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Hondarribia pisa el acelerador en la ría

Los fronterizos ganan en Bilbao su segunda bandera y se sitúan otra vez a cuatro puntos del líder, Santurtzi, que esta mañana rema en casa

JULEN ENSUNZA

BILBAO. Se podría decir que Hondarribia voló en aguas de la ría para llevarse su quinta Ikurriña de Bilbao en doce ediciones disputadas. Y no es ningún tópico. Es una realidad, como demuestra el hecho de que la ‘Ama Guadalupekoa’ se quedó a poco más de un segundo de batir el récord del campo. «Me avisó Mikel –el entrenador– cuando faltaban dos minutos a meta que estábamos en tiempos de poder lograrlo», reconoció el patrón de los fronterizos, Joseba Amunariz, al ver que se habían quedado a un tris de poner la guinda a una tarde casi perfecta.

Porque también recortaron de golpe dos puntos en la general de la Eusko Label Liga al líder Santurtzi –se sitúan a cuatro–, que hoy afronta la regata de casa (12.15) con la obligación de reaccionar para que no se le compliquen las cosas. Los morados están avisados. Su rival está de dulce y dispuesto a plantar cara hasta la última palada.

Poco antes de que el míster le hiciese llegar el mensaje por el pinganillo, el timonel de los verdes pedía a sus hombres «no esprintar, seguir largo», en los primeros metros del tramo final, porque las cosas les habían salido a pedir de boca hasta entonces, incluso en lo que a la climatología, una vez más cambiante, se refiere. El viento, que en la primera tanda comenzó a subir de intensidad, paró a mitad de la segunda y, por tanto, los de la última serie –los gallos de la competición– se encontraron con las mejores condiciones para remar, incluido mayor calado porque la marea estaba subiendo.

Y claro, la cuadrilla hondarribitarra, a la que por sus características –ligera– la contrarreloj bilbaína le viene como anillo al dedo, agitó la medida justa de todos los ingredientes en la coctelera para terminar descorchando el champán en el barco de la organización. Los fronterizos cimentaron su triunfo en los dos primeros largos, en los que lograron abrir hueco respecto a Santurtzi, Orio y una Zierbena que fue de menos a más en su regreso a la competición tras no haber podido remar por los dos positivos por covid el fin de semana anterior.

En las contrarreloj, las diferencias normalmente suelen ser cortas. Por eso, que la ‘Ama Guadalupekoa’ le endosase nada menos que un bote –tres segundos– a la ‘Sotera’ y a Orio en la primera maniobra y cinco a los ‘galipos’ dejaba claro de por dónde iban los tiros. El giro, una vez más inmaculado, permitió a los verdes enfilar el segundo sector por el centro de la ría para aprovechar al máximo la corriente. «Chicos, seissiete a Zierbena y Orio y tres-cuatro a Santurtzi. Venga una de diez», reclamó Amunarriz a los suyos para seguir agitando la coctelera.

Y en los dos minutos posteriores, el hueco respecto a los santurtziarras, que presentaron como única novedad respecto a su cuadrilla tipo la inclusión en la popa del joven canterano Eneko González en lugar de Gorka Aranberri, se estiró un poco más. Tanto que la ‘Ama Gudalupekoa’ se plantó a mitad de recorrido con la bandera prácticamente en el bolsillo. Y es que, recuperar siete segundos a una tripulación del nivel que exhibió ayer Hondarribia es muy complicado en la ría por no decir prácticamente imposible.

Zierbena tuvo la capacidad de realizar los dos últimos largos en idénticos tiempos, que no es poco teniendo en cuenta que los fronterizos pisaron el acelerador en busca del récord al ver que lo tenían al alcance de la mano, pero a los ‘galipos’ les resultó imposible recortar el terreno perdido y acabaron segundos, con Santurtzi en tercera posición. Junto a esta terna estará hoy en la tanda de honor Orio, cuarto.

DOMINIO DE PRINCIPIO A FIN

Los verdes lograron abrir hueco sobre sus rivales en los dos primeros largos y se quedaron a un segundo del récord del campo

Regata femenina

Por lo que respecta a la Liga Euskotren femenina, Arraun Lagunak sí consiguió la bandera y también rebajar el tiempo del campo de regateo bilbaíno, en poder de San Juan hasta la jornada de ayer. Las chicas que entrena Juan Mari Etxabe dominaron la crono de principio a fin, mientras que Orio se hizo con la segunda plaza por 30 centésimas sobre Donostiarra. Hondarribia, cuarta, cedió un segundo sobre las ‘aguiluchas’.

Quejarse del calor en verano en el interior de Cádiz es para darte de bofetadas. Para darme, mejor dicho. Pues vayan poniéndose en cola, distancia social mediante, y atícenme los mismos sopapos que le pegaban a la tipa que sufría un ataque de histeria en ‘Aterriza como puedas’. Porque esto no hay cuerpo humano que lo aguante.

