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LOURDES: ¿QUÉ VIO REALMENTE BERNADETTE?

EL SANTUARIO DE LOURDES ES UNO DE LOS MÁS CONCURRIDOS DEL MUNDO, CON ALREDEDOR DE OCHO MILLONES DE VISITANTES ANUALES, LA INMENSA MAYORÍA PEREGRINOS QUE BUSCAN UNA CURA PARA EL ALMA O, MÁS A MENUDO, PARA SANAR DE ALGUNA ENFERMEDAD. PERO, ¿QUÉ OCURRIÓ REAL

TEXTO CARLOS G. TUTOR Y OLGA CANALS

En la década de 1850 Lourdes era una pequeña aldea del Pirineo francés. Como tantos otros pueblos de aquel medio rural, sus vecinos sólo aspiraban a vivir el día a día, con las dificultades que ello comportaba en un lugar tan pobre. No había nada –pensaban– que pudiera dar un giro al monótono devenir diario. Pero a principios de la década siguiente, centenares de personas iban y venían del pueblecito. Casi ciento sesenta años después, son más de cinco millones las que cada año visitan Lourdes.

La causa de ese guiño del destino es de sobra conocida: entre febrero y julio de 1858, la Virgen se apareció a una niña, Bernadette Soubirous, en una pequeña gruta. En total, se produjeron dieciocho encuentros durante esos seis meses. En el decimotercero, la aparición, a la que sólo ella veía, le dijo: «Vete a decir a los sacerdotes que se construya aquí una capilla y que se venga en procesión». Desde entonces, los peregrinos llegan constantemente a Lourdes, convirtiendo así el lugar en uno de los santuarios marianos más visitados del mundo.

¿ESPÍRITU DE LUZ O ÁNGEL DE LAS TINIEBLAS?

La Iglesia pronto reconoció estas apariciones, circunstancia poco habitual en estos casos. Pero, ¿tuvo realmente Bernadette un encuentro con la Virgen? Como ocurre en otras apariciones marianas, una visión de los hechos desde una perspectiva diferente a la «convencional» nos plantea importantes dudas. Veamos por qué.

Todo empezó el 11 de febrero de 1858. Bernadette, hija de una familia numerosa y muy pobre, había salido con una de sus hermanas y una amiga a recoger leña. Cuando fueron a cruzar un canal, casi seco, que corría cercano al río Gave, ella se quedó algo rezagada, ya que no quería mojarse. Entonces le sorprendió una ráfaga de viento. En una carta al padre Gondrand, escrita en 1861 –el primer relato manuscrito que se conoce de Bernadette–, ella misma dice: «Oí un rumor. (…) Vi que los árboles no se movían. (…) Levanté la cabeza hacia la gruta. Vi a una Señora (…): llevaba un vestido blanco y un cinturón azul y una rosa amarilla en cada pie. (…) Llevé la mano al bolsillo, encontré mi rosario. Quería hacer la señal de la cruz, no pude llevar mi mano hacia mi frente, se me cayó. La visión hizo la señal de la cruz. (…) Recé mi rosario; la visión hacía correr las cuentas pero no movía los labios. Cuando terminé, la visión desapareció de improviso».

Con esta descripción, y teniendo en cuenta el hecho de que la aparición llevaba un rosario, parecía lógico que no se dudara de su procedencia divina, pero no fue así. De hecho, durante los primeros días, Bernadette se refería a lo que veía como aquero (aquello, en el dialecto del lugar)

y la segunda vez que fue a la gruta, el domingo 14, llevó consigo agua bendita y se la echó a la visión diciéndole que si venía de parte del Demonio, se fuera. Enrique Lasserre, en su conocido libro de 1869 Nuestra Señora

de Lourdes, escribe lo siguiente: «¿Era un espíritu de la Luz o un ángel de las tinieblas? ¿No podía ser por ventura un alma en pena vagando en busca de sufragios y oraciones? (…) ¿Influyeron acaso las severas ceremonias del miércoles de Ceniza en que se inclinaran a alguna de esas soluciones una joven y una señora de Lourdes? ¿Vieron (…) en la blancura deslumbrante de la Aparición alguna idea de mortaja o alguna experiencia de fantasma? Lo ignoramos».

