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LOS PRODIGIOS DE LA CODOSERA

MILES DE PERSONAS SE CONGREGAN EN UNO DE LOS SANTUARIOS MARIANOS MÁS IMPORTANTES DE ESPAÑA

TEXTO JOSÉ MANUEL FRÍAS

Hace poco más de 70 años, el bello paraje de Chandavila, distante dos kilómetros de la localidad de La Codosera (Badajoz), era paso frecuente de contrabandistas. En la actualidad lo es de peregrinos que acuden con devoción al santuario de Nuestra Señora de los Dolores, erigido tras unas supuestas apariciones de la Virgen presenciadas por dos niñas.

HACE MÁS DE 70 AÑOS, EL BELLO PARAJE DE CHANDAVILA, DISTANTE DOS KILÓMETROS DE LA LOCALIDAD DE LA CODOSERA (BADAJOZ), ERA PASO FRECUENTE DE CONTRABANDISTAS. EN LA ACTUALIDAD LO ES DE PEREGRINOS QUE ACUDEN CON DEVOCIÓN A ORAR AL SANTUARIO DE NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES, ERIGIDO TRAS UNAS SUPUESTAS APARICIONES DE LA VIRGEN PRESENCIADAS POR DOS NIÑAS DE LA POBLACIÓN PACENSE.

El 27 de mayo de 1945, la niña Marcelina Barroso Expósito y su prima, Agustina González, paseaban por las afueras de La Codosera dispuestas a cumplir el encargo de la madre de la primera. Eran las tres en punto de una tarde luminosa cuando transitaban por uno de los polvorientos caminos de un paraje conocido como Chandavila. A la derecha, a pocas decenas de metros, había un viejo castaño. De repente, Marcelina percibió sobre éste un extraño bulto negro. Quizá por no llegar tarde a sus obligaciones, decidió no decir nada a su prima y continuó su camino, pensando que, tal vez, a la vuelta, si aquello seguía allí, se acercaría a curiosear.

Como si de un presentimiento se hubiera tratado, el objeto desconocido continuaba en el mismo lugar cuando, poco tiempo después, regresaron al sendero. Marcelina, que hasta entonces no le había comentado nada a Agustina, le dijo que la siguiera al castaño. Una vez frente al árbol, a media altura del mismo, vio algo que la dejó de piedra. El bulto no era otra cosa que la figura luminosa de la Virgen de los Dolores, que aparecía rodeada de una brillante aureola. Aquella imagen celestial, tan real para la niña como lo hubiera sido cualquier persona de carne y hueso, estaba ataviada con un manto negro rematado de estrellas. La figura, con las manos entrelazadas, poseía un hermoso rostro, cuya mirada parecía dirigirse en dirección al pueblo.

EL CASTAÑO MILAGROSO

Cuando Marcelina salió de su ensimismamiento, preguntó a Agustina si estaba viendo tan asombrosa escena, pero su prima le respondió negativamente, extrañada ante la actitud de la primera. Al desvanecerse la figura de la Virgen, Marcelina Barroso salió corriendo en dirección a su casa, con Agustina pisándole los talones. Aquel día, quizá por miedo al ridículo, no contó nada de lo sucedido, pero a la mañana siguiente sintió la necesidad perentoria de compartir la insólita experiencia con su madre. De esta manera, poco a poco, comenzó a extenderse la historia por La Codosera.

Ocho días después, movida por una irrefrenable curiosidad, Marce-

lina decidió regresar a Chandavila a media mañana, con la esperanza de encontrarse de nuevo con la imagen de la Virgen. Y, efectivamente, en el mismo castaño volvió a aparecérsele la Señora, que en esta ocasión la miró fijamente y se dirigió a ella con las siguientes palabras: «Vuelve esta tarde, porque tienes que hacer un sacrificio ante la gente».

Cuando comentó en el pueblo lo que le había ocurrido, los lugareños se movilizaron para ser testigos del prodigio. Horas más tarde, más de mil personas se congregaron en el paraje. Entre ellas, centro de atención de la multitud, estaba Marcelina, que se situó a aproximadamente cincuenta metros del árbol. A los pocos minutos, la Virgen de los Dolores surgió en el cielo, descendiendo lentamente hasta el castaño milagroso. Una vez en su ubicación original, pidió a la niña que se pusiera de rodillas y se acercara hacia donde estaba. La jovencita titubeó porque el terreno estaba plagado de guijarros afilados. Entonces, la imagen se dirigió a ella diciéndole: «No te preocupes, que pondré una alfombra de hierba ante ti para que no te dañes». Sin dudarlo, Marcelina se arrodilló y comenzó a desplazarse lentamente hasta llegar al castaño.

