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La arboleda perdida

▶ Nuestros pilares verdes en el asfalto ante el cinismo urbanístico

JOSÉ CARLOS DE LA FUENTE TARRAGONA

En el terreno donde había un bosquete urbano hay ahora un solar devastado. En el centro, un remedo de árbol, un algarrobo mutilado por la mot osi erra y dejado al l í como una escultura macabra, homenaje a la insensatez humana.

El cartel de la inmobiliaria que tiene proyectado (legalmente) construi’r allí se anuncia con frases verdaderamente esperanzadoras: «Construcción sostenible» . «La mejor eficiencia energética del mercado» y, la que más me fascina: « Cuidemos del pl aneta para cuidar nuestro futuro». El logo que preside el cartel, de color verde por supuesto, es un dibujo muy sencillo en el que las líneas del perfil de una casita se convierten en un árbol con grandes hojas, cuya forma me remite al algarrobo amputado. ¿De verdad?

Meta en una coctelera los intereses comerciales sin escrúpulos, la corriente de estupidez suicida contra los árboles y l a conciencia medi oambiental c r e c i e nte y obtendrá el paisaje más desolador para instalar la casa de sus sueños.

Contemplando este ejercicio de cinismo urbanístico mi mente vuela muy l ejos, a l a reserva de Shaba en el norte de Kenia. Otro paisaje, otro cartel, otro árbol. El verano pasado, una mañana leía una placa al pie de una maravillosa acacia que, con f echa de 2020, decía más o menos que, como víctimas de la prolongada sequía y de l as l l uvias decrecientes, l as gentes de Samburu mostraban su profundo compromiso con enfrentarse al cambio climático y la necesidad de asegurar su futuro y el de la siguiente generación plantando árboles.

Los habitantes de estos lugares lo sufren hace tiempo, viven a las puertas de un desierto que avanza inexorable y se abrazan a los árboles para afrontar lo que viene. En cambio, en nuestro entorno inmediato se observa una obsesión contra los árboles absurda y suicida. Si, como yo, trabajas en la Administración local y has de atender instancias de ciudadanos relacionadas con el urbanismo y el medio ambiente, percibes claramente cómo ese odio irracional se acentúa. Y si ya estas quejas se circunscriben a periodos electorales, el ahora o nunca del ciudadano y el vértigo del político generan la tormenta seca perfecta.

Los árboles nos molestan, nos amenazan y nos asustan. Sus hojas, sus flores y semillas ensucian el limpio asfalto o el césped artificial. Salpican con impurezas vegetales nuestras piscinas llenas de preciosa agua clorada hasta el rebosadero… ¡He llegado a inspeccionar árboles de vi ar i o que « daban mucha sombra»!

¿Cómo podemos estar tan ciegos hacia unos seres que están en la base misma de la vida? Llamadme apocalíptico, pero el t í tulo de aquella película de ciencia ficción de los setenta, ‘Cuando el destino nos alcance’, ha cumplido s u premonición: el destino nos ha alcanzado. Una parte considerable de nuestra especie ha desconectado de la naturaleza con arrogancia, como si eso fuera posible, y uno de los nexos más sólidos que nos anclan a la tierra desde nuestra aparición en el planeta son los árboles.

El futuro de nuestra especie, una más entre todo el resto, es incierto, pero es nuestro mundo y no el planeta el que está en peligro. No sabemos si el cambio climático se nos llevará por delante, pero lo que sí es seguro es que solo le podremos plantar cara con los mejores aliados, los mismos que ya han atravesado con éxito otros apocalipsis durante trescientos millones de años.

ABC DE LA CAZA

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2023-06-05T07:00:00.0000000Z

2023-06-05T07:00:00.0000000Z

https://lectura.kioskoymas.com/article/282694756550485

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