En su obra, Lasserre llega a afirmar que la aparición en realidad era la joven Antoñita Peyret, vecina del pueblo fallecida hacía poco tiempo, tal como se corrió la voz por Lourdes en los primeros momentos.

FENOMENOLOGÍA RECURRENTE

Como vemos, la naturaleza de «aquello» era tan confusa que incluso se llegó a pensar que se trataba de un fantasma. Pero no sólo su procedencia suscitaba dudas, sino también su comportamiento. En una de las apariciones ocurrió algo que desconcertó a todos. La «señora» le dijo a Bernadette que fuera «a beber agua a la fuente», y ésta, al no ver ninguna, se dirigió al río. Sin embargo, no parecía ser tal la voluntad de la visión, que con un gesto del dedo le indicó un lugar de la gruta donde no había fuente alguna. La pequeña, contrariada, empezó a escarbar, hasta que surgió un poco de agua fangosa. Por tres veces la tiró, incapaz de bebérsela, hasta que al

final lo consiguió. Y después vino otra petición no menos extraña: que comiera hierba, algo que hizo obedientemente. Los que la veían pensaban que estaba completamente loca.

Incluso el cura de Lourdes tenía serias dudas de que lo que se aparecía fuera la Virgen. La misma Bernadette escribió: «De parte del señor párroco le pregunté cómo se llamaba, pero no hacía más que sonreír. De regreso, fui (…) para decirle que había cumplido con lo que me había pedido, pero que la Señora no tenía más respuesta que una sonrisa; entonces me dijo que ella se burlaba de mí y que más valdría que no regresara ahí». Finalmente, el 25 de marzo y ante la insistencia de la niña, llegó la respuesta: «Yo soy la Inmaculada Concepción». Ésas serían sus últimas palabras, pues en las dos apariciones restantes no dijo nada más. Esta reticencia a identificarse no es exclusiva del caso de Lourdes. Parece como si las apariciones prefirieran guardar el secreto de su verdadera naturaleza y sólo contestaran forzadas por la insistencia. En Fátima ocurrió lo mismo. La «visión» advirtió a los tres niños que hasta el último día no les explicaría quién era, y así fue: el 13 de octubre de 1917 se presentó como Nuestra Señora del Rosario.

Encontramos otro episodio en común entre estos dos casos y que se repite sistemáticamente en la mayoría de apariciones de la Virgen: el deseo y la insistencia de que se construya una capilla en el lugar exacto de los hechos.

Pero volvamos a la naturaleza de la «señora» que se mostró a Bernadette. Obviamente, es imposible determinar el origen de la aparición. Sin embargo, lo cierto es que los fenómenos que tuvieron lugar en Lourdes son similares a los que encontramos en casos de OVNIs. Así, en el primer encuentro la vidente explicó que, a pesar de oírse una ráfaga de viento, no se movía nada. Éste es un hecho repetido constantemente en avistamientos de no identificados. Un ejemplo lo hallamos en los testimonios que se recogieron en la Pampa argentina los días 7, 8 y 9 de agosto de 1994. Durante esas jornadas, se vieron extraños

objetos en el cielo y numerosas personas pudieron oír un ruido de ventisca, a la vez que comprobaban con estupor que a su alrededor todo permanecía quieto. Otro aspecto común: en la gruta de Massabielle sólo Bernadette podía ver a la aparición, al igual que ha sucedido en infinidad de casos OVNI.

