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El ‘bicho’ de San Vicente existe y se llama Silverio

El hombre que debe su apodo a los extraños ruidos en el barranco de Godínez regentó un restaurante con el mismo nombre

GABRIELA GULESSERIAN Y

Fue en el año 1971, cuando en los márgenes del barranco de Godínez, a la altura de San Vicente, en Los Realejos, comenzaron a producirse ruidos extraños en una cueva cuyo origen nadie pudo descubrir en realidad pero sobre los que se buscaron todo tipo de explicaciones, desde las más inverosímiles, como las atribuidas a la pasión desenfrenada de una pareja, hasta las de tipo científico, como ser un respiradero del volcán Teneguía, en La Palma, tesis que el naturalista y geólogo Telesforo Bravo luego descartó. En el medio, el ruido se le atribuyó a las lechuzas que habían hecho nido en el lugar.

Lo cierto es que ese extraño fenómeno acaparó la atención de cientos de personas que a diario se daban cita en los márgenes de la carretera para escuchar el sonido que ocupó durante un tiempo las páginas de los periódicos locales y dio lugar a la leyenda del bicho y al apodo, sin quererlo, de Silverio Hernández Padilla, quien entonces trabajaba con uno de sus hermanos en la venta que regentaba su madre conocida como Flora la viuda, y que años más tarde también tomó prestado el nombre.

Silverio tenía que pasar el barranco todas las noches con sus hijas porque iba a ayudarle a su madre que preparaba en las cocinillas de petróleo pulpo guisado y vendía vino. Las pequeñas le preguntaban siempre que era el ruido que escuchaban y él les contestaba que era ‘un bicho,’ según le dijeron unos chicos que trabajaban en un supermercado en La Romántica.

Demás está decir que con la aparición del extraño fenómeno, las ventas aumentaron de forma considerable. “Todas las noches se llenaba el bar de gente para escucharlo. Había más gente que en la romería del Realejo”, apunta. Para él, eran raíces del Teneguía, porque no se oía siempre, sino por la mañana y a partir de las cinco de la tarde.

“En la carretera no cabían los camiones y en mi casa no nos acostábamos por la noche, porque no dábamos abasto asando sardinas y haciendo papas fritas y ensaladas. “Y El Bicho vendió todo en esa época. Traías un camión de cerveza y se vendía, vino también. Yo le decía a mi madre, que siga el bicho”.

El día que se terminó de construir el túnel de San Vicente El bicho no se oyó más y el trabajo mermó.

Tras el fallecimiento de su progenitora, en 1974, Silverio cogió las riendas del negocio. Tenía poco dinero y una familia que se estaba formando así que empezó de a poco, sirviendo carne de cabra, con la ayuda de su esposa hasta que un día llegó un señor y le dijo que “tenía un hombre que sabía luchar y le iba a echar una mano”, cuenta Silverio Hernández.

“Tenía unos bancos con una tabla y me los quitó todos, me puso mesas y sillas. También me rompió un poyo redondo y me trajo fogones, bandejas, sartenes y calderos. No me trajo las papas bonitas de milagro”, bromea.

Le dijo que no se preocupara por el dinero, “que ya se lo iba a pagar. Era un negociante que se dedicaba a ir por los bares y restaurantes y te facilitaba lo que necesitabas”.

Mientras tanto, seguía trabajando en la construcción y su mujer y sus hijas le ayudaban en el bar. Al poco tiempo se dio cuenta “que solo con carne de

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“PASÉ POR LA TF-5 DURANTE 29 AÑOS TODOS LOS DÍAS Y CUANDO HABÍA HOYOS POR TODOS LADOS. TRAÍA VIEJAS, MORENAS, PULPOS Y LAPAS”

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