La limitada eficacia de la vacuna de Janssen ante la variante delta ha suscitado el debate sobre la necesidad de pinchar una segunda dosis a los ciudadanos que recibieron la primera. Los expertos en defensas y microbios lo tienen claro: ésa no es una buena opción. Más que pensar en dosis de refuerzo, lo que se necesita, según dicen, es acelerar al máximo la vacunación para impedir la aparición de una nueva variante aún más transmisible. El objetivo es alcanzar una inmunidad colectiva, una meta que cada vez parece más lejana.

La variante delta, que originalmente se llamó india, ha puesto patas arriba el plan de vacunación europeo. Euskadi, como el resto de España, no escapa a esta realidad. Las vacunas disponibles, que fueron diseñadas para hacer frente a la variante original de coronavirus, nacida en Wuhan, aún resultan eficaces frente a todas las formas víricas que circulan en nuestro medio, pero no del mismo modo.

Cuanto más potente es el virus y menor la eficacia del suero que le han puesto a uno, el riesgo de contagio y de enfermar crece. Los ciudadanos vacunados con fórmulas de ARN mensajero, incluso con Astrazeneca –ambas dosis o combinada con Pfizer/Biontech– aún se ven bien protegidos frente a la variante india, pero los vacunados con Janssen, también conocida como Johnsson & Johnsson, parece que no tanto.

La realidad de Euskadi, en línea con lo que ocurre en todos los países occidentales, así lo demuestra. Según datos facilitados por el Gobierno vasco, el porcentaje de positivos entre la población que ha recibido una dosis se eleva al 0,82% de los vacunados pasados siete días. Ese porcentaje menor se reduce a más de la mitad (0,34%) entre quienes han recibido la pauta completa de dos dosis. Sin embargo, crece hasta el 1,25% en la población protegida con pautas de una dosis única, es decir con Janssen, porque no hay otra de esas características.

Es por eso que algunas voces internacionales comenzaron a plantear la posibilidad de pinchar una dosis de refuerzo a quienes hubieran sido inmunizados con Janssen. En teoría, para reforzar sus defensas. Los expertos no lo ven. «No hay evidencia científica que avale una decisión así. No resulta sensato algo así, porque una segunda dosis podría reforzar la inmunidad, pero también generar el efecto contrario. No se sabe», advierte la microbióloga e investigadora Miren Basaras, de la Universidad pública vasca (UPV/EHU). «No hay ensayos que demuestren que dos dosis de Janssen protejan mejor que una», insiste.

Pendientes de los niños

La eficacia de Janssen frente a la cepa original de Covid-19 era del 72%, lo que significa que el suero del laboratorio belga dejaba fuera de cobertura a, como poco, una de cada cuatro personas vacunadas. Ese margen cayó con la aparición de nuevas variantes, como la española y la británica; y vuelve a descender ahora por efecto de la delta. Estudios realizados en Reino Unido detallan que Pfizer/Biontech aún garantiza una protección del 88% y un 60% Astrazeneca. A Moderna, por similitud, se le supone una garantía próxima a la Pfizer.

Los estudios sobre Janssen son limitados. El laboratorio fabricante avala inmunidad para los vacunados durante ocho meses, que es el tiempo que se prolongaron los ensayos. Y sí hay un trabajo publicado esta misma semana, pendiente de revisión, que garantiza el uso de esta fórmula frente a la contagiosa variante india. Según este trabajo, Janssen ofrece ante la cepa delta una fuerte respuesta tanto de anticuerpos neutralizantes como de células T, que forman parte de la memoria del sistema inmune ante un ataque infeccioso.

La microbióloga María del Mar Tomás, portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica e investigadora del Instituto INIBIC, ligado al hospital de A Coruña, comparte el criterio de Basaras. «Estamos en un momento crítico. Lo que hay que hacer es vacunar a los de 12 y, en cuanto salga el resultado del estudio con niños mayores de 5, a ellos también». El objetivo ya no es inmunizar al 70% de la población, sino al 90%.