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«LOS CIUDADANOS NO SON CULPABLES, SINO VÍCTIMAS DE LA INFLACIÓN»

«A ver si España y Europa dejan de ser un sitio donde se hostiga a las grandes empresas y pasan a ser un sitio donde se crean y prosperan»

Por JOHN MÜLLER

Carlos Rodríguez Braun (Buenos Aires, 1948) es uno de los economistas más populares de España, no tanto por sus hallazgos económicos –es catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la Universidad Complutense de Madrid– sino por su enorme capacidad como divulgador. Él ha acuñado expresiones como «¡Buenos días, a pesar del Gobierno!» o la respuesta «¡Usteeeed señoooora!» cada vez que alguien pregunta quién pagará un nuevo (o viejo) impuesto. Fue comunista en su juventud, huyó de la dictadura militar en su país natal, Argentina, y al llegar a España tuvo como profesor a Pedro Schwartz, quien lo convirtió al liberalismo. Melómano, tiene una sección de ‘Canciones Económicas’ en Onda Cero y colabora en diversos medios. Su conocido buen humor no obsta para que esté considerado como uno de los mayores expertos en Adam Smith.

—¿Qué hay que saber cuando uno se enfrenta a una crisis?

— Lo que irreparablemente ignoramos: cuándo empieza, cuándo termina, su intensidad, dónde impactará más, dónde menos, y sobre todo: ¿qué hay de lo mío?

—¿Qué tipo de crisis es la que tenemos hoy?

—Una que no tenemos. No ha habido crisis sino un generalizado freno en el crecimiento. No sabemos aún si la habrá, es decir, si los ajustes monetarios y los desequilibrios hacendísticos empujarán a la economía hacia una nueva recesión o prolongarán un estancamiento.

—¿Se ha equivocado el Banco Central Europeo al tardar tanto en elevar los tipos de interés?

—La variable que vigilan los bancos centrales es su propia legitimidad. Por eso expanden la oferta monetaria y después la contraen, procurando obtener el mérito por el mayor crecimiento, pero no el reproche por la subsiguiente inflación y el menor crecimiento. No parece, de momento, que el BCE se haya equivocado en esa estrategia de imagen, aunque desde la izquierda se le empiece a reprochar su rigor, pero nunca la expansión previa, claro.

—¿Por qué las inyecciones de liquidez de los bancos centrales no han sido inflacionistas hasta que lo han sido?

—Esas inyecciones son inflacionistas, como sabemos desde la Escuela de Salamanca en el siglo XVI. También sabemos, desde Cantillon en el siglo XVIII, que la inflación nunca equivale a una subida igualitaria de los precios. La última vez que lo vimos fue en la crisis de 2007, porque la economía se derrumbó sin aumentos previos apreciables en el IPC. Hubo, eso sí, inflación de activos. Sospecho que la generalización actual de las subidas en el IPC tienen que ver con la escala de la política monetaria expansiva reciente. —¿Estamos haciendo lo correcto para frenar la inflación? —Objeción retórica: «estamos» sugiere que los ciudadanos somos responsables de la inflación, de la que en realidad somos víctimas perfectamente inocentes.

—¿De quién es la principal responsabilidad de frenar la inflación? ¿Del BCE o de los gobiernos? —De ambos, en ese orden. Y recordando siempre que son responsables de frenarla porque son los responsables de haberla creado y animado. Salvo que incurramos en la fantasía de creer que la inflación es culpa de Putin, de los salarios o de los beneficios...

—¿Han llegado a su fin las subidas de tipos de interés?

—Si yo supiera lo que va a pasar no me levantaría todos los días a las cinco de la mañana para ir a trabajar a la radio. Sospecho, solo sospecho, que los tipos subirán, y van a permanecer relativamente altos. —¿Volveremos a ver tipos de interés nominales negativos en un futuro próximo?

—No lo sé, pero no lo creo.

—¿Se equivocó el Banco Central Europeo con su política monetaria laxa del ‘whatever it takes’?

—Ya he dicho que los bancos centrales buscan su propia legitimidad, y en el caso de Draghi, con aquella frase supuestamente heroica, todo resultó un éxito, porque se le atribuyó nuestra salvación y no se pensó que esa laxitud daría lugar a contratiempo alguno. Es relativamente escaso el interés académico a la hora de considerar que la organización política del dinero, el crédito y la banca, puede fomentar los mismos problemas que intenta resolver.

—En España cada vez hay más gente que dice que entramos en el euro para que los bancos centrales dejaran de financiar los déficits de los gobiernos que destruían el valor de nuestras monedas y lo que estamos viendo es exactamente eso: un BCE que financia los déficits de los gobiernos. ¿Qué opina de esta crítica?

—Como diría el capitán Renault: qué escándalo, aquí se juega. Los bancos centrales fueron creados por los Estados para financiarse con más facilidad. Eliminaron primero el patrón oro, y más tarde el sistema de BrettonWoods, precisamente porque dificultaban esa financiación. Ahora estamos en la bonita fase de los bancos centrales independientes. Y, dentro de nada, el bitcóin estatal.

—¿Qué política fiscal habría que desarrollar en estas circunstancias?

—Bajar el gasto público y al mismo tiempo la presión fiscal y la deuda. Y ponderar las razones por las que todo ello resulta tan improbable. —¿Hay margen para reducir el gasto público? ¿Y para hacerlo más eficiente?

—Como viejo aficionado a la retórica me encanta lo del ‘margen’. Notará que cuando se habla del famoso margen para bajar el gasto público jamás se piensa en los ciudadanos que lo pagan, como si su margen, el margen de usted, señora, fuera un asunto baladí. En cuanto a lo de la eficiencia, es un peligroso señuelo, lo mismo que el ‘gasto superfluo’. Imagine usted un Estado perfectamente eficiente y sin un euro de gasto superfluo, pero que le arrebatara al pueblo todo la riqueza que genera. ¿Podría usted dormir por la noche?