Son las diez y media de la mañana en Olvera y estamos a treinta y tres grados. Mientras las abuelas suben las cuestas con el carro de la compra y se agarran a las rejas de las ventanas para recuperar el resuello, los abuelos permanecen a la fresca en el interior del bar. ¡Ay, el heteropatriarcado rural! Ministra, que la lucha también está en los pueblos. Nosotros, en cambio, decidimos derretirnos los tres con pleno respeto a la igualdad de género paseando por Olvera, uno de los Pueblos Blancos de Cádiz y Capital del Turismo Rural 2021.

«Pues parece que viene más gente desde que le han dado la cosa esa», nos dice un chico que está cortando jamón. Le hemos pedido cien gramos para tomarlo esta noche. Verlo partir esas lonchas casi transparentes, que parecen deshacerse antes de llegar a la boca, es un espectáculo, una coreografía de movimientos supuestamente sencillos y ligeros. Y digo ‘supuestamente’ porque yo he intentado reproducir esos movimientos en casa y he acabado apuñalando a la pobre pata con ensañamiento.

Aparte de un jamón riquísimo, Olvera tiene más títulos de belleza que Amparo Muñoz: es conjunto histórico-artístico desde 1983, su Vía Verde de la Sierra es la única declarada de interés turístico en Andalucía y su camposanto ganó el concurso de Cementerios de España en 2019. No me extraña: con vistas a la Serranía de Cádiz, el cementerio está construido en la falda de un castillo del siglo XII desde cuya torre del homenaje se pueden ver tierras pertenecientes a las provincias de Cádiz, Sevilla y Málaga. Y es que Olvera, blanco, luminoso y de calles coquetas y floreadas, es un mirador enorme sobre el interior de Andalucía.

A pesar del calor disfrutamos con la visita. Nos venimos arriba (y abajo, que Olvera está lleno de cuestas) y decidimos seguir la Ruta de los Pueblos Blancos yendo a Setenil de las Bodegas. Tras recorrer la carretera a bordo de ‘La Temblorosa’ (qué de curvas, qué de estrecheces), he de confesar no solo mi admiración por mi santo y su temple, sino también por los repartidores que llevan sus mercancías a cualquier lugar de España conduciendo esos camiones enormes. Mi respeto a todos ellos y, en especial, a los de cerveza: la primera caña que me he tomado al llegar a Setenil me ha sabido a gloria bendita.

Pero la gloria también ha sido efímera: a casi cuarenta grados, el frescor de la cerveza se pasa pronto. Pateamos el pueblo, descrito por Caballero Bonald como «un asombroso reducto urbano, una alianza inverosímil entre la arquitectura y la geología». Y lo es: al estar enclavado en el cañón del río Guadalporcún, muchas casas y establecimientos tienen el techo y las paredes formados por la piedra del tajo del río; en algunas calles, hasta el cielo es de roca. Una forma extraordinariamente bella y curiosa de armonía entre el hombre y la naturaleza que ha llevado a Setenil a ser incluido en la Asociación de Los Pueblos Más Bonitos de España.

Setenil, además, ha sido tierra de bandoleros, tanto reales como ficticios: si muchos forajidos encontraron aquí un lugar donde

refugiarse, los localizadores de exteriores no podían dejar escapar un pueblo tan pintoresco y, por ello, fue escenario de uno de los capítulos de ‘Curro Jiménez’. Sí, justo ese en el que aparece Isabel Pantoja presumiendo de juventud, de chorro de voz y de virginidad. Quién le iba a decir a ella que luego sería mujer de torero, viuda de España y cuasi alcaldesa de Marbella. Y también bandolera, que por algo se chupó varios meses de cárcel. Pero Pantoja, en lugar de refugiarse en Setenil, se refugió en Cantora.

Aquel capítulo de la serie se rodó en 1977 en la calle Cabrerizas, pero las más transitadas hoy son las calles Cuevas del Sol y Cuevas de la Sombra, salpicadas de bares repletos de turistas. Picamos algo, nos damos una vuelta. Sigue subiendo la temperatura. Mi santo, que parece el alcalde de Mugardos, me recuerda entre fatigas que allí no llegan a los veinte grados; el heredero resopla, se queja, busca un abanico en mi bolso, vuelve a quejarse, dice que nos vayamos. Regresamos a ‘La Temblorosa’ convenientemente congestionados, pero culturizados.

Escribo en mi parcelita. El camping es enorme, un antiguo cortijo rodeado de olivos. Hay poca sombra y el calor no afloja. La gente pasa camino de la piscina. «¡Chiquilla, pero qué haces ahí, vente a bañarte!», me dice una mujer con la toalla al hombro. Pues nada, señora, entregando mi vida por el periodismo como mujer moderna, feminista e independiente que soy, me dan ganas de decirle. Pero la saludo con la mano y sigo dándole a la tecla. Al cabo de un rato me doy cuenta de que no estoy sola: una pobre adolescente, ataviada con una camiseta de la Selección Española, le da patadas a un balón en la parcela de al lado. Otra feminista que antepone su deber al placer. Otra hermana que lucha por la igualdad. Ministra, aquí estamos. Dando ejemplo. Y sudando con sororidad.

«La primera caña que me he tomado al llegar a Setenil me ha sabido a gloria bendita»

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2021-08-01T07:00:00.0000000Z

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