De repente se desataba una tormenta perfecta. La progresión de contagios, la saturación del sistema sanitario, el estado de alarma, el confinamiento de todo un país, el parón casi total de la economía. Miedo, desconcierto, incertidumbre. Y el dolor por tantas personas que nos han dejado.

Si la sociedad entera se ve arrastrada, la población vulnerable empieza desde el minuto uno a acusar aún más el impacto. Personas mayores que viven en soledad, con dificultades de movilidad o enfermedades crónicas, personas que pierden el trabajo o ven imposible conseguir uno, familias sin recursos que necesitan asistencia urgente en alimentación, medicinas o material de higiene. Tantas personas confusas, sin información fiable sobre las medidas para prevenir el contagio, o que simplemente agradecen alguien a quien contarle sus preocupaciones para no sentirse tan solas y recuperar algo de esperanza. Para enfrentar esa explosión de necesidades, hemos movilizado nuestros recursos a una escala sin precedentes, contrarreloj y con una estrategia centralizada: el Plan Cruz Roja RESPONDE. Hablamos de millones de intervenciones y millones de personas. Para lograrlo con eficacia había que tener la información precisa: a quién ayudar, cómo, dónde, con qué recursos. Y para tener la información precisa había que identificar una a una a cientos de miles de personas en situación de riesgo para asignar la respuesta, lo mismo el traslado de un enfermo que la construcción de un hospital de campaña o crear actividades online de ocio y educativas para las familias.

Tres claves: flexibilidad al reinventar la forma de trabajar, potenciando en apenas días todos los canales virtuales. Eficacia para llegar de la mejor manera posible a todos los rincones. Y canalizar la solidaridad de miles de nuevas personas voluntarias, socias y empresas que se están volcando con el Plan. Y una certeza: que esta crisis, por mucho que se prolongue, la superaremos unidos y unidas.