Una vez allí, la muchacha entró en éxtasis y observó cómo el árbol se partía en dos. Entre ambos fragmentos dijo ver una iglesia, en cuyo interior se apreciaba un altar mayor presidido por la Virgen, que pidió a la niña que se santigüase ante ella. Después, la figura de Nuestra Señora descendió de su posición elevada, sonrió beatíficamente y abrazó y besó a Marcelina. Fue en ese momento cuando pidió a la niña que se erigiera allí una capilla en su honor.Tras dicha solicitud, la muchacha regresó de su éxtasis, con las rodillas milagrosamente intactas, y abandonó el lugar. Pese a la espectacularidad de los supuestos hechos, nadie de los presentes vio nada anormal, y mucho menos a la Virgen de los Dolores.

Los encuentros se sucedieron en ocasiones posteriores, mientras la vida de Marcelina se iba inclinando cada vez más hacia la vocación religiosa. Ingresó por propia voluntad en un colegio de monjas, para después pasar a ser novicia en la Congregación de Hermanitas de la Cruz, en el año 1975, en Sevilla, con el nombre de Sor María de la Misericordia. A partir de aquel momento se dedicó al cuidado de gente necesitada, hasta que finalmente entró en un convento de clausura, pasando poco a poco, y por expreso deseo, al anonimato y, finalmente, al olvido.

UN OBJETO OSCURO

Regresando a la época de las apariciones, hemos de señalar que Marcelina no fue la única testigo de las manifestaciones de la Virgen en La Codosera.Tan solo tres días después de la primera visión –el 30 de mayo, festividad del Corpus–, e incluso a la misma hora (las tres de la tarde), la joven Afra Brígido Blanco, de diecisiete años, paseaba con unas amigas por Chandavila.Ya había oído hablar de lo que la otra muchacha había experimentado setenta y dos horas antes, pero –según ella misma confesaría más tarde– no se sintió en modo alguno sugestionada por lo acontecido. Es más, se reía de ello.

Al parecer, y aunque sus compañeras fueron ajenas a la aparición,

Afra vio entre las nubes la imagen de una especie de capilla y, junto a ella, una cruz perfectamente delimitada. Al día siguiente regresó al lugar, que ya estaba concurrido debido a los acontecimientos protagonizados por Marcelina Barroso. Afra observó de pronto cómo de las nubes surgía un objeto oscuro, que al acercarse pareció transformarse en la Virgen Dolorosa. La impresión fue tal que la joven cayó desmayada al suelo.

DEVOCIÓN POPULAR

Nuevamente, el 17 de junio, decidió volver, coincidiendo en el paraje de Chandavila con Marcelina, de la que ya se había hecho amiga. Afra se aproximó al castaño y entró en un inesperado trance. Comenzó a avanzar de rodillas un buen trecho hasta llegar al árbol, donde le esperaba la imagen sonriente de la Virgen. La figura celestial confió a Afra ciertos secretos –que ésta nunca reveló– y le predijo grandes sufrimientos. Los inexplicables resplandores asociados a las apariciones fueron observados tanto por guardias civiles como por muchos habitantes del pueblo, de manifiesta ideología republicana.

En días posteriores, la Dolorosa volvió a aparecérsele a Afra, pidiéndole también a ella que construyese una ermita para su devoción. Pero el momento clave llegaría poco después, cuando ante un nutrido grupo de testigos volvió a entrar en éxtasis, padeciendo en esta ocasión el calvario de Jesús. A partir de aquel momento, surgieron llagas sangrantes en su costado, manos y pies; y en el caso de las

La figura celestial anunció a Afra grandes padecimientos y le confió secretos que la joven no reveló

extremidades, las úlceras llegaron a tal punto que atravesaban la carne de lado a lado, al tiempo que el aire a su alrededor se llenaba de un peculiar olor perfumado, algo típico en esta clase de fenómenos marianos. Aquellos estigmas la acompañarían toda su vida, sangrando con mayor profusión los viernes. Los médicos no pudieron dar una explicación para las heridas, e incluso en ocasiones fueron incapaces de sanar o cerrar las mismas.Tras diversos avatares, Afra decidió dedicar su vida a los demás. Aunque no ingresó en ningún convento, se volcó en obras de caridad.

Exactamente dos años después de la primera aparición de la que fuera testigo Marcelina Barroso, el proyecto de santuario se hizo realidad, gracias fundamentalmente a los donativos privados de miles de personas. Éste se construyó en derredor del milagroso castaño, que se ha convertido en objeto de devoción popular tanto en España como en el vecino Portugal.

Sumario

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2017-07-13T07:00:00.0000000Z

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https://lectura.kioskoymas.com/article/281861528546590

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