Desarrollaron un medicamento, la Bilastina, un antihistamínico de última generación que entre sus peculiaridades está la de no producir somnolencia –detalle que permite que sea autorizado incluso para pilotos de aviación–, que ha sido la ‘joya de la corona’ de la compañía durante la última década. La experiencia les ha marcado el camino de la estrategia a seguir.

– Ese hallazgo ha sido un éxito en medio mundo.

– Sí y lo hicimos aquí, en Lamiako. Siempre lo hemos denominado como el milagro de la Ría del Nervión.

– El final de la vida de la patente, intuyo, es una mala noticia.

– Sí, pero este sector es así. La patente vence este año en España, en los próximos años lo hará en otros países y ya hay genéricos que han sido autorizados. Lógicamente supone un descenso de precios importante, del 45%.

– ¿Buscan otro milagro?

– Tenemos varias vías abiertas en ese sentido y hemos reforzado mucho la inversión dedicada a investigación y desarrollo y también el número de personas implicadas, siempre dentro de nuestras posibilidades. Ahora tenemos más de 80 personas dedicadas a esa tarea y hemos repatriado a varios investigadores que estaban en el extranjero para reforzar el equipo.

– ¿Lo prefieren frente al negocio más o menos fácil de trabajar bajo licencia de una multinacional? – Preferimos tener productos propios a fabricar con licencia de multinacionales, aunque nos llevamos muy bien con ellas. Además este negocio ha cambiado. Antes, un contrato con una multinacional era casi de por vida, de ahí que el esfuerzo inversor que hacías en los primeros años podías amortizarlo en un periodo muy largo. Ahora esos contratos apenas durante cinco o seis años y ya no son tan interesantes. Lógicamente nos gusta más ser quienes concedemos licencias de producción que trabajar con licencias de otros, aunque implica un esfuerzo enorme porque no es fácil desarrollar patentes.