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Justicia cinéfila al precio correcto

MANUEL GARCÍA DE MESA A DE SE ESTRENARÁ EN EN

La 79 Mostra Internazionale D’arte Cinematografica, la Biennale Di Venezia, entre otros tesoros, ofreció el cuarto western para la gran pantalla del realizador, guionista y productor californiano Walter Hill. El género predilecto del artista. Sus películas ni pueden, ni quieren, evitar una mirada cómplice y enamoradiza hacia el género.

Albuquerque, Nuevo México. 1897. El cazador de recompensas Max Borlund (Christophe Waltz) es contratado por Nathan Price (Hamish Linklater), para que rescate a su mujer Rachel Price (Rachel Brosnahan) quien, según él, ha sido raptada por Elijah Jones (Brandon Scott), un soldado de color que ha desertado. Se le ha pedido 10.000 dólares al empresario. Él no recompensa a forajidos. Sin embargo, está dispuesto a pagarle al cazador 2.000 dólares, 500 por adelantado, para que le traiga a su esposa, “la mujer que lanzó 1000 barcos a la mar”, como dirá Borlund. Referencia al mundo griego antiguo que no resulta baladí en el cine de su autor. Ahí está Jenofonte y su Anábasis, espina dorsal narrativa de The Warriors, los amos de la noche (The Warriors, EE.UU., 1979) o el poema épico Cowboy Illiad, de inspiración, en estructura y entonaciones, en el poema de Virgilio sobre la guerra de Troya, del que incluso toma prestado su nombre.

Con Dead For a Dollar, Walter Hill entrega un western resuelto en 100 minutos chispeantes, sin grandes aspiraciones, honesto con el espectador y con las reglas del género. Los dilemas, la toma de decisiones, la aplicabilidad del código de honor bajo el que viven los personajes y los enfrentamientos (a látigo, puños, o armas de fuego) se resuelven en un parpadeo. A la manera de Budd Boetticher (a quien va dedicado el filme), Delmer Daves o Anthony Mann.

Sin embargo, Dead For a Dollar no se conforma con anclarse en la concepción del western en los años 50, donde la mujer solía estar relegada en un segundo plano. Rachel Brosnahan compone un personaje instalado en la modernidad. Secuencias como aquella en la que recibe a Borlund desnuda en una bañera para tener una conversación relevante, o cuando abofetea a un hombre que le saca una cabeza, así lo atestiguan. En los créditos finales del filme se explica que se convertirá en sufragista. Tiene sentido que su personaje termine en una causa política de auténtico calado como esa. Ese dato, magníficamente trazado por Hill, contribuye al diseño de Rachel como un personaje moderno al mismo tiempo que perfectamente integrado en 1897. Al lado de Brosnahan y Waltz, encontramos a Willem Dafoe, que repite con el realizador 40 años después de Calles de Fuego (Streets of Fire, EE.UU., 1984), como Joe Cribbens, némesis del cazarrecompensas; y Benjamin Bratt como el cacique Tiberio Vargas.

Walter Hill es un cineasta que ama el cine. Escuchar al cineasta reflexionar sobre sus films, sus intenciones sobre tal o cual filme de su carrera, sobre otros directores, las interconexiones entre diferentes cineastas, o sobre el imaginario colectivo fílmico, revelan que es todo un intelectual. Venecia va a significar redescubrir para el mundo a un cineasta de interés. Hill es miembro de esa generación de cineastas que cambiaron Hollywood en los años 70 del siglo XX. Creadores que se formaron estudiando cine, pero también viendo películas americanas, europeas o asiáticas que cambiaron sus vidas, les hicieron convertirse en cineastas y cambiaron nuestras existencias para siempre.

La recompensa para el cinéfilo y el amante del western se llama Dead For a Dollar. Para quien esto escribe, el precio ha sido un viaje a Venecia. Tres sesiones, todas ellas durante el mismo día de su estreno mundial: el 6 de septiembre de 2022. Mismo día de la Rueda de Prensa y de la Gala de entrega del premio Cartier Filmaker a Walter Hill por una vida dedicada a la séptima de las artes

TIEMPO LIBRE

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2022-09-25T07:00:00.0000000Z

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