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Fortaleza de techno y de antígenos en Sohail

Las ganas de fiesta de Castlepark sirvieron de lanza contra el virus

TXEMA MARTÍN

El pasado domingo, el Marenostrum Fuengirola acogió un experimento inédito a nivel andaluz; un ensayo que proponía analizar la posibilidad de un baile al aire libre, sin distancia de seguridad, pero con mascarilla obligatoria y todos los controles posibles. Se han hecho otros experimentos de este tipo en España, pero este es el primero dedicado a la música electrónica, a la fiesta de techno pura y dura, y a un sector de edad muy concreto, entre los 20 y los 30 años de edad que, en su mayoría, ni estaban vacunados y que no son muy dados a participar en los cribados voluntarios de Sanidad. Las ganas de fiesta brotaban en el público desde el minuto uno, y ese espíritu también sirvió de lanza contra el virus. Para empezar, los asistentes tenían que realizarse ese mismo día una prueba de antígenos en el Parque Fluvial de Fuengirola, donde 30 sanitarios realizaban los test con un coste de 10 euros cada uno. 200 pruebas cada hora, desde las diez de la mañana hasta las nueve de la noche: más de 1.700 fosas nasales mancilladas, de las cuales sólo 33 arrojaron resultados positivos. A estas personas no se les permitió acceder al recinto y se les aplicó el protocolo correspondiente. A los que dimos negativo, se nos daba una pulsera verde de esperanza, una mascarilla FFP2 de un color que nos asignaba a una de las dos burbujas de público (una con capacidad de 1.700 asistentes y otra para 700) y la recomendación de usar Radar Covid para los próximos días (app que yo había descargado, de manera ilusa, después de mi primera dosis). Ya dentro, con un calor que partía las piedras, el dispositivo de seguridad lo formaban 50 personas. En la pista de baile, a pesar de estar al aire libre, había que llevar mascarilla en todo momento, por lo que en esa zona no se permitía beber, comer ni fumar, pero sí romper la distancia de seguridad hasta el abrazo sin beso. En el momento en el que algún asistente se bajaba la mascarilla, los responsables de seguridad acudían de inmediato para advertirle y, si se ponía chulo, era expulsado del recinto para garantizar la seguridad y la paz del resto. Quizá sea adecuado realizar un seguimiento posterior a los asistentes para calibrar si hubo peligro de verdad en esa fiesta, pero esa tarea en ningún caso depende de la organización de Castlepark ni de Marenostrum, cuya labor fue digna de elogios desde el principio hasta el final. Los asistentes supieron comportarse en una fiesta de despendole social que llevaban tanto tiempo esperando. El buen cuerpo se lo llevaron a casa y el lunes pudieron disfrutar de su ansiada resaca después del éxito: entre todos habíamos logrado construir una fortaleza contra el mal en el Castillo de Sohail.

OPINIÓN

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2021-07-27T07:00:00.0000000Z

2021-07-27T07:00:00.0000000Z

https://lectura.kioskoymas.com/article/281960315783553

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