Tienen razón en su indignación los propietarios de salas de cine del País Vasco, otra vez afectados por una decisión política de escasa equidad que establece la reducción de sus aforos al 35%. Naturalmente los cines no tienen la importancia y el impacto social de la hostelería y el ocio nocturno, con lo cual la repercusión de sus quejas es siempre más llevadera para cualquier gobierno. Quizás esto explique parcialmente una decisión más bien absurda, cuya concreción les equipara con el interior de cualquier establecimiento hostelero y les discrimina con respecto a teatros o auditorios de mayor capacidad, además de consagrar el contrasentido de igualar la interacción social durante una película, con la que se produce en las terrazas o en otros recintos al aire libre.

La medida es igualmente negativa para los espectadores y también gravosa para las empresas, toda vez que la reducción del aforo al 35 % en las cadenas de multicines no solo hace inviable el negocio, sino que además perturba el acceso a los estrenos. Piénsese que en 2020 las salas vascas acumularon unas pérdidas de 10 millones de euros con respecto al ejercicio precedente, con una reducción superior al 65% en el número de espectadores. Encima, el nuevo escenario restrictivo es todavía mayor al de los peores momentos de la pandemia, con lo cual no sorprende que con unas pérdidas cifradas en 150.000 euros por semana ya se anuncie el cierre temporal de varias salas.

Naturalmente una posible solución vendría de la mano del llamado ‘certificado covid’, una medida que con todo su debate social y político ya se aplica en algunos países y que en Francia entrará en vigor a partir 9 de agosto. En España, el Consejo Interterritorial no contempló esta posibilidad en su última reunión, aunque la ministra Darias sugirió que las comunidades autónomas pueden exigirlo dentro de sus competencias, pues sí, pero en un país con tanto complejo democrático y con tanta necesidad de que el desgaste político lo sufra el de enfrente, siempre tendrán preferencia las soluciones menos racionales.