durante la Guerra Civil, a la zona franquista. Seis folios llenos de detalles sobre su vida que no habían visto la luz hasta hoy. Los ha conseguido ABC en exclusiva, de mano de los descendientes de un alto cargo del régimen de Franco que intentó interceder por la estrella, después de que esta pasara meses en una prisión republicana y huyera después al exilio.

«De aquella salida mía del Barcelona [en 1922] –continuaba Zamora– se hizo eco la prensa por el sentido político de mi marcha, que no solamente no traté de eludir, sino que quedó reflejado en una carta que toda la prensa publicó y en la que decía: ‘Me marcho después de una excursión de tres años por el extranjero, aludiendo al Barcelona, a la tierra de mis amores, en referencia al Español, identificado con mi idea de la patria’».

No obstante, en aquel ambiente de represión que siguió a la victoria de Franco, las palabras del guardameta no deben interpretarse de manera precipitada, porque su ideología fue siempre una incógnita. ¿Estaba siendo sincero o simplemente trataba de sobrevivir, como otros españoles? «Es tan grave la sanción impuesta que, aparte del dolor que representa estar apartado de la única actividad que me produce medios económicos para vivir, supone moralmente un dolor más intenso, ya que, siempre vigía de los principios del Glorioso Alzamiento Nacional, en el momento en que estos se constituyen como las directrices del nuevo estado, es cuando llega mi durísima postergación», insistía.

Lo cierto es que en los meses previos al estallido de la guerra, Zamora alimentó la confusión en lo que respecta a sus ideas políticas. Para muchos era monárquico y católico porque escribía una columna en el diario conservador ‘ Ya’. En febrero de 1936, sin embargo, cuando los jugadores de Alemania hicieron el saludo nazi al inicio de un partido contra España en el Estadio de Montjuic, levantó el puño con actitud desafiante al sonar el himno republicano.

El 21 de junio, en cambio, durante la celebración en Valencia de la Copa de la República que logró ante el Barcelona –el mismo día que dijo adiós a su carrera como jugador con aquella impresionante parada a Josep Escolà–, Zamora concluyó su discurso como capitán con un «¡Viva Valencia, el Madrid y España». En ese momento, un periodista le gritó «¡y viva la República también!», pero el guardameta no se sumó. Esta indefinición le trajo problemas por partida doble, al ser perseguido y encarcelado por ambos bandos antes de la sanción que amenazó su carrera como entrenador.

Fichaje galáctico

En principio, Zamora no tenía nada que temer. Seis años antes, el Real Madrid había pagado 150.000 pesetas por su fichaje, una cifra desorbitada que tardó años en ser superada. Allá donde iba era tratado como una estrella. En julio de 1936, con 35 años, seguía siendo el gran héroe de la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Amberes 1920. Sin embargo, cometió un error. Al regresar de la final, el clima de inseguridad y violencia era tan grande que sus compañeros aprovecharon el permiso del club para marcharse de Madrid, pero Zamora decidió quedarse, intentando pasar desapercibido en medio del polvorín.

Al estallar la guerra, comenzó a ser

PARA MUCHOS ERA MONÁRQUICO Y CATÓLICO, PERO EN FEBRERO DE 1936 LEVANTÓ EL PUÑO EN UN PARTIDO CONTRA LA ALEMANIA NAZI EN MONTJUIC

hostigado por los republicanos y decidió refugiarse en casas de amigos, pero le detuvieron. Años después, su hijo recordó: «Venían a casa y se llevaban copas y medallas. Incluso su coche. Una vez en la cárcel Modelo, un miliciano recitaba cada día varios nombres que se llevaban y no volvían. A mi padre lo citaron varias veces y se llevó sustos tremendos. Lo que ocurría es que los comisarios encargados de la lista lo incluían para conocerlo».

