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Será más feliz el tercero

Estamos llenos de falsos puntos de referencia externos. Pensamos que esa vida aparente que vemos en las redes es real

JON SEGOVIA Profesor de escuela de Negocios y empresario

Durante estos Juegos Olímpicos de Tokio, al igual que en los anteriores, estamos presenciando algo difícil de entender: la paradoja de que, en general, los deportistas que se clasifican terceros se quedan más satisfechos que aquellos que consiguen el segundo puesto.

Usted puede ser la segunda persona más veloz del planeta y sentirse triste por ello, a pesar de que tan sólo un ser humano lo supera. Al menos esas fueron las conclusiones del curioso estudio realizado por Victoria Medvec, de la Universidad de Cornell, tras analizar a cientos de medallistas olímpicos. El mismo caso nos ocurre en el trabajo. Tras la alegría generada por haber recibido un aumento salarial de un 5%, nos llega el desaliento cuando nos enteramos de que a nuestro compañero le subieron un 8%.

No somos conscientes pero, créame, tomar los puntos de referencia equivocados puede hacernos unos eternos infelices. Siempre habrá alguien más ‘Citius, Altius, Fortius’ (más rápido, más alto, más fuerte) como reza el lema de los Juegos. El medallista de plata se lamenta con un ‘casi soy primero’, mientras que el medallista de bronce se alegra al pensar ‘casi me quedo sin medalla’.

Y está bien competir para tratar de ser nuestra mejor versión. Sin embargo, fruto de la falta de autoanálisis y de la errónea educación que hemos recibido, caemos muy habitualmente en una trampa: nos comparamos en exceso con los demás. Hemos sido educados así desde pequeños, en el colegio el alumno destacado no era quien más se esforzaba, sino quien mejores notas sacaba.

Y en casa, ¿a quién no le han comparado sus notas con las de su hermano/a o con las de un amigo? ‘Mira Fulanito, que no ha suspendido ninguna y además va a solfeo’. Es un error que cometemos como padres y educadores. No nos paramos a pensar en que las circunstancias de Fulanito son muy diferentes a las mías. Su cociente intelectual es diferente, su autoestima es distinta, su contexto familiar también lo es... En definitiva, Fulanito, al igual que yo, es un ser único. Mejor que yo en algunas cosas y peor que yo en otras pero, sin duda, diferente. De pequeños esas diferencias no parecen ser tan marcadas, y asumimos que dos compañeros de clase son muy parecidos porque se han sentado en los mismos pupitres y tienen circunstancias similares. Pero no es cierto, es un engaño. Tan sólo están en el inicio de sus experiencias vitales que poco a poco irán divergiendo y forjando un carácter diferente. Vea, si no, las sorpresas con las que se encuentra cuando se reúne de ciento en viento con los antiguos alumnos del colegio.

A pesar de ello, hace unas décadas uno podía seguir siendo el más ‘citius, altius, fortius’ del barrio, del pueblo o de su comunidad. Podía ser el mejor surfista o el mejor guitarrista. Pero aquí, además de las circunstancias, ha llegado un segundo factor relevante para quedarse: la globalización de las redes sociales. Y con ello, un cambio galáctico en nuestro punto de referencia, que ha pasado de ser el de una población de mil o un millón de habitantes al de los de miles de millones de personas que habitan en este mundo.

El día que al mejor guitarrista del pueblo, famoso por sus baladas y punteos, se le ocurre poner en el buscador de YouTube ‘niño chino tocando la guitarra’ es muy probable que se le caiga el alma a los pies. No es tan bueno como creía, en cuestión de segundos, cambia su punto de referencia y es posible que se considere un mediocre, un infeliz (salvo que tenga su nivel de autoestima donde tiene que estar). Le pasa también al médico, al abogado o a ese gran repostero. El mundo es muy grande, y siempre habrá alguien mejor que usted.

¿Y qué podemos hacer ante esta situación? Vigilar nuestro punto de referencia. Con esto no quiero decir que no haya que mejorar y tener puntos de referencia. Como bien decía el físico Lord Kelvin, «lo que no se puede medir, no se puede mejorar», y tenemos que buscar siempre ser nuestra mejor versión. Eso sí, dejemos de compararnos con los demás. Utilicemos un nuevo parámetro para ello: la persona o el profesional que yo era hace un tiempo.

Estamos llenos de falsos puntos de referencia externos. Pensamos que esa vida aparente que observamos en las revistas o en Instagram es una vida real. Y lo cierto es que no lo es, no se deje engañar por las apariencias. Detrás de ellas hay circunstancias diferentes a las suyas, quizás mejores en algunos aspectos, sí, pero ojo, seguro que bastante peores en otros. Por ejemplo: ¿Está seguro de que esa otra persona ama o es amada como usted? ¿Tendrá la misma salud? ¿La salud de los que le rodean será mejor que la de su entorno? ¿Será feliz con lo que tiene?... Estas cosas no las verá en sus redes.

Qué pena pensar que soy el segundo mejor del mundo y a pesar de ello me siento insatisfecho… ¡Y qué alegría llegar tercero y poder disfrutarlo de verdad! ¿En qué grupo está usted?

OPINIÓN

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2021-08-01T07:00:00.0000000Z

2021-08-01T07:00:00.0000000Z

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