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Asma y actividad física

Maite Asensi

Cuando un niño hace ejercicio, en ocasiones muestra unos síntomas similares a los que presenta un niño asmático en una crisis: tose, tiene dificultad para respirar y opresión torácica, y emite unos pitidos, todo ello asociado a veces a una disminución del rendimiento y a un alargamiento del periodo de recuperación. Es lo que se conoce como asma inducido por el ejercicio (AIE).

Estos síntomas pueden aparecer en niños no asmáticos —se calcula que afectan a entre el 7 y el 10% de la población sin asma—, pero su frecuencia aumenta hasta el 70-90% en los niños asmáticos, sobre todo en los mal controlados.

Pero, ¿por qué se producen síntomas de asma durante el ejercicio físico? En esos momentos, al existir una mayor demanda de energía, aumenta la frecuencia respiratoria, se respira rápida y profundamente, y se toma el aire por la boca, lo que disminuye la función natural de la nariz de calentamiento, humidificación y filtrado del aire. Por lo tanto, el aire llega a los bronquios más frío, seco y contaminado, y, además, lo hace con alérgenos como pólenes, ácaros del polvo u hongos de la humedad, lo que pone en marcha los mecanismos inflamatorios y obstructivos de la vía respiratoria. Y estos son los que dan lugar a los síntomas del asma.

Existen dos situaciones que se consideran de alto riesgo para presentar síntomas de AIE:

La primera y más importante es tener asma. Un asma mal controlada es el principal factor de riesgo para la aparición o empeoramiento de los síntomas respiratorios con la práctica del ejercicio físico.

La segunda situación de alto riesgo es la rinitis alérgica porque obstruye la nariz y obliga a una respiración bucal. De hecho, se calcula que hasta un 40-50% de los niños con rinitis alérgica presentan AIE.

¿ES EL AIE UNA Razón PARA DEJAR DE PRACTICAR EJERCICIO?

El ejercicio físico es un factor beneficioso para el paciente asmático ya que aumenta su capacidad física, su control sobre la respiración, su autoestima y su integración social. La tolerancia al ejercicio es, de hecho, uno de los mejores indicadores de control de la enfermedad y nos sirve como criterio para iniciar o ajustar el tratamiento.

Cuando el asma está mal controlada, es decir, cuando el paciente presenta síntomas y una mala función respiratoria, es necesario evitar temporalmente el ejercicio, aunque solo hasta que la situación se normalice y se alcance un buen control de la enfermedad.

En cambio, cuando se está libre de síntomas, el asma está bien controlada y se utilizan las medidas preventivas adecuadas, la realización de ejercicio físico no genera ni empeora los síntomas de la enfermedad y es totalmente recomendable.

En este sentido, prevenir el AIE es todo un reto puesto que los niños realizan actividad física de forma no programada. Las principales medidas para evitarlo, de hecho, se orientan al control de la enfermedad y podríamos resumirlas en las siguientes:

Cumplir el plan de tratamiento. Evitar los factores de riesgo.

Elegir un ejercicio adecuado, ajustando su intensidad y practicándolo en ambientes saludables.

Realizar un calentamiento adecuado antes de la actividad con ejercicios rápidos e intensos, y recuperaciones.

En ocasiones, la utilización de la medicación inhalada antes del ejercicio es necesaria ya que evita la aparición de la crisis. Además, no está prohibida dado que no aumenta el rendimiento.

ACTIVIDAD FÍSICA DEPORTE

Deporte es todo ejercicio físico practicado con espíritu competitivo que se rige por un reglamento. Muchos asmáticos, para evitar la aparición de AIE, restringen o evitan innecesariamente su actividad deportiva por decisión propia o por mal consejo de sus familiares, profesores, entrenadores e, incluso, del personal sanitario. No obstante, gracias a las medidas de prevención no sólo se ha conseguido que su participación en el deporte sea posible, sino que todo paciente asmático bien controlado tenga el mismo potencial deportivo que una persona sin asma.

La aparición de los síntomas del AIE se relaciona, por un lado, con el tipo, intensidad y duración de los esfuerzos realizados, y, por otro, con el ambiente donde se practique el ejercicio. El aire frío y seco o contaminado, los ambientes muy húmedos, y las altas concentraciones de polen, hongos o polvo en personas sensibilizadas a tales sustancias pueden favorecer el AIE.

En cualquier caso, el niño con asma inducido por el ejercicio debe seguir unos cuidados especiales en la práctica de deporte y evitar los climas fríos y secos, así como respirar por la nariz con el fin de calentar y humedecer el aire. Cuando esto no es posible, una simple mascarilla, similar a las usadas en los quirófanos, le facilita la humidificación del aire inspirado, pues se deposita en ella la humedad del aire espirado y esto evita el rápido enfriamiento del árbol bronquial.

Por último, hay que señalar que se puede hacer actividad física al aire libre durante todo el año, previniendo únicamente los desencadenantes como el aire frío y seco y la contaminación atmosférica durante la realización del esfuerzo, así como la exposición el tabaquismo. En caso de sensibilización a alérgenos polínicos hay que evitar realizar ejercicios al aire libre en épocas de máxima polinización y, en el caso de practicar deportes de invierno, se deben evitar los ambientes de frío intenso.

El ejercicio físico y el deporte en un paciente asmático bien controlado no debe prohibirse, sino todo lo contrario: debe promoverse, pues mejora la condición física y el control de la enfermedad. Por ello, el objetivo irrenunciable de todo niño o adolescente con AIE, tenga o no asma, es conseguir realizar su deporte favorito sin limitaciones respiratorias.

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2015-05-28T07:00:00.0000000Z

2015-05-28T07:00:00.0000000Z

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