El conde de Teba es conocido como el más eficaz de los promotores del motín de Aranjuez; generaciones después, reverdeció laureles un descendiente escopeta en mano y volátiles cayendo alrededor y ahora otro escribiendo sin apartarse tampoco de las plumas.

Alto, buena planta, sonriente, este arquitecto que prefiere ser conocido como ganadero y que igual derriba jabalíes con lanza que emborrona cuartillas es el ganador del premio Jaime de Foxá que otorga el Real Club de Monteros. Es el galardón de más fuste. La lista de sus premiados recoge los grandes nombres de la literatura cinegética española, desde Alfonso Urquijo, Alfonso Ussía o Luis Ventoso hasta Arturo Pérez Reverte; la relación constituye el auténtico parnaso.

El artículo premiado se titula ‘La manifestación del domingo’ y canta la multitudinaria reunión que por el mundo rural y la caza tuvo lugar en Madrid en marzo del pasado año, tiñendo de color butano sus calles. El propio conde de Teba asistió montando una jaca y de traje corto, así que habla con conocimiento de causa. Con toda gallardía nombra a las cosas por el vocablo que las define; y eso es ahora motivo de escándalo. Pero él no se corta y canta su amor por el campo al tiempo que lamenta su escaso rendimiento. Él ‘de amores vibra’ como Anacreonte, aunque llora contemplando los chotos destrozados por el diente de los abundantes lobos y cuando levanta la bandera de los principios que han hecho posible el devenir de España le dirigen palabras hirientes los que quieren destruirla.

La verdad es la que es, lo diga el conde de Teba o su porquero, y molesta a los que prefieren el gris de los compromisos y la indefinición de las cobardías. Yo, por si acaso, me apresuro a barrer el suelo con las plumas de mi chambergo en homenaje a Jaime Teba.