Kiosko y Más

La cabra

Ríanse de Tezanos y sus encuestas porque este animal es el mejor sondeo demoscópico

ANTONIO SOLER

La cosa va así. Unos abucheando al presidente y otros aplaudiendo a la cabra, ha dicho Alfonso Guerra. Naturalmente, Guerra ve un retrato intelectual en todo eso. Un autorretrato del que vitorea a la cabra. Nadie mejor que Guerra sabe que todo eso es una metáfora. La cabra, el abucheo y el aplauso. Viene ocurriendo desde siempre. El desfile de las Fuerzas Armadas no es una demostración de poderío militar, sino un termómetro que se le pone a la población para ver cómo anda la cosa. Ríanse de Tezanos, sus encuestas y sus correcciones científicas. La cabra es el mejor sondeo demoscópico que se conoce en este país. Con la cabra no tienen lugar los tapados ni los mudos, el no sabe/no contesta ni la manipulación.

La cabra es la derecha, viene a decirnos Alfonso Guerra. La derecha es él, nos dicen desde algunas esquinas de su propio partido y desde toda el ala izquierda del Gobierno. Claro que Guerra va más allá, él siempre va más allá. La cabra es Santiago Abascal convertido en centauro caprino. La cabra es el involucionismo. Un involucionismo que llega hasta la caverna, cuando el hombre empezaba a domesticar a los animales y se vestía con pieles (de cabra o de lo que pillara). Los de la cabra son eso, la irracionalidad, la legión. Otra vez Millán Astray, Franco y el Valle de los Caídos. Una cruz con la que no se sabe cuánto tiempo más debemos ir cargando. Y sin cirineos que alivien el peso. Todo lo contrario.

Se trata de forzar el abucheo al contrario. Se trata de ver el país como un estadio de fútbol y que la ciudadanía tenga espíritu de ‘hooligan’. Los que se fueron a abuchear al presidente y a vitorear a la cabra ya están inoculados, ya padecen ese síndrome del blanco y negro que es lo que busca Guerra con su agudeza. En los últimos tiempos, el antiguo vicepresidente se había movido en el territorio de los matices y los grises. Algo que a las Belarras y a los integristas del PSOE no les gustó ni un pelo. Pero se ve que los viejos rescoldos del ingenio siguen vivos, que la tentación vive arriba (en la amígdala cerebral que controla los impulsos) y ante el cervatillo puesto a tiro aparece el espíritu del cazador. Lo mismo le ocurrió con Bambi cuando pasó por su punto de mira, y lo mismo le ocurría a diario en aquellos tiempos revueltos de la Transición, cuando Guerra era el látigo de la derecha y el cilicio de alguna gente de su partido. Los tiempos de un tahúr del Mississipi llamado Adolfo Suárez (luego elevado a los cielos de la política) y de unos chispazos cargados de tanta electricidad que ahora, con el precio del kilovatio, serían una ruina y tendrían poca gracia. Casi como entonces.

OPINIÓN

es-es

2021-10-15T07:00:00.0000000Z

2021-10-15T07:00:00.0000000Z

https://lectura.kioskoymas.com/article/281964610906304

ABC