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CRISIS VISIONARIAS

Entre los sucesos extraordinarios del siglo XIX europeo, seguramente el más espectacular –en lo relativo a materia religiosa– fue la eclosión de apariciones de la Virgen María, de las que supuestamente hubo cientos en todo el continente. Este signo de renacimiento religioso –novedoso en sí mismo– se caracterizó además por un rasgo peculiar: fundamentalmente estuvieron protagonizadas por niños. Detrás del fenómeno –al que no fueron ajenos las crisis socio-económicas y los conflictos políticos– se encontraba la Iglesia, que había reavivado el culto a la Virgen María y enseñaba a los niños católicos hermosas historias sobre la madre de Dios. Salvo contadas excepciones –como la vidente de Rímini (1850), que era hija adoptiva de una condesa– se trataba de niños pobres, muy vulnerables emocionalmente. Con frecuencia estaban enfermos, procedían de familias fragmentadas y habían sufrido el abandono o la desaparición de sus padres. Margaretha Kunz, la líder del «grupo de Marpingen», por ejemplo, había perdido a su padre en un accidente antes de nacer; a su Sla propiedad del molino familiar que regentaban, las hermanas de la niña tuvieron que trabajar como criadas y sus hermanos en las minas. En este sentido, la vidente de Lourdes, Bernardette Soubirous, se considera un caso arquetípico por excelencia: era asmática, hija mayor de seis hermanos y se vio forzada a recoger basuras para sobrevivir. No puede descartarse a priori la buena fe de los videntes, pero muchos investigadores como el inglés Hilary Evans (arriba) consideran que los impulsos inconscientes eran con frecuencia los desencadenantes de las «crisis visionarias», ya que esta experiencia aportaba a los pequeños videntes una especie de bálsamo emocional, a la vez que era una forma velada de protesta contra los malos tratos –reales o imaginarios– que sufrían.

En Europa

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2017-07-13T07:00:00.0000000Z

2017-07-13T07:00:00.0000000Z

https://lectura.kioskoymas.com/article/283128543898910

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