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Don Felipe: «Tenemos la oportunidad de que nuestra lengua sea cada vez más global»

«Es un gran patrimonio que tenemos que preservar», afirma en la apertura en Cádiz del Congreso Iberoamericano de la Lengua Española

BRUNO PARDO PORTO

Alas diez y media de la mañana, una treintena larga de jubilados estaban sentados frente al Gran Teatro Falla de Cádiz. Algunos en silla de ruedas, otros de plástico. Había nubes y soplaba la brisa, y el protocolo dictaba mantita. Llevaban más de una hora esperando, todo expectación. Es lo que tiene que monten un sarao a las puertas de tu casa –la residencia de mayores Fragela–: no te queda otra que salir a ver. «Aquí lo que falta es una tapita, el vasito de rebujito, como en la feria», soltó una enfermera, a carcajadas. «¿Qué es lo que había que decir?», preguntó una mujer. «¡Fe-li-pe! ¡Fe-li-pe!». Aún faltaba más de una hora para que el Rey entrara por la puerta para inaugurar el IX Congreso de la Lengua Española (CILE), pero el público siempre llega antes para calentar. Al final pudieron estrechar su mano. Misión cumplida: así se echa la mañana.

Dentro, el Rey fue recibido entre aplausos. «La gran convocatoria hispanista que vamos a celebrar se ha convertido, por su trascendencia, difusión y continuidad, en el acontecimiento más relevante del idioma español, y también, en buena medida, en el lugar donde se han sentado las bases de la política lingüística panhispánica», afirmó, ya desde el atril, fijando la importancia del asunto. Una importancia académica y política, por supuesto. Solo había que echar un vistazo a las primeras filas, que es donde se definen estas cosas: había escritores y ministros, representantes del Estado y de la Lengua. Lo mismo te encontrabas un alcalde que un poeta. Los dos con traje, claro.

El discurso de Don Felipe comenzó con un recorrido por la historia de estos congresos que fue, a la vez, un recordatorio de la potencia del español, en datos y hechos: es el segundo idioma más hablado del mundo, en el año 2100 lo hablará el 6,3% de la población mundial, América puede cruzarse sin cambiar de idioma. Y así. Pero el tema de la semana es el mestizaje. Por eso destacó que «el español, desde sus orígenes, es una lengua mestiza». «Este mestizaje trasciende a la convivencia social, a la enseñanza, y a todo el mundo cultural, literario, artístico, de las infraestructuras, de la arquitectura, la medicina o el derecho; y lo hace en todas las naciones que lo hablan. Que lo hablamos. Esperamos escuchar aquí, en Cádiz, las bellas palabras provenientes del náhuatl, del quechua, del quiché, del guaraní y de otras lenguas amerindias». Y no es difícil escuchar música por aquí.

«Tenemos la oportunidad de que nuestra lengua, además de universal, sea cada vez más global. La lengua es uno de nuestro grandes patrimonios que tenemos que preservar, que cuidar, pero también impulsar», aseveró el Rey antes de terminar, en un mensaje que era, al tiempo, un deseo y una petición y un deber. «La lengua nos une ahora y, por tanto, es un proyecto de futuro de mañana. Tenemos que saber aprovechar el momento. Esta es la hora del español, con todas sus voces, sus giros y matices, con todos sus acentos, con toda su riqueza y diversidad. No dejemos pasar la oportunidad que la Historia nos pone por delante. El siglo XXI debe ser el siglo del español. Hagámoslo posible».

La inauguración fue el reflejo de su naturaleza. Por el escenario desfilaron diferentes acentos y mensajes. Algunos más institucionales y políticos, otros más literarios, más personales. Y todo en una hora y media: se cumplió a rajatabla el horario. Qué cosa.

