Por ser puerta de entrada desde Renfe, este emblemático parque necesitaba una limpieza, renovación integral y una mayor seguridad de tránsito que, antes, con tantos recovecos e iluminación escasa no tenía. Ganado en horizontalidad cómoda con baldosas que no nos romperán los tacones, da la sensación de más amplitud y apertura. Un buen lugar de encuentro, descanso y juego para peques y jóvenes. Al menos, se han respetado el famoso palomar, la churrería y la Casa de la Música; y, remozados los jardines y árboles sin sacrificar, han sido delimitados con formas agradables. Aún así, no es oro todo lo que reluce.

Para mí, sólo merece un aprobado por falta de alma, aunque, desde luego, haya quedado mejor que el ferroparque de Isabel II. Tanto uno como otro, estas bucólicas cuasi instituciones palentinas merecían otro trato.

Tras la gran polémica, me desagrada la tala de árboles y la desnudez central a mercel del implacable sol de verano. El amago de estanque carece de belleza y sólo servirá para bebedero de palomas y travesuras infantiles.

Como todo se inaugura sin rematar, falta la cafetería anunciada, y ¿dónde está la locomotora? Creo que restaurada era un buen adorno y recordatorio meritorio; como lo fue el templete de música en el otro, hasta que alguien lo instaló en su finca. Así acaban las reliquias aquí, eso si no se destruyen, que precedentes hay. Luego están los tramos de paso con arena, barrizales seguros cuando llueva. Faltan más respaldos en los múltiples asientos y floresl entre tanta hierba.

Todo es importante, incluso el cuidado y mantenimiento municipal, tan pobre y escaso en los muchos enclaves verdes de la ciudad; así como hacer las cosas con más cabeza y gusto, sin doble coste para el ciudadano por errores, mala calidad o demras innecesarias. Algo usual por años.

Veremos cómo será la unión con la calle Mayor. Mientras, respetémoslo. Que sirva de disfrute general y que los papás vigilen a los niños, para que no vuelva ningún otro a intentar arrancar una planta. Pronto empezamos, y el vandalismo tiene diversas manos y modos.

M. Ángeles Novis de Val / Palencia