Así sobrevivió el capitán del Ma-Madrid a las sacas de presos que, entretre noviembre y diciembre, causaron miles de muertes en Paracuellos. Varios historiadores indagaron sobre la identidad del salvador. Ramón Gómez de la Serna mencionó al poeta Luis Gálvez en una cróni-ca del diario argentino ‘La Nación’:: «La aparición de Gálvez en las cár-celes es una ráfaga de espanto. Se di-irige a los presos en actitud estrepi-itosa y tono grandilocuente. Juega conon las pistolas como un malabarista. De vez en cuando salva a un hombre. Unana mañana se presentó en La Modelo, sa-salió a un balcón del patio con un pre-re- so del brazo y pronunció a gritos: ‘He aquí a Zamora, el gran jugador inter-ernacional. Es mi amigo y muchas ve-veces me dio de comer. Está preso aquíquí y es una injusticia. Que nadie le toqueue un pelo. Os lo prohíbo’. Luego lo besó».

A mediados de noviembre fue puesto en libertad y, ante el temor a ser asesinado, se refugió con familia en la embajada argentina. «Ricardo se planteó salir, pensando que lo respetarían por su popularidad, pero lo disuadimos. Le habrían matado seguro», contó después otro refugiado de la embajada. En febrero del 37, el guardameta fue escoltado hasta Alicante y embarcó hacia Marsella, para ir después a París y a Niza. En esta última ciudad estuvo hasta diciembre de 1938, alargando su carrera como jugador dos temporadas más en el club de la ciudad. Al principio circuló la noticia de su asesinato por los republicanos. En Valladolid, incluso, se celebró una misa funeral en su honor y Queipo de Llano condenó su muerte en uno de sus feroces discursos radiofónicos.

El regreso

Cuando las autoridades franquistas supieron que Zamora estaba en Niza, le invitaron a regresar, pero en su recurso explicaba por qué no lo hizo: «El agregado de la Embajada, Edgardo Pérez Quesada, nos advirtió de que su Gobierno había dado la palabra al Gobierno rojo de que los evacuados no pasarían a zona nacional. No le di importancia, ante mi ansia de pasar a la zona española limpia de aquel ambiente podrido y criminal. Sin embargo, el señor Quesada me advirtió a mí particularmente que tuviese cuidado, bajo firma de un documento, porque dada mi popularidad, si se conociera mi paso a la zona nacional, perjudicaría a otros españoles que esperaban con ansia su liberación». Zamora regresó finalmente a España en agosto de 1938. Una ley del primer Gobierno de Franco en Burgos establecía que los huidos de la República que quisieran ingresar en la zona franquista, solo disponían de dos meses. A Franco no le sentó bien que hubiera tardado más de un año. Tampoco olvidaba el homenaje que le hizo, en 1934, el presidente republicano Niceto Alcalá-Zamora y las declaraciones del futbolista en París, publicadas por el diario ‘Sport’ el 2 de abril de 1937: «Jamás iré a Burgos. Decid en España que no soy un fascista». Fue detenido tras disputar un partido benéfico en San Sebastián y encarcelado esta vez por el bando contrario, pero liberado unos días después para evitar una polémica internacional. Entonces vino la sanción. En la carpeta antigua que contiene el recurso aparece escrito a lápiz: «Verano de 1940. Moscardó se negó a levantarle la sanción». Así ocurrió, por lo menos, en un principio, como consconstatatata un teletelegrama de disculpa que le envió a Zamora por no haber podido ayudarle y una carta del general Moscardó, jefe de la Casa Militar del Jefe del Estado, en la que expone sus razonnes: «Afirmar que la sususpensión le inhabilitlita a perpetuidad distata mucho de la realidadad. En último caso es biebien leve comparada con la inhabilitación absolusoluta y eterna que han sufrsufrido tantos deportistastas qque, al contrario, no vacivacilaron en pasar a la EspaEspaña nacional y entregargar ssu vida en el frente».

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2023-03-28T07:00:00.0000000Z

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