Pero hay más paralelismos entre ambos fenómenos. Según la vidente, durante las apariciones podía vislumbrar un resplandor previo a la llegada de la Virgen y, cuando ésta se iba, el resplandor todavía tardaba algún tiempo en desaparecer. Relatos similares se asocian a la visión de los tripulantes de OVNIs. Y no sólo hallamos puntos en común con sucesos ufológicos, sino también con el mundo de los fenómenos paranormales. Un ejemplo: el 7 de abril, en la penúltima aparición, se produjo el conocido «milagro del cirio». Ese día, durante el éxtasis, la vidente sostenía una vela encendida y la llama le tocó la mano durante un rato sin quemarla.

Aunque, sin duda, el fenómeno más conocido del santuario maria- no son las curaciones milagrosas, en las cuales el agua es el elemento esencial.

LESIONES INCURABLES

Cada año, miles de enfermos peregrinan a Lourdes con las esperanzas puestas en su sanación. Muchos de ellos aseguran haberlo logrado, aunque sólo unos pocos casos son estudiados por el Comité Médico Internacional de Lourdes, y menos aún son los reconocidos como milagrosos. En total, durante estos 160 años, se han certificado 69 curaciones. La primera de ellas

Aunque muchos de los peregrinos que acuden a Lourdes afirman haber sanado de alguna enfermedad, muy pocos casos llegan al comité médico internacional que los estudia

fue la de Catalina Latapie, cuando el 1 de marzo de 1858, durante la duodécima aparición, sumergió su brazo dislocado en el agua y éste recuperó la movilidad. Una de las últimas aceptadas ha sido la de Anna Santaniello. Según el informe, hecho público en septiembre de 2005, la curación habría tenido lugar en 1952. La mujer padecía una lesión cardiaca incurable y, al cumplir 40 años, viajó a Lourdes. Anna no podía caminar ni hablar claramente, pero al ser introducida en las piscinas del santuario, notó una extraña sensación y pudo salir por su propio pie.

El anterior es un ejemplo de las curaciones que los médicos no pueden explicar, pero no es el único. En Las curaciones milagrosas modernas (1950), libro de los doctores Henri Bon y François Leuret, descubrimos otros casos, como el del pequeño Nicolás Kylmetis. Su curación es más que interesante, pese a no haber sido declarada mi- lagrosa. En 1947, el pequeño tenía mal de Pott –tuberculosis de la columna vertebral– y, después de un viaje a Lourdes, experimentó una rápida mejoría. Leuret y Bon destacan un hecho paradójico: a pesar de que sintió una perfecta curación funcional, las lesiones anatómicas persistían. Pero, ¿cuál es la causa de estos «milagros»?

PSICOLOGÍA DEL MILAGRO

Aunque la ciencia está lejos de encontrar una respuesta, se han aventurado diversas teorías para explicarlos. Una de ellas es la que sugiere el médico y magnetizador Hippolyte Baraduc

en su libro La fuerza curativa en Lourdes y la psicología del milagro. En 1906 practicó diversas pruebas con placas fotográficas, en las que quedaron plasmadas extrañas imágenes que, según él, provenían de la energía liberada por los rezos y la fe de los creyentes que acudían al santuario, lo cual explicaría las curaciones.

Baraduc nunca logró demostrar su hipótesis, pero lo cierto es que infinidad de gentes aseguran haberse curado o mejorado de sus dolencias tras visitar el santuario. Otros se refieren a sensaciones anómalas en algunos lugares del recinto sagrado, como por ejemplo en la cripta que se encuentra en el edificio de la basílica. De una forma u otra, Lourdes genera cambios en algunos de quienes acuden al lugar. Desconocemos qué ocurrió allí durante los primeros meses de 1858, pero fuera lo que fuese «aquello», como llamaba Bernadette a la aparición, logró invertir el rumbo de una aldea y, sobre todo, el de los millones de personas que año tras año se acercan hasta el lugar subyugadas por lo desconocido.

Grandes Santuarios

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2017-07-13T07:00:00.0000000Z

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https://lectura.kioskoymas.com/article/281629600312606

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