—El Informe Anual del Banco de España ha puesto sobre la mesa el caso del estancamiento del PIB español que ya dura t r es l ustros. ¿Está de acuerdo con las razones que se han dado de este estancamiento?

—Creo que acierta el Banco de España en su énfasis en la productividad y sobre todo en la tasa de empleo y de paro en España, sistemáticamente por debajo y por encima del grueso de los países europeos. También comparto su crítica a las regulaciones laborales y tributarias que limitan artificialmente el crecimiento de las empresas. Se equivoca, a mi juicio, en su prédica políticamente correcta en favor de un mayor gasto público y una subida de impuestos sobre el consumo y con la previsible excusa medioambiental, todo dentro de la cansina ‘armonización’ fiscal. Y hay quien todavía sostiene que los bancos centrales son liberales.

—¿Qué deberíamos hacer para volver a converger con Europa en términos de PIB?

—Las autoridades españolas podrían imitar a Europa en lo que tiene de bueno, desde la apertura de sus mercados, empezando por el de trabajo, hasta su seguridad jurídica y estabilidad institucional. Y no hacerle ni puñetero caso en lo que tiene de malo, como en sus impuestos y sus regulaciones. A ver si España y Europa dejan de ser un sitio donde se hostiga a las grandes empresas y pasan a ser un sitio donde se crean y prosperan.

—Hay economistas que sostienen que el Banco Central Europeo, al asumir criterios sobre el cambio climático, pierde independencia y eficacia para cumplir su objetivo principal que es la política monetaria. ¿Cómo responde a esa opinión?

—Invitaría a esos economistas a que analizaran a los bancos centrales como lo que son: entes políticos interesados en el respaldo social y las consignas políticas compartidas y aceptadas. Sugeriría que rasgasen el velo de su inocencia que hace que los vean como ángeles sin pecado, sabios sin ignorancia y eunucos sin pasión. Un primer paso podría ser pensar en que quizá a James Buchanan no le dieron el Premio Nobel de Economía porque pasaba por ahí.

—¿Qué aspecto de la obra de Buchanan te interesaría que miraran?

—El contraste hay que hacerlo entre los grandes economistas: un antecesor de Buchanan que se llamó ( John) Hicks, que también fue Premio Nobel de Economía, en 1972, sostuvo que él no podía afirmar nada sobre el Estado, porque éste era una cosa que estaba ahí y que la misión del economista era simplemente procesar los mensajes del Estado y plantearle posibles soluciones. El gran cambio se produce con Buchanan porque lo que él hace es descorrer ese velo de la ignorancia y meterse dentro del Estado. En lugar de tomar al Estado como una ‘ blackbox’, dijo que había que saltar dentro de esta caja negra. Por eso le dan el Nobel a Buchanan, porque se niega a ver al Estado como una cosa completamente separada de la sociedad civil. Como digo en broma, ‘ángel sin pecado... eunuco sin pasión’. No, estos tíos tienen intereses y funcionan con una lógica perfectamente racional. El economista no puede mantenerse al margen del Estado, tiene que meterse dentro y analizarlo. Esa es la escuela de la ‘public choice’, la elección colectiva.

—¿Entonces, los Estados y los bancos centrales no deben ser vistos como entes inocentes?

—Eso es. El banco central es simplemente el Estado en la moneda. Lo asombroso es que uno mira con recelo al ministro de Hacienda o al ministro de Industria y, sin embargo, los bancos centrales suscitan un respeto reverencial como si no fueran una parte íntima del Estado. —Adam Smith decía que cuando la gente de un mismo comercio se reunía, la conversación siempre terminaba en una conspiración contra el consumidor o en alguna otra estratagema para subir los precios. ¿La competencia es lo que menos gusta a los empresarios? ¿Cómo se lleva España con la competencia?

—Tenemos una tendencia a pensar que España es mucho peor de lo que es. Entonces se dice: «España es un país de funcionarios, España es el país donde la gente no quiere ser empresario...». Eso no encaja con la realidad. Aquí tenemos muchos empresarios, gente supercompetitiva. Enseguida t e sale el ej emplo de Amancio Ortega, el creador de Inditex, que claramente es paradigmático y extraordinario. Pero él es la cúspide de una montaña donde hay muchos otros empresarios. Así que yo creo que hay que dejar de pensar en España como si no fuera una tierra pródiga en espíritu empresarial porque yo creo que sí lo es.

—¿Por qué su país de origen vive en una permanente crisis económica? ¿Cree que España se parece a Argentina?

—La crisis argentina es antigua, y Dios quiera que no sea permanente. Se inicia en los años 1930, cuando los conservadores empezaron a desmantelar el liberalismo que había dado lugar a una notable prosperidad desde 1880. La reacción antiliberal se profundizó trágicamente después con el peronismo, y hasta hoy. España y Argentina, mis dos patrias, se parecen mucho, pero espero que España se parezca más a la Argentina liberal anterior a 1930, y la Argentina más a la España democrática en la que vivo felizmente desde 1977.

Política monetaria «LA VARIABLE QUE VIGILAN LOS BANCOS CENTRALES ES SU PROPIA LEGITIMIDAD... NO PARECE QUE EL BCE SE HAYA EQUIVOCADO EN ESA ESTRATEGIA AUNQUE DESDE LA IZQUIERDA LO CRITIQUEN»

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2023-06-05T07:00:00.0000000Z

2023-06-05T07:00:00.0000000Z

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