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Llama un señor

Cuando lleva varios minutos al teléfono, empieza a incendiarse solo

FRANCISCO SUÁREZ ÁLAMO

Llama por teléfono un señor y se hace un esfuerzo -mayúsculo, ciertamentepor atenderlo con paciencia y resignación cristiana. Porque desde el minuto uno está claro de qué va el asunto, pero la cortesía obliga y, además, en estos casos, lo mejor es dejar que hable, que se explaye, que vacíe lo que lleva dentro, que no deje ni una palabra, ni una coma, ni una exclamación... pues ya se sabe por donde mueren los peces.

El origen de la llamada es un artículo de opinión de un compañero. Da igual el contenido del mismo y da igual la autoría. Porque, insisto, se ve venir a la legua de qué va el señor que llama. Eso sí, para empezar hay que hacerle distinguir entre una opinión, amparada en la libertad consagrada en la Constitución, y una noticia, que también tiene su cobertura constitucional, pero que sobre todo obliga a una carga de veracidad. Parece lo mismo pero no lo es, pero a fin de cuentas el señor que llama tampoco tiene por qué saberlo. Por eso no está de más aclarárselo, incluso a sabiendas de que es un ejercicio estéril: es como sembrar trigo en un terreno yermo y en plena sequía. Pero hay que intentarlo.

Después, cuando el señor en cuestión lleva varios minutos al teléfono, empieza a incendiarse solo. Es curioso: no deja hablar y se va enfadando poco a poco. Como si tuviese bajo la mesa camilla un infiernillo de los de antaño y su temperatura corporal rozase ya la de Juana de Arco en la pira. Digo lo de Juana de Arco porque esto va de algo similar: se extiende un bulo, se monta un tribunal inquisitorial y se envía a la hoguera a alguien. Es entonces cuando uno empieza a preguntarse para qué ha llamado el señor. Porque cuando se coge el teléfono, se supone que es para hablar con el que se encuentra al otro lado de la línea.

Tras varios minutos de ese soliloquio exaltado, ya es hora de poner fin al asunto. Mayormente porque hay otras cosas que hacer y porque, como se intuía desde el primer instante, aquello no conduce a nada. Es lo que pasa con sectarios de muy diversa índole, pero, e insisto en ello, hay que escucharlos. Para saber de qué van y cuánto daño pueden hacer. Porque lo están haciendo y todo ello con el amparo de un mecanismo legal que lo permite. Contaminar, por lo que se ve, sale gratis.

Resumiendo: el señor era negacionista de la covid-19, antivacunas, etc., etc. El tiempo empleado en su llamada es ciertamente lo de menos: lo grave no es tanto lo que piensa ni las gruesas palabras de su discurso, sino lo que hace. Él y otros y como él. Eso sí, el problema no es él. Ni es suyo. Es de todos.

OPINIÓN

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2021-07-27T07:00:00.0000000Z

2021-07-27T07:00:00.0000000Z

https://lectura.kioskoymas.com/article/281809991928175

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