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Una oportunidad para el pacto

ALBERTO SURIO

La ‘operación Concordia’ – la construcción de un relato favorable a los indultos a los dirigentes del ‘procés’ en la batalla de la opinión pública– le ha salido mejor de lo previsto inicialmente a Pedro Sánchez a pesar del coste que va a tener y de los poderosos escollos que aún se avecinan. El aval del presidente de los empresarios fue la semana pasada la punta del iceberg de una corriente que ha ido ganando terreno en las últimas semanas, confiada en que las medidas de gracia que acaba de aprobar el Consejo de Ministros pueden servir para precipitar un cambio de dinámica social y política en Cataluña.

La idea del diálogo, con sus dificultades, ha crecido frente al discurso de la confrontación y la ruptura de los puentes. El mensaje de que un Estado fuerte puede ser magnánimo tiene que ver con el valor de la convivencia, que siempre es un activo positivo, se ha superpuesto a la lógica táctica presente en la medida, prevista desde un principio en el guion de la negociación con ERC para que hiciera posible el Gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos. La apuesta encierra el valor de una oportunidad y se va a enfrentar al principio de realidad.

En el fondo estamos tan solo al inicio de un largo proceso de distensión que no va a estar exento de dificultades pero que ofrece también sus expectativas. La oposición de centroderecha va a seguir envuelta en la bandera de una oposición radical a los indultos, porque sabe que el apaciguamiento y la negociación con el independentismo catalán es la clave de bóveda de la legislatura y lo que busca es desestabilizarla cuanto antes.

Hay numerosas causas judiciales pendientes hacia responsables políticos del ‘procés’ que seguirán su curso, que no se extinguen con los indultos y que pueden seguir marcando la agenda. Carles Puigdemont mantiene su discurso de ruptura, persuadido de que la operación ‘diálogo y reencuentro’ es puro marketing. Existe la percepción en el sector más atrincherado del secesionismo de que el Estado busca la división del independentismo con esta estrategia. Desde esta premisa, la presión que ejercen tanto Junts como la ANC es una verdadera espada de Damocles que sitúa a Esquerra en una encrucijada compleja, muy altamente inflamable y rodeada de prejuicios. Cuando Oriol Junqueras afirma que «los indultos son un triunfo que reflejan las debilidades de los aparatos del Estado» revela, más que un desafío, su propia vulnerabilidad interna en el campo soberanista, frente a quienes les critican por ‘claudicar’.

ERC pretende apurar la vía de la negociación pero llegará un momento en el que las cartas estarán al descubierto sobre la mesa y habrá que tomar decisiones. El independentismo sitúa el diálogo en el territorio de un referéndum pactado de autodeterminación, y el PSOE se va a oponer a traspasar esa línea roja porque no puede romper el marco de la Constitución. A priori se antoja muy difícil encontrar una tercera vía que permita buscar una síntesis entre ambas posiciones de partida. Y eso sitúa la sombra del fracaso en el horizonte como una amenaza potencial. A no ser que las condiciones políticas vayan madurando en los próximos dos años hacia un ejercicio de transacción que alumbre nuevos pactos que hoy, con la actual correlación de fuerzas.

Los indultos van a precipitar sucesivas tormentas que excitan a un sector de la sociedad pero este discurso apocalíptico también lleva un hondo hartazgo a la otra parte. La verdadera partida de ajedrez comienza ahora sobre estas dos caras de la realidad.

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