Luis García Montero, encorbatado y afeitado, empezó con un par de poemas: nada raro. Primero Vallejo y después Alberti. «El mar. La mar / El mar. ¡Sólo la mar! / ¿Por qué me trajiste, padre, a la ciudad?» . El director del Instituto Cervantes insistió en la realidad global del español («no puede ser patrimonio de ningún país, ni familia, ni persona») y repitió su teoría de la identidad como un concepto abierto. «Si hablamos de mestizaje, interculturalidad y lengua me gustaría que este Congreso hiciese suya una de las consignas más populares del Cádiz Club de Fútbol: ‘La lucha no se negocia’. Que así sea», sentenció, antes de volver a su asiento.

Enriquecimiento

Por su parte, Santiago Muñoz Machado, director de la RAE, reflexionó sobre los enriquecimientos causados por el contacto entre América y España. Y aunque mencionó que hay ensayistas que hablan de un «etnocidio», afirmó que la visión más extendida es que «el mestizaje hizo surgir comunidades más capacitadas para organizarse y ser felices» . La escritora y académica Soledad Puértolas abundó en la idea. «El gran hecho cultural en América Latina fue el mestizaje. Ese debe ser el sello del mundo hispano» . Mestizaje, por cierto, es una voz que se registró en el Diccionario de la Lengua Española en 1970. Fue el primero que incorporó un término así, y sirvió de modelo a otros diccionarios, como el de Oxford.

Todos se acordaron de Arequipa, de Kichi al Rey, de Juanma Moreno a José Manuel Albares, de Elvira Lindo a Muñoz Machado, etcétera. Allí iba a celebrarse el CILE hasta que el autogolpe de Estado de Pedro Castillo lo frustró: el congreso en Arequipa y el sueño de Mario Vargas Llosa, que quería una fiesta en su ciudad natal. Tal vez por eso el Nobel se ha quedado en Perú. Quién sabe.

Todos, también, alabaron la elección de Cádiz como sede (fuera el sol salía y se escondía, y con el calor y la playa es difícil no pensar en el paraíso). Dijo Kichi, el alcalde: «Cádiz tiene una luz distinta, especial, única. Una luz que se refleja en el mar, abriéndose a nuevas realidades, a nuevos mundos». Tuvo su gracia, aunque hay tantos colores especiales como ciudades en el mapa. Juanma Moreno, presidente de la Jun

«Celebrar un CILE en Cádiz es reconocer la plasticidad de la lengua. Aquí la pureza no existe», dijo Elvira Lindo durante su discurso

«El mestizaje hizo surgir comunidades más capacitadas para organizarse y ser felices», afirmó Muñoz Machado

ta de Andalucía, innovó en su elogio y señaló que Cádiz frenó a Napoleón «mientras de puertas adentro redactaban una constitución histórica que hablaba de libertad con acento andaluz y en un perfecto español».

Se usó mucho la palabra puente, encuentro, comunidad. Era el vocabulario del abrazo. De la diversidad.

Elvira Lindo, gaditana, tiró de memoria íntima y familiar para acabar haciendo una defensa del humor, la ligereza y la mezcla de culturas y sonidos sin complejos. «Aquí ponerse serio sería estúpido, es el templo laico de la cultura popular (...) Celebrar un CILE en Cádiz nos obliga al reconocimiento de la plasticidad de la lengua. Aquí la pureza no existe».

Sergio Ramírez, premio Cervantes y tantas otros méritos, denunció la falta de sentido del humor de las dictaduras. La cerrazón. Pensaba en Nicaragua, recordaba el exilio, pero el mensaje era universal. Brillaba en su fraseo la belleza del que vuelve a su hogar desde la distancia. «Si yo soy nicaragüense, lo soy a la manera de quien no puede ser otra cosa. Nicaragüense de mi lengua, que es la lengua en boca de todos, desde la que no hay exilio posible, porque la lengua me lleva a todas partes, me quita cárceles y destierros, y me libera. La lengua que nadie puede quitarme, de la que nadie puede desterrarme. La lengua, que es mi patria».

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2023-03-28T07:00:00.0